Los empleados públicos: el nuevo blanco biológico del fascismo

 


En Genealogía del racismo (1975) Foucalt se pregunta sobre la condición de posibilidad del nazismo en pleno siglo XX. Un Estado homicida desplegando su poder soberano de hacer morir contra sus propios ciudadanos. “Aquí intervino el racismo”, dijo. Voy a exponer la teoría de Foucault con el objetivo de mostrarle al argentino de 2024 que no está muy lejos de aquellos alemanes que consintieron, explícita o implícitamente, el régimen nazi. Haciendo todas las salvedades que haya que hacer, será posible vislumbrar un parecido oscuro e inquietante entre ambos períodos históricos.

Si bien ya pasamos por este blog por la tarea de caracterizar a ese ya viejo candidato libertario, extrafalario, outsider, con hambre de poder, que luego, tal como adelanté, se convirtió, para sorpresa de muchos, en presidente; y describimos el origen antíquismo de sus propuestas presentadas en forma de novedad frente a un auditorio inculto y joven, a la vez que resaltamos las falacias y los eufemismos ocultos en la materialidad de su discurso mediante los cuales se busca confunfir al electorado presentando las ideas más conservadoras y retrógradas en forma de eslóganes pegadizos. Ahora, con el dinosaurio ya en ejercicio del poder, y con los primeros resultados de sus medidas económicas de ajuste, toca la tarea más difícil: continuar caracterizando un gobierno que cada día expone más su crueldad frente a la mirada atónita de gran parte de la sociedad que, inmóvil aún, es incapaz de movilizarse frente a una serie de atropellos. No voy a hablar de economía, de política exterior, de institucionalidad. Todo eso, para que el entiende y quiere entender, está a la vista. Es grotesco y evidente. Yo me voy a meter, en cambio, con cuestiones más sutiles, más de fondo. Voy a analizar el discurso biologicista de los representantes de la Libertad Avanza para exponer de qué manera están logrando dejar morir a un montón de personas sin recibir un alto el fuego por parte de la sociedad a la que responden.

Antes, es necesario remitirnos a Foucault. Dice el autor que en la Antigüedad la guerra era entendida como conflicto entre fuerzas exteriores. Las batallas en sentido guerrero, que se disputaban generalmente en las fronteras, representaban una relación de violencia y amenaza permanente entre Estados. El enemigo era externo. Con el advenimiento de la Modernidad y todos los cambios que trajo aparejados, el enemigo ya no será externo sino interno. Aquel que pueda alterar el orden social será catalogado como peligro biológico. Foucault los identifica en  los enfermos, los desviados y los locos. Yo creo que en la actualidad conviven ambos mecanismos de guerra: el externo que se dirige contra naciones extranjeras (el conflicto de Medio Oriente es un claro ejemplo), y el interno que se dirige contra los elementos “indeseables” de la sociedad.

Para dar un poco más de contexto, en el paso de una economía artesanal a una industrial a gran escala a fines del siglo XVIII, comienzan a interesar problemas como los incidentes, las enfermedades, las anomalías y la vejez. Las primeras demografías permitirán medir fenómenos como la natalidad, la mortalidad y la longevidad y comenzarán a desarrollarse mecanismos tendientes a gestionar los problemas de los incapacitados para trabajar (la seguridad social). A su vez, la explosión demográfica hará que ya no sea posible trabajar directamente sobre los cuerpos mediante la disciplina sino que, obligatoriamente, la política o, mejor dicho biopolítica, comenzará a trabajar con las poblaciones tomando como objeto las masas en forma estadística. De concreto a abstracto. De cuerpo a masa. Esta época coincide con la que vimos sobre la humanización de las penas en materia jurídica, cuando dejan de castigarse los cuerpos para pasar a castigarse las almas mediante el encierro y la pérdida de la libertad.

En esta estatalización de lo biológico, en la que los procesos biológicos se convierten en asuntos de Estado, aparecen los discursos biológico-racistas que se materializan como principios de segregación, eliminación y normalización de la sociedad. En palabras de Foucault:

El discurso de la lucha de razas se convertirá en el discurso del poder. Llegará a ser el discurso de un combate a conducir, no entre dos razas, sino entre una raza puesta como la verdadera y única y los que constituyen otros tantos peligros para el patrimonio biológico. En ese momento aparecerán todos los discursos biológico-racistas sobre la degeneracion y todas las instituciones que, dentro del cuerpo social, harán funcionar el discurso de la lucha de razas como principio de segregación, de eliminación y de normalización de la sociedad. Aparición de un racismo de estado, de un racismo que una sociedad ejercerá contra sí misma, contra sus propios elementos, de un racismo interno”.

Es conocida la historia entre los alemanes que creían en la superioridad de la raza aria y que consideraban a los judíos como los culpables de todos los males de Alemania. Y sabemos el desenlace fatal de esa historia con la matanza de seis millones de judíos. Dije que había que hacer salvedades para analizar nuestra actualidad a través de estos lentes. Aquí van: la raza aria bien podría equipararse a lo que Milei denomina “los argentinos de bien”, categoría no explicitada pero fácilmente deducible como todas aquellas personas que trabajan y se esfuerzan, en clara oposición a los empleados públicos “ñoquis” que viven del Estado y son responsables del déficit fiscal (en esos términos son expuestos por el ahora oficialismo). A la caracterización de enemigos internos de Foucault yo agregaría, directo de nuestra época, la de los polémicos “empleados públicos”. En varias ocasiones Milei se refirió a la casta política como parasitaria. Ya sabemos que no se refería sólo a los políticos sino a todos los que directa o indirectamente viven del Estado, lo parasitan. Aquí empezamos a advertir el discurso biologicista, como cuando Espert, eximio representante de los libertarios, llama “inútil biológico” a Kicillof. ¿A qué se refiere? A una vida que no sirve.

Entonces, esos discursos racistas de segregación y eliminación que durante el período nazi representaron la muerte del enemigo interno, en nuestros días, bajo un gobierno igual de fascista, representan el despido masivo de los empleados públicos. En ambos casos, esta ejecución se realiza no sólo con aprobación del resto de la sociedad sino que incluso se festeja.

Foucault se propone en la obra previamente citada exponer las condiciones que permitieron la existencia del racismo de Estado. Para eso es necesario entender el mecanismo mediante el cual un biopoder puede recurrir al antiguo poder soberano de hacer morir. “En la teoría clásica, el derecho de vida y muerte era uno de los atributos fundamentales de la soberanía. El soberano podía hacer morir o dejar vivir”. Recordemos los suplicios. “Mas acá de ese gran poder absoluto, dramático, hosco, que era el poder de la soberanía y que consistía en poder hacer morir, he aquí que aparece, con la tecnología del biopoder, un poder continuo, científico: el de hacer vivir. La soberanía hacía morir o dejaba vivir. Ahora, en cambio, aparece un poder de regulación consistente en hacer vivir y dejar morir”. Entonces, Foucault se pregunta cómo pudo Hitler ejercer el derecho soberano de matar, de mandar a matar a los judíos, que eran ciudadanos alemanes, incluso de exponer sus muertes al resto de la población y al mundo, en un contexto de hegemonía del biopoder cuyo fin es el de potenciar la vida (prolongar su duración, evitar los accidentes, etc). Hitler tuvo que recurrir al racismo para poder introducir una separación entre lo que debía vivir y lo que debía morir. Esta es la primera función del racismo, dice Foucault: fragmentar, dividir, tal como Milei separa entre los argentinos de bien y el resto de la población. En ese sentido, podemos pensar esa separación en términos de lo que debe seguir existiendo y lo que no (los empleados públicos). La segunda cuestión tiene que ver con que el racismo permitirá establecer una relación entre mi vida y la muerte del otro que no es de tipo guerrero sino de tipo biológico. La supervivencia de la raza aria, planteada como superior, se pensaba purificaría a la raza alemana. Trayéndolo al mundo del trabajo y de la actualidad, la eliminación de la raza inferior (los ñoquis, los planeros, los negros de mierda, los piqueteros) es lo que hará de la sociedad argentina una raza “de bien”. Este principio refiere al reforzamiento biológico en términos de la teoría de la selección de las especies de Darwin. Biología. Biológico.

El racismo es la condición de aceptación del homicidio. Donde haya un poder que sea un biopoder, el racismo resulta indispensable para poder condenar a alguien a la muerte, para hacer morir a alguien. El racismo representa la condición con la cual se puede ejercer el derecho de matar. Si el poder de normalización quiere ejercer el viejo derecho soberano de matar, debe pasar por el racismo”.

Pero atención porque Foucault habla también de asesinato directo o muerte indirecta, de exponer a la muerte o de multiplicar el riesgo de muerte. Yo me pregunto, en el contexto económico apremiante en el que vivimos en Argentina, ¿dejar a alguien sin trabajo no es, acaso, dejarlo morir? ¿Exponerlo a circunstancias que deriven en su muerte directa? En el caso de que ese empleado público, piquetero, planero, no pueda conseguir trabajo o recurrir a alguien por ayuda, ¿cómo procurará su subsistencia sin ingresos económicos, si además tomamos en cuenta que el gobierno ha cancelado programas de ayuda social básica como la asistencia a los comedores donde se provee de alimentos a quienes no pueden adquirirlos?

Si este argumento resulta insuficiente, vayamos un paso más. Recortar la entrega de medicamentos oncológicos a pacientes con cáncer, que durante décadas formó parte del presupuesto nacional, independientemente de la bandera política que gobernara, ¿no es acaso dejar morir, exponer a  la muerte, multiplicar el riesgo de muerte de esas personas? Para quien quiera argumentar que un paciente oncológico terminará muriendo de todos modos, muy probablemente producto de su enfermedad, habría que decir que la función del biopoder es justamente prolongar la vida, no acortarla. Sino pregúntenle a algún familiar directo si les da lo mismo un mes más con su ser querido o no.

Pero si aún estos argumentos no terminan de convencer sobre el racismo asesino del gobierno fascista que democrática y autoritariamente gobierna en Argentina, puedo presentar una evidencia más. Recientemente se difundió una carta escrita por la mamá de una empleada pública que se suicidó. Leanla por favor:

Su psiquiatra de cabecera dijo claramente que dentro de un cuadro depresivo hubo un detonante y fue el temor a perder su trabajo como contratada en el Ministerio de Salud de la Nación con 17 años de antigüedad. Ella era psicóloga. Empezó a sentir la obsesión por la pérdida laboral, la indefensión que eso le provocaría y la carga que representaría para sus padres. Sintió que la red humana solidaria de la sociedad se había roto y ya no la contenía. Por eso repito que se cayó por unos de esos agujeros. También siento la necesidad de decir que no sólo habrá más agujeros sino que hay muchos seres anónimos que también cayeron y que caerán. Ella amba la vida pero la enfermedad la pudo y esta sociedad semidestrozada por la idea del individualismo no la sostuvo”.

El hecho de que era psicóloga le permitía entender perfectamente adónde estaba yendo su mente, por eso su madre describe con tanta precisión técnica la antesala del suicidio. Refiere directamente al individualismo, la causa directa del suicidio de tipo egoísta descripto por Durkheim, y una de las características principales de nuestras sociedades en la actualidad. Pero lo más destacable de esta carta es que, si hablamos de dejar morir y de muertes indirectas o exposición a la muerte, este relato, que además advierte sobre otras tantas víctimas anónimas que ”cayeron y que caerán”, nos permite advertir las consecuencias directas de una política de desguase estatal. Es muy fácil condenar el holocausto con el diario del lunes, lo difícil es entenderlo mientras está sucediendo. Y eso es lo que nos está sucediendo a nosotros, no en términos de muertes directas pero sí indirectas.

Por último, me gustaría remitir a la conceptualización del poder de Foucault para explicar, parcialmente, cómo es posible que el discurso racista libertario se haya impuesto entre nosotros. Foucault nos enseña que debemos estudiar el poder allí donde su intención -si existe- está investida en prácticas reales y efectivas; en su cara externa, allí donde está en relación directa e inmediata con aquello que podríamos llamar, provisoriamente, su objeto. Esto es así porque el poder no es algo que se divide entre los que lo detentan como propiedad exclusiva y los que no lo tienen y lo sufren. El poder es, y debe ser analizado, como algo que circula y funciona en cadena. Nunca está localizado aquí o allí, dice Foucault, nunca está en las manos de alguien, nunca es apropiado como una riqueza o un bien. Los individuos son siempre sus elementos de recomposición. El poder no se aplica a los individuos, sino que transita a través de los individuos. No se trata de preguntar a los sujetos como pueden aceptar dejarse sujetar, sino de mostrar como hacen las relaciones efectivas de sujeción para fabricar sujetos.

Entonces, debemos preguntarnos ¿cómo hace el discurso libertario para fabricar militantes del ajuste? ¿Desde qué lugar los convoca? Foucault nos enseña que el racismo “funciona” porque los enemigos que se quiere suprimir no son los adversarios, en el sentido político del término, sino que son los peligros, externos o internos, en relación con la población y para la población. Así, los empleados públicos, señalados como los responsables del déficit y, por ende, de la temida y odiada inflación, pasan a ser el blanco de una política de exterminio presentada a la sociedad como un plan motosierra para mejorar la vida de los argentinos de bien. Desde ese lugar, el discurso libertario logra fabricar sujetos militantes del ajuste en tanto los convence de la peligrosidad de la continuidad del exceso del gasto público. Por último, el discurso libertario convoca y contiene el voto desde un pedido de paciencia y de soportar medidas económicas drásticas que en un futuro se promete serán beneficiosas. En definitiva, se pide un acto de fe mientras se aniquila con total libertad la vida de miles de argentinos que no entran en la categoría “de bien”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las madres no

Laura se fue, se desconectó del lazo social que la unía a la vida

Yo vi inmigrantes encadenados