Javier Milei, el candidato que atrasa un siglo

Recientemente en Argentina hubo elecciones primarias para todos los cargos políticos de cara al próximo fin de mandato que sucederá en diciembre de este año. Sucedieron cosas muy interesantes que me gustaría analizar en este espacio porque tienen mucha relación con el tema principal de este blog: la violencia. La violencia podría pensarse en los términos en los que Foucault pensó la dinámica del poder: como algo que circula y subyace en las bases y las superestructuras sociales. Un elemento dinámico y constante. Una sociedad no es violenta por generación espontánea sino que el germen de dicha violencia se lo puede encontrar en diversos ámbitos del transcurrir social. La política es uno de ellos.

Lo más curioso de estas elecciones es que un candidato que en las anteriores y no muy lejanas votaciones no había obtenido un apoyo significativo, resultó el candidato más votado, con el 30%, superando a las dos fuerzas partidarias más importantes del país: el kirchnerismo y el macrismo. Resulta, además, que ese tal candidato es un outsider de la política, de hecho es un economista cuasi mediático que apareció en los medios hace algunos años como una especie de personaje de color. Llamaba la atención por su aspecto pero, sobre todo, por sus ideas económicas, las cuales expresaba sin ningún tipo de pudor. Ese mismo candidato decidió incursionar en la política y en el año 2021 fue electo diputado nacional. Hoy, apenas dos años después, podría convertirse en el próximo presidente de todos los argentinos.

El otro dato curioso de las elecciones es que el nuevo partido, bautizado “La libertad avanza”, obtuvo su mayor caudal de votos a nivel federal, es decir, en el interior del país, donde ganó en 16 de 24 distritos (66% del total país). No así en Capital Federal y provincia de Buenos Aires, donde ganaron, como lo hacen históricamente, las otras fuerzas políticas. Todos los medios, a través de sus analistas y periodistas políticos, expresaron asombro e incredulidad. Es que las encuestas habían previsto otros resultados. Todo falló. Lo que no vieron, por estar mirando para otro lado y por utilizar métodos de sondeo obsoletos, fue la consolidación de una derecha conservadora, latente desde siempre, pero que fue ganando adeptos conforme se dilataba la permanencia del gobierno kirchnerista en el poder. Algo que sí pudo ver, descubrir y analizar con bastante antelación una revista digital con grandes plumas puestas al servicio del análisis y no simplemente de la información. Revista Anfibia venía poniendo en primera plana a Javier Milei desde hacía varios meses, pero no para hablar de él, sino para mostrar a sus simpatizantes que cada vez crecían más y tenían una característica muy peculiar: gente joven, muy joven, que se comunica por Twitter y Tik Tok. Y liberales acérrimos, por supuesto.

Milei no llegó a ganar las elecciones con el apoyo de un tercio del electorado por fraude, muchos menos por suerte. Se venía gestando a espaldas del poder una generación de nuevos pensadores con ideas muy antiguas. En este artículo voy a demostrar por qué Milei atrasa un siglo y lo voy hacer a partir de un análisis discursivo. Todo está ahí, para el que quiera ver.

En primer lugar, Milei habla como profeta. “No vine a guiar corderos, vine a despertar leones”, proclama, y sus seguidores se excitan. Nótese la expresión “venir” que refiere la llegada de una especie de mesías que ofrece la salvación. ¿La salvación de qué? De los kirchneristas, por supuesto, y de todo lo que representan. Si hay algo que encolumna a estos votantes no son las ideas liberales, sino aún más el odio visceral al gobierno populista que se perpetuó en el poder desde 2003. Hay una fuerte connotación religiosa en todo el discurso de Milei, de tinte católica.

En segundo lugar, vayamos con las contradicciones. Según lo que expresan él y sus compañeros de fórmula, están a favor de la compra-venta de armas y de órganos, pero están fuertemente en contra del aborto. Es más, planean enviar un plebiscito para discutir una ley que fue votada y aprobada en el senado. ¿Cuál es la contradicción? Que tanto el libre comercio de armas y de órganos como el aborto implican, necesariamente, muertes; pero tal parece que algunas muertes son más válidas que otras. Esto implica una doble moral donde la carga valorativa de ciertas acciones proviene de prejuicios pre-establecidos. Y la principal diferencia entre lo que avalan y lo que no está fuertemente relacionado con la cuestión religiosa dogmática. Son pro mercado para comerciar con absolutamente todo, incluso vidas humanas; pero, a la vez, son muy católicos ortodoxos como para no permitir un aborto.

El elemento religioso en el discurso de Milei y su séquito también se encuentra en su convicción acerca de eliminar la Educación Sexual Obligatoria. El principal argumento que aportan es que se trata de un adoctrinamiento. No es casualidad que dicho argumento sea el mismo que empleó la Iglesia Católica durante mucho tiempo para oponerse a que se le hable de sexo a los chicos. No es casualidad tampoco que la mayoría de los abusos de menores provengan de ámbitos netamente privados como el hogar familiar y que la iglesia católica haya sido en más de una ocasión objeto de humillación por casos de pedofilia. Esos mismos sectores conservadores, responsables -a la luz de los datos-, de los casos de abusos, son los que se oponen –desde una argumentación política-, a la implementación de la educación sexual en las escuelas. Sin embargo, la ESI tiene como principal función nada menos que capacitar a los menores para que puedan defenderse de sus abusadores, esos mismos que plantean que los están “adoctrinando”.

En cuanto al lenguaje y a las expresiones idiomáticas, encuentro varios aspectos a destacar. En primer lugar, logró instalar el término “la casta” para referirse despectivamente a todos los políticos tradicionales argentinos, y condensar así en esa expresión, todo el odio y la violencia hacia ellos. En segundo lugar, observo que repite frases tipo casette. Por ejemplo, cada vez que le preguntan por su dudosa salud mental, él responde que “la diferencia entre un loco y un genio es el éxito”. Es decir, no responde la pregunta, sino que la evade con una fórmula. En consonancia con lo anterior, en general se observa el uso de rodeos idiomáticos para decir lo que quieren decir, pero sin decirlo. Por ejemplo, cuando les preguntan por la libre portación de armas, responden que “no van a desalentar la compra-venta de armas”. Esto equivale a decir que no la van a prohibir. Es afirmar algo a través de una negación. Como cuando Julio Cobos dijo en el Senado “mi voto no es positivo” para frenar la ley de retenciones móviles al campo.

Por último, y como rasgo más interesante, emplean falacias para convencer al electorado. Una de sus principales argumentaciones tiene que ver con “volver a una Argentina potencia mundial como granero del mundo”. ¿A qué se están refiriendo? Al período 1880-1916 gobernado por la oligarquía. Ese modelo liberal conservador a ultranza que existió hace más de 100 años constituye el Edén para Milei y sus seguidores. El lugar al que quieren volver. La pregunta sería si es posible, incluso si es viable y deseable, regresar en el tiempo un siglo. Recordemos que el siglo XX fue el escenario de grandes avances en todos los ámbitos: tecnológicos, médicos, científicos, artísticos, sociales. ¿Por qué desechar todo eso para volver a una época en la cual la mayoría de la población no gozaba de ningún derecho y era gobernada por una casta elitista que se llenaba los bolsillos con sus exportaciones de granos? Porque eso es lo que no te cuentan, o lo que omiten. Esa foto que ilustra Milei de una Argentina exitosa y rica lo era pero sólo para unos pocos: los terratenientes dueños de las tierras. El gobierno oligárquico, también llamado “generación del 80”, se caracterizó por el fraude electoral y la exclusión de las masas, en su mayoría analfabetas. La otra cuestión a destacar y que constituye la falacia que mencioné anteriormente, es creer que un país exportador de materia prima en un mundo globalizado y con división del trabajo puede significar convertirse en una potencia mundial. Argentina nunca fue una potencia mundial. Y no lo será nunca en tanto siga exportando materias primas e importando manufacturas. Es una cuestión de balanza comercial. Porque, verán, la clave del capitalismo es comprar barato y vender caro. Las potencias mundiales son las potencias industrializadas (Estados Unidos, Europa, China, etc). Me duele ver cómo es tan fácil para algunos oradores embaucar a tantas personas con simples mentiras. Si no sos un empresario agropecuario, el cambio que proponen no te va a beneficiar. No vas a poder exportar en dólares sin restricciones, sino que probablemente te vas a quedar sin laburo y vas a tener que remar solo porque el Estado se va a tomar el buque.

Entonces, nos queda la cuestión del tiempo que engloba todo el discurso libertario con una consigna falaz y cruel: “volver a un pasado que fue mejor”. Sólo que les falta terminar esa oración: “para algunos pocos”. Eso fue lo que sucedió hace más de cien años en una Argentina incipiente y en formación. Todas esas propuestas que hoy, a la distancia, parecen nuevas, no lo son. Son viejísimas, de hecho. Ya se pusieron en práctica y fueron superadas por mejores alternativas. Por ese motivo Milei atrasa un siglo.

Por último, quiero referirme al aspecto central y el que me convoca a escribir cada semana: la violencia. Voy a describir a Milei en términos discursivos, basada en lo que veo de él en los medios y en las diversas entrevistas que brindó. Milei se enoja bastante, grita, incluso vocifera. Es visiblemente un apasionado en sus insultos. Se exaspera cuando no lo dejan hablar o redondear sus propuestas económicas. Ningunea a los opositores. Carpetea públicamente a quienes lo atacan (esto es lo que pasó con Lali Espósito, por ejemplo, a quien le echaron en cara sus contratos estatales para bajarle el precio a sus críticas). Es vengativo (negó alianza con los otros partidos porque le jugaron sucio en la campaña). Es soberbio. No es humilde. Casi despide a Carolina Piparo en vivo cuando le dijeron que ella no había negado una posible alianza con Grindetti en la provincia de Buenos Aires. Por todas estas características, Milei es autoritario y, como todo autoritario, es un violento.

Un violento que quiere gobernar y fomentar la compra venta de armas y de órganos humanos, dejar a los chicos carenciados sin escuelas estatales y a los enfermos pobres sin cobertura de salud básica. La semana que viene voy a ahondar en sus propuestas económicas y en su ataque feroz al concepto de justicia social, pero hoy me interesa cerrar con un perfil de una persona ávida de poder por los motivos equivocados. Hemos tenido gobernantes corruptos que durante décadas han saqueado el Estado. Su motivación principal era el robo y la estafa. Milei no quiere robarnos, quiere algo incluso peor: quiere venganza. Ahí está la raíz de su violencia y, por ende, de la violencia que expresan todos sus seguidores. Quieren zanjar el tiempo perdido en manos de gobiernos populistas. Eso es lo peligroso de dar vía libre a un grupo de personas dispuestas a todo con tal de acabar con la fuente de su enojo. Son anti zurdos, anti socialistas, anti kircheristas y, por sobre todas las cosas, como bien dijo Lali, son anti-derechos. Esos derechos que te garantiza el Estado por el solo hecho de su existencia. Pero como planean dinamitar el Estado, todos esos derechos desaparecerán con él y con el vacío de su financiamiento.

Yo, al igual que Pampita, no quiero vivir en el país que propone Milei. Y espero de corazón, con lo poco que me queda de esperanza, que los que tienen pensando votarlo en octubre, reconsideren su voto. Puede quedar en simples propuestas alocadas o puede cristalizarse para siempre. De nosotros depende. Una vez en el poder, alguien como Javier Milei no tiene vuelta atrás. Entiendo que los otros partidos no entusiasman mucho, pero por lo menos no proponen exterminar todo lo construido. No todo es malo, no todo debe romperse. Hay que hacer más eficiente el Estado, lo que no podemos hacer es desaparecerlo.

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