Usted, ¿es un argentino de bien?
Sensación
cada vez que escucho a Javier Milei, el nuevo e insólito presidente de
Argentina, decir la frase “argentinos de bien”: escozor. Esto me sucede por
varios motivos:
1. El
presidente electo gobierna a todos los ciudadanos, no sólo a un grupo
supuestamente afín;
2. Esa
estructura gramatical “de bien”, que adjetiva al sustantivo argentinos, ¿qué
significa? ¿qué representa, específicamente, para quienes lo esbozan? ¿alguien
se lo pregunta?
3. No encuentro
forma más racista de dirigirse a alguien que denotándolo blanco frente a negro,
bueno frente a malo, digno frente a indigno.
Para mi
sorpresa, buscando referencias de esta frase clasista y discriminatoria,
encontré que el insípido ex presidente Alberto Fernández la pronunció en un
discurso en el 2020, en medio del contexto de la pandemia del coronavirus. Dijo
lo siguiente: "El día que termine la
pandemia habrá un ‘banderazo’ de los argentinos de bien". Qué grave
error para un referente supuestamente populista dividir las aguas entre el bien
y el mal, alimentando la grieta que amenaza directamente con destruir las bases
mismas de su poder político. Un desacierto más a su larga lista de omisiones.
Pero, si
buscamos aún más atrás, resulta que otro ex presidente ya hablaba en términos
de “argentinos de bien”. Claro, Macri. Aunque él lo decía a su manera: “gente como uno”. ¿Qué será la “gente
como uno”? Yo, por ejemplo, con Macri no tengo nada en común. Ni la herencia,
ni la situación económica, mucho menos la laboral. No comparto clase ni círculo
social. ¿Ustedes? ¿Quiénes son los pocos que pueden emparentarse con un mega
millonario como Mauricio Macri y pertenecer a la elite que él denomina “gente
como uno”? Ahí vamos delimitando el concepto, ¿no?
Sin embargo,
Milei no es Macri. Es mucho más y mucho peor. Las ambiciones de Milei son
extraordinarias. Macri solo quería poner en su cv “presidente de Argentina” y
enrostrarle al padre un mérito superlativo; también hacer varios negocios súper
exitosos de los cuales vanagloriarse. En síntesis, la vanidad. Milei, en cambio, no llega por aspiraciones
personales. Él es un fanático. Un confeso religioso ideólogo que encomendó
su vida a una causa en la cual cree fervientemente: cambiar a la Argentina,
destruyendo todo lo que para él y su grupo de pertenencia constituye el cáncer
de nuestro país (los “zurdos hijos de
puta”). Por eso lo
emparenté con Hitler, porque el líder nazi creía en las mismas ideas que lo
llevaron a exterminar a los marxistas judíos para depurar a la raza aria
alemana. ¿Será la raza aria alemana un equivalente de lo que representan los
argentinos de bien para Milei y compañía?
Tal como
dice Federico
Chechele en Canal Abierto, el término “argentinos de bien” es un concepto
semántico, ideológico y puramente racista que “pone todas las virtudes de un lado de la sociedad y todos los defectos
del otro”. En efecto, agregar “de bien” a la categoría argentinos produce
una división, una escisión entre los buenos y los malos. Una nueva grieta o quizás la
misma de siempre, potenciada. El problema es de tal magnitud, y no ya
sólo semántica, sino política y ciudadana, porque a quienes se encuentren fuera
de la caracterización “de bien”, ¿quién los gobierna? ¿tienen derecho a un gobierno?
El egresado
con honores de la UBA e investigador del
Conicet, Diego
Reynoso, alertó sobre dos cuestiones apenas asumido el nuevo presidente. En
primer lugar, “Milei, en su discurso
inaugural, sólo saludó a los argentinos de bien”. Por favor no crean que
este es un hecho poco significativo. Recuerden que las palabras crean
realidades. Un presidente que sólo se dirige a un sector de la población, que
ni siquiera está concretamente definido, deja sin representación política y democrática
a millones de argentinos con los mismos derechos tan sólo por el hecho de ser
ciudadanos. No importa si lo votaron, o votaron en contra, o impugnaron el voto.
El gobierno electo por la mayoría representa a la totalidad del electorado. Nuevamente
hay que explicarle a este grupo de amateurs cómo funciona el sistema
democrático, ese que se empeñan en denostar y humillar.
