“En el principio era la acción”. ¿Y ahora?

En el principio era la acción”. Con esta frase así de simple, así de corta, así de despampanante y desfachatada, cierra Freud su obra Tótem y Tabú, que me dejó las pestañas prendidas fuego y con ganas de más. Como expusimos en los posts previos a éste, Freud se dedica en ese escrito a comparar  la vida psíquica del hombre primitivo con la de los neuróticos porque halla entre ellos muchas similitudes. Es como si el neurótico obsesivo contemporáneo fuera una especie de versión sobreviviente con restos atávicos de ese pasado tan lejano.

Para resumir esta idea, así seguimos construyendo lo que viene en este capítulo, que es el cierre magistral de su idea, Freud encuentra –tanto en el primitivo como en el neurótico- características de lo que él define como “infantilismo psíquico”. ¿A qué responde este infantilismo? Al temor al incesto. Ya vimos cómo las tribus totémicas que estudió Freud ordenaban toda su vida social alrededor del cumplimiento de las leyes del tabú (no matar al animal tótem y no tener relaciones sexuales con mujeres del mismo tótem). También vimos cómo, luego de muchos años de consultorio, Freud pudo establecer comparaciones entre las prohibiciones tabú individuales que se autoinfligen los neuróticos y la vida primitiva. Y lo explica así:

“El psicoanálisis nos ha demostrado que el primer objeto sobre el que recae la elección sexual del joven es de naturaleza incestuosa condenable, y nos ha revelado también el camino que sigue el sujeto, a medida que avanza en la vida, para sustraerse a la atracción del incesto. En el neurótico hallamos regularmente restos considerables de infantilismo psíquico, sea por no haber logrado libertarse de las condiciones infantiles de la psicosexualidad, sea por haber vuelto a ellas (detención del desarrollo o regresión)”.

Espere un momento señor, ¿usted nos está diciendo que es posible ir hacia atrás en el desarrollo? ¿Cómo sociedad también? Sigamos.

Freud presenta en Tótem y Tabú las tres fases de las concepciones humanas del mundo. Vendrían a ser como paradigmas que dominaron, cada uno de ellos, una época histórica y fueron cediendo su lugar a nuevas ideas, más evolucionadas. Les preparé un cuadro sinóptico (¿quién dijo que tengo ganas de volver a la facu?):

ANIMISTA

RELIGIOSA

CIENTÍFICA

Magia

Religión

Ciencia

Narcisismo

Fijación de la libido en los padres

Renuncia al principio de placer

Omnipotencia del hombre

Omnipotencia de los dioses

Madurez psíquica y resignación a la muerte

 Nuevamente, gracias por Freud! Sólo él puede tomar toda la historia mundial y esquematizarla con tanta simpleza. Analicemos el cuadro y qué nos quiere decir. Tenemos tres fases, cada una con su técnica y su propia teoría del mundo. El animismo corresponde a la época primitiva en la cual el hombre creía en su omnipotencia frente a la naturaleza y desplegaba su técnica –la magia- para relacionarse con su entorno. Por eso decíamos, la semana pasada, que los primitivos estaban pasados de superstición. Freud emparenta este estadio con el narcisismo, en el cual, como sabemos, el centro es el yo. Luego viene la fase religiosa, muy fácilmente identificable con toda la etapa de los imperios, desde el principio del cristianismo hasta el final de la Edad Media. En esta concepción del mundo, la omnipotencia corresponde a los dioses y Freud identifica esta especie de cesión de poder con la etapa individual de la fijación de la libido en los padres. ¿Recuerdan el complejo de Edipo? Sería el momento en el que el niño se enamora de la madre, y la niña del padre (estadio de objetivación). Ya finalmente en la fase científica donde, como su nombre lo indica, la técnica preponderante es la ciencia –o la razón-, entramos en la etapa moderna, más contemporánea a nosotros y que se caracteriza por una madurez psíquica, según Freud. El hombre renuncia al principio de placer y, subordinándose al principio de realidad, se resigna a la muerte. Sería la última fase del complejo de Edipo en la cual la búsqueda del objeto sucede en el mundo exterior.

¿Qué les dice esta síntesis? A mí me plantea muchas preguntas, como por ejemplo: si ya transitamos, como sociedad, las tres etapas del complejo de Edipo y estamos, hace siglos, en la supuesta etapa de madurez psíquica, ¿qué sigue? Freud está asimilando la trayectoria de la humanidad con la trayectoria del individuo. Entonces, tal como el individuo nace, se desarrolla y muere, ¿también ese destino es el que nos espera como sociedad? ¿O es posible una regresión, como lo plantea Freud en relación a los neuróticos?

La teoría del complejo de Edipo es la piedra angular de toda la teoría psicoanalítica. Freud vio sexo y muerte en todo lo relacionado al hombre, en las bases y condiciones de su humanidad. Y pudo identificar el sistema del totemismo con el resultado del complejo de Edipo. Este es su razonamiento:

Si el animal totémico es el padre, los dos mandamientos capitales del totemismo (la prohibición de matar al tótem y la de realizar el coito con una mujer perteneciente al mismo tótem), coincidirán en contenido con los dos crímenes de Edipo, que mató a su padre y se casó con su madre”.

Entonces Freud se pregunta, lícitamente, si el origen de la conciencia tabú (que no es, ni más ni menos, que la conciencia moral sobre la cual se construyen las primeras organizaciones sociales) pudo haberse originado en un crimen brutal, real, en el cual los hermanos matan al padre, lo devoran y tienen relaciones sexuales con la madre (la primera fiesta de la humanidad), satisfaciendo plenamente los deseos reprimidos del complejo de Edipo; o bien, podemos pensar que pudo haber sucedido como con los neuróticos, