Pintarás dentro de las líneas
¿Cómo estamos avanzando con respecto a los nuevos tipos de crímenes que invaden la agenda mediática nacional e internacional, haciéndola exhibir una y otra vez enormes cuotas de asombro, espanto y desaprobación? Lamento decirles que venimos acelerando a toda velocidad. Si tomamos a la sociedad norteamericana como reflejo inmediato de nuestro futuro próximo, podremos ver qué tan rápido avanzan los crímenes sin sentido, contagiando a su paso y sumando nuevos blancos que no vacilan en auto activarse. ¿De qué habla doña? De esto:
1) Con respecto a la violencia adulta , se suman todo el tiempo nuevos casos con formatos ya probados del tipo “ la/o mate porque me tenía cansado ”. Uno de los últimos que leí fue un señor jubilado de 77 años que asesinó a su esposa con un cuchillo de cocina. Reposando al lado del cuerpo inerte, se incorporó cuando entró su hijo y, luego, los oficiales de policía para confesar la ya citada fórmula. Antecedentes idénticos comentados aquí y aquí .
En referencia a la violencia parental, es decir, de padres contra hijos indefensos y menores, Estados Unidos nos acaba de brindar un caso inédito, fresco, que corre, un poco más, los límites de lo verosímil aplicado al crimen. Un padre torturó y estranguló a su hijo de 5 años porque, mientras realizaba una tarea escolar, pintó fuera de las líneas. Recuerden que, en nuestros pagos, Lucio Dupuy fue asesinado a golpes por su madrasta por “ mandarse un moco".
2) Pero lo que está pasando con los chicos es aún más grave. Voy a citar tres casos recientes, sólo de Argentina, que escalan en gravedad y tipifican distintos niveles de violencia ejercida por menores contra menores.
Algunas cuestiones antes de meternos en el universo púber armado. El ya clásico y explotado crimen de hartazgo de un conviviente contra otro, haciendo uso de algún utensilio de cocina disponible en el hogar, no admite más análisis. Fórmula probada, verosímil instalado y habilitado, fórmula que se repite casi sin diferencias, a lo sumo circunstanciales. Esto ya está corriendo en la sociedad, no se lo puede frenar. Pero veamos qué novedad nos trae nuestro espejo del norte con respecto a la violencia parental, asimétrica por excelencia. Este señor, Ricky North, de 27 años, junto con su pareja y madrastra del niño en cuestión, de apenas 5 años, torturó de forma brutal a su hijo por equivocarse en una tarea escolar del jardín de infantes. Según el informe policial, el niño fue “atado con cinta adhesiva, obligado a tomar duchas frías, abofeteado en la cara y en la cabeza, sostenido por sus tobillos para golpear su cabeza contra el piso e incluso estrangulado con una cuerda”. En este punto tenemos que convenir que los motivos que se alegan como disparadores para el maltrato son puras excusas que difícilmente puedan ser tenidas en cuenta si queremos hacer un análisis serio de estos fenómenos. Nadie en su sano juicio aplicaría un castigo de semejantes proporciones por una nimiedad que, si somos sensatos, tiene que ver con el normal desarrollo de cualquier infante (me refiero a colorear fuera de las líneas). Ahora bien, no en vano dije en su sano juicio. Reitero y reafirmo mi teoría de que no estamos en presencia de una epidemia de locura, insanía o enfermedad mental que aqueja a los padres exclusivamente en relación a sus hijos menores de edad. Los padres no están locos, incluso cuando torturan a su hijo de cinco años por pintar fuera de las líneas o por mandarse un moco. Está pasando otra cosa, bastante más compleja.
Este caso de Estados Unidos me deja dos indicios que nuevamente se confirman y se validan: por un lado, la nota de Infobae relata que los vecinos "escucharon gritos pero nadie llegó a tiempo. La policía encontró al chico sin vida y al padre en la escena". ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué es imposible prevenir, llegar a tiempo? Porque estos crímenes suceden en el interior de los hogares particulares, espacios privados, allí donde se supone que conviven familias unidas por lazos de amor. O se suponía. Además, porque estos crímenes intra hogar son, por definición, imprevisibles . Ni siquiera el propio autor material sabe o sospecha que terminará asesinando a su hijo, padre o esposa. A ese ser que hostiga su mente y hace insoportable su propia existencia. A ese cuerpo que se exhibe constantemente frente a sus ojos, cual estímulo irritante e imposible de evadir. Ni la policía, ni la sociedad, ni los vecinos, nadie, ninguna institución social está hoy a la altura de poder discutir la prevención y contención de este nuevo tipo de violencia
que no tiene un origen racional, un objetivo (pensemos en los crímenes que tienen como finalidad principal el robo por ejemplo); sino que se anida en una emoción violenta pura, despojada de raciocinio, intrínseca y ancestral, cuyo único objetivo es la descarga pulsional, la eliminación del estímulo displacentero.
Por otro lado, vuelvo a citar la cobertura mediática del caso: “Fox News indicó que el arresto de la pareja ocurrió dos días después de que las autoridades informaran de otro caso de abuso, pero aclararon que ambos son completamente independientes”.
Esto lo tratamos y lo definimos, provisoriamente, como contagio . Es materia de estudio y de investigación para mí entender qué rol juegan las crónicas policiales, sobre todo las audiovisuales, en relación a los crímenes que suceden casi inmediatamente luego de una cobertura pormenorizada y espectacularizante de un crimen anterior. No creo en las casualidades y mirar para un costado cuando todo indica que hay algún tipo de nexo es no querer ver lo evidente, por más complejo que sea.
Lo más preocupante de todo este escenario es el efecto que está teniendo en las infancias. Los menores viven insertos en ambientes hostiles y, no sólo no pueden escapar de ellos, sino que terminan siendo vehículos de esa misma agresión contra terceros. Lo interesante a observar es que se repite el mismo patrón, vale decir, la relación asimétrica entre padres e hijos, o adultos y menores (que también se observa en ocasiones entre adultos y adultos mayores), es replicada en la violencia entre menores. Los últimos casos nos hablan de niños de 12 a 15 años ejerciendo violencia sin límites contra pequeños de menor edad. ¿Cuál es el patrón? El más fuerte corporalmente contra el más débil e indefenso.
En General Rodríguez, un niño de 12 años se negó a convidar sus golosinas a tres chicos de 13, 14 y 17 años y recibió una golpiza brutal por la cual terminó internado en terapia intensiva con hundimiento de cráneo. Este caso nos hace pensar en Fernando Báez Sosa, quien fue asesinado en manada en Villa Gesell, a la salida de un boliche, por derramar un vaso en la remera de alguien. Nuevamente vemos que los motivos que desencadenan la violencia mortal son cada vez más irrisorios.
De los golpes en manada pasamos a un caso aún más aberrante: violación en manada entre menores. En Santa Fé, un grupo de chicos de entre 10 y 15 años violó a un nenito de 7 años frente a la mirada atónita de su propia hermana quien no pudo hacer nada para detener el abuso. Acá entra a jugar el morbo, el sadismo y tantas cosas más. No debe asombrarnos que estos casos comiencen a replicarse en cascada. Así funciona el contagio y la habilitación de nuevos verosímiles en materia de criminalidad: basta que alguien lo haga para que el ejemplo de lo prohibido, ya consumado, corra los limites de lo incluso pensable.
Por último, un caso importado directo de Estados Unidos, donde hace tiempo funciona como una tendencia irreversible: los tiroteos en las escuelas. En un colegio secundario de Ingeniero Maschwitz se detectó -increíblemente antes de que sucediera-, la planificación vía Whatsapp de una masacre al mejor estilo Salvador Ramos. “Después de que matemos a los demás, hacemos un recorrido por la escuela para ver si quedó alguien con vida”, se leyó con estupor en los chats. Esto debe alertarnos de lo que se viene. La violencia circula a gran velocidad en el mundo adulto y ahora también, como réplica, entre los menores entre sí. No es una violencia racional, que apunta a un objetivo concreto, racionalizable. Se trata, por el contrario, de una violencia atávica, relacionada con las pulsiones más bajas que regurgitan, salpicando nuestra conciencia impoluta y paqueta, demasiado preocupada en mirar para un costado y cancelar rápidamente en tanto que fenómenos de locura aislados. Error. No es locura desatada. Es otra cosa que todavía no puedo definir pero que me propongo continuar investigando.
Y, por último, para quien considere que este tipo violencia marginal no puede salpicarlo ni mucho menos alcanzarlo, déjeme decirle que se equivoca groseramente. Cual virus de Covid 19, la violencia no discrimina por clases sociales, no elige territorios donde asentarse y transformar todo a su paso, desolándolos. Este tipo de violencia que observamos crecer a ritmo escalofriante en los inicios de este nuevo siglo, con características distintas y únicas, viene a interpelarnos en lo más profundo de nuestra humanidad. Como alguna vez dije, representa el síntoma de una sociedad enferma y en decadencia que se rompe, como siempre ocurre, por su eslabón más débil. Ya no podemos dejar de mirar. Los individuos que se “auto activan” como comencé diciendo en este artículo son los sujetos más proclives, por distintos motivos, a dejarse arrastrar por una corriente social nueva, signo de una época o, mejor dicho, de un cambio de época.

Comentarios
Publicar un comentario