Reynoso hizo
hincapié, en el artículo de Perfil, en los “tintes
polarizantes” del discurso de Milei y advirtió el 20 de noviembre de 2023
que “podía haber conflictos de poderes entre
el Congreso y el Ejecutivo", algo que hoy estamos viendo concretarse y
que provocó un reflejo del 2001 al candor de los cacerolazos. Pero claro, ¿para
qué sirve el Conicet? A Reynoso no le daban las cuentas de cómo Milei iba a
lograr todo lo que proponía sin la mayoría de los legisladores. Es simple: no
va a ir por la vía legal, para eso la tiene a la Vice. Por eso, también, se
visten de militares camuflados para ir a ver a los muertos de Bahía Blanca y
decirles en la cara “que se arreglen con
sus propios recursos”. Son kamikazes de la ultra derecha.
Volviendo a
la cuestión semántica, no coincido con Federico Chechele en su caracterización
de los Argentinos De Bien (ADB). No porque no tenga razón sino porque lo hace
desde el punto de vista del auto percibido argentino de bien, y a mí me
interesa mucho más la definición de Argentino De Bien que circula del poder
hacia las bases; es decir, del gobierno hacia el pueblo. Porque la única
caracterización que importa es la que definen quienes hoy detentan el poder
político ya que son ellos quienes pueden, efectivamente, incluir y excluir de su
proyecto de gobierno según esta incierta lista de virtudes aspiracionales. Me atrevo
a decir que incluso muchos de sus orgullosos votantes no entran en la categoría
de “argentinos de bien” que todavía se sostiene en suspenso. En mi humilde
opinión, ese círculo es tan pequeño que se reduce a una escueta elite que
concentra el poder económico y que coincide con los beneficiarios directos de
su más reciente obra de arte: el famoso DNU que se propone como golpe de Estado
a la democracia y como puerta de entrada para los capitales concentrados,
locales y extranjeros, ávidos de negociar con los valiosos recursos naturales
soberanos.
Y me
pregunto, desde la más absoluta perplejidad, ¿por qué asumieron que no iba a
hacer lo que dijo que iba a hacer, igualmente lo votaron, felices, y diez días
después, cuando se dispuso a hacer lo que les dijo que iba a hacer, salen a
querer frenarlo con golpes de olla? Se lo frenaba con el voto. Ahora ya es
tarde.
Desde afuera
nos analizan como caso extraño. María
José Landaburu de Info Libre, España, comenta para sus lectores: “Milei empezó su primera intervención, una
vez conocido el triunfo de su formación, dirigiéndose a los argentinos de bien.
Queda claro pues, y desde el principio,
a quién van a ir destinadas sus políticas, que desde luego no es a la mayoría
social, sino a aquella que alcanza el criterio ético de quien será su
Presidente, y a quienes tengan la suerte de contar con la estabilidad económica
suficiente para sentirse libres”.
Exacto,
María José. Queda claro desde el principio, y quedaba claro desde la campaña, a
quiénes iban dirigidas las propuestas de Milei: aunque se llene la boca hablando de niños pobres, inflación y empleo
precario, todas las medidas impulsadas por él van dirigidas al libre comercio
que sólo beneficia en primer y exultante lugar a los empresarios privados, en
detrimento de los trabajadores, los jubilados y los niños a cargo de ellos,
atados a un peso devaluado y a salarios atrasados e inestables. Esta es la
única verdad irrefutable, el resto es puro relato.
Por otro
lado, Landaburu acierta para mí cuando define a la caracterización de
argentinos de bien como un criterio ético. En efecto, Milei y su séquito tienen
una visión de la sociedad en extremo polarizante que distingue entre dignos e
indignos, según su vara por supuesto. Un criterio ético hecho a medida y en
consonancia directa con la ideología liberal de ultra derecha que para mí
siempre fue y será una secta que obstruye el pensamiento y que destruye la
empatía y la solidaridad con el otro. Por eso vemos a tantos jóvenes
simpatizantes de Milei alegrarse de que aumenten los medicamentos, de que
muchas personas se queden sin trabajo, de que cierren el Conicet. Son candidatos
del odio, de la venganza y la destrucción en favor de quienes creen los únicos
con derecho a ser libres: los que tengan la suerte de contar con la estabilidad
económica suficiente (una vez más acierta Landaburu). Porque, verán, termina
siendo siempre una cuestión de dinero. Será libre y exitoso el que
cuente con los medios para serlo. El que no, perecerá. Es la teoría de la
selección natural de Darwin aplicada a lo social. Hay un solo problema: es
injusto. Por eso la justicia social, ese nefasto invento –según Milei- de los
gobiernos populistas, vino a reparar ese desequilibrio con políticas sociales destinadas
a la redistribución de la riqueza. Pero eso ya no va mas, porque el 56% de los
argentino así lo decidió, sabiéndolo o no.
Me quedo
con una reflexión de la periodista española y se las dejo, sobre todo a los
votantes de Milei: “han elegido una
transformación en forma de pirueta de alto riesgo”. ¿Vale la pena todo por
un cambio? ¿Y si resulta que terminan perdiendo más de lo que creían que iban a
ganar?

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