“Mi viejo me tenía cansado”

Escenas típicas navideñas: el vitel toné, la ensalada rusa y el matambre de la tía, el pan dulce, el calor, los regalitos después de las 12, los niños intensos, los fuegos artificiales, el brindis. ¿Qué más? Todo esto pasó más o menos en todas las casas de Argentina el pasado domingo, excepto en una: la de Atilio y Alexis Pachu, de Valentín Alsina, Lanús. No importa por qué discutieron, no importa cómo lo mató; lo que importa es que antes de que dieran las doce, mientras la mayoría nos preparábamos para la cuenta regresiva, Alexis Pachu, un cocinero desempleado de 46 años, descuartizaba a su padre con una cuchilla de cocina en el interior de su hogar.

Le rebanó la cabeza a la altura del cuello y la puso en el freezer. Como le quedaba lugar, le amputó un pie y lo freezó también. Con el torso desmembrado y ensangrentado se le ocurrió envolverlo en una sábana y colocarlo en una valija grande, de esas que se usan para viajar al exterior.

Apenas media hora pasada la medianoche y ya en plena navidad, Alexis caminó tres cuadras bajo el diluvio para llevar la valija a la plaza más cercana. Como quien sale en chancletas a sacar la basura, dejó el paquete ahí, en un montículo, sin esconder ni disimular y regresó a su casa. Se había empapado. Luego, limpió un poco el derrotero de sangre y salió a tirar las prendas ensangrentadas al container que estaba en la vereda de su casa. Y quizás se acostó a dormir.

Poco tardó la policía en hallar el cuerpo y, gracias a las cámaras de seguridad, rastrear al asesino. La mañana de navidad ya habían arrestado a Alexis quien en una especie de confesión del crimen dijo: “Mi viejo me tenía cansado”. Como a vos que vivís con tu suegra y te critica todo. O a vos que tenés un vecino que pone música a todo volumen a la hora de la siesta. Todos tenemos a alguien que nos tiene cansados por alguna razón, ¿no? Aquí la cuestión es: ¿qué lleva a alguien a cruzar esa línea del hastío al homicidio? ¿Cuán hincha pelotas tiene que ser tu viejo para que en lugar de rebanar el vitel toné en nochebuena lo rebanes a él?

Una vez más: Alexis Pachu no está loco. Ni se volvió loco. Estos casos se acumulan como montaña de arena y todos comparten los mismos denominadores:

§  Intra hogar

§  Se mata a un familiar o conocido con quien se tiene un vínculo de tipo afectivo

§  No planificado

§  Asesino sin antecedentes

§  Con utensilios caseros no profesionales

Es un crimen intra hogar que sucede en un instante como producto de un arrebato de pasión irrefrenable; un impulso tan fuerte que nubla la razón. Esto es lo que está pasando. Y agrego un dato más: siempre se enfrenta el más fuerte al más débil, quien termina resultando en la víctima fatal. Padres contra niños; hijos adultos contra padres ancianos.

Vamos a comparar este parricidio con otro que analizamos en este blog y que se le opone diametralmente: el caso de Martin Del Río, el doble parricida de Vicente López. ¿Por qué es distinto? Porque un elemento lo cambia todo: la premeditación. Recordemos que Martín Del Río planificó detalladamente, no sólo la muerte de sus padres, sino fundamentalmente el encubrimiento del crimen. Había estacionado su camioneta a treinta cuadras de la casa, dejado su celular ahí, caminado de incógnito, cubierto y camuflado, para luego realizar todo el camino de regreso esperando con esta técnica despistar a los investigadores.

Alexis Pachu no planeó el crimen de su padre la nochebuena. No planeó nada, de hecho. En un rapto de violencia probablemente masacró al anciano con algún golpe fuerte en el cráneo y luego improvisó torpemente cómo deshacerse del cuerpo. Inexperto. Y macabro. Perverso, diría yo. Pero de lo que estoy segura es de que esa noche se convirtió en asesino sin querer. Martín Del Río, por el contrario, primero eligió y decidió eliminar a sus padres y luego lo ejecutó. ¿Ven la diferencia? Un crimen es resultado de un mal funcionamiento de la cultura; el otro es un homicidio simple agravado por el vínculo de esos que se encuentran bonitamente tipificados en el código penal. Nuevo versus corriente.

Por eso me interesan tanto los crímenes intra hogar. Porque son la novedad. No porque nunca hayan sucedido, sino porque en la actualidad aumentaron sospechosamente su incidencia. Sobre todo hay que prestar mucha atención a este sentido que se repite de “lo maté porque me tenía cansado…”. No es casual que aparezca reiterado, nunca lo es.

Tal como Durkheim detectó en el aumento del suicidio en su época un signo de la enfermedad social de ese tiempo, me atrevo a decir sin vergüenza que hoy el signo de la enfermedad de nuestras sociedades es el aumento acelerado de los crímenes intra hogar. Esos que suceden sin previo aviso, casi como vómitos de violencia, sin premeditación y sin capacidad de contención por parte de instituciones sociales no calificadas siquiera para entender lo que está sucediendo.

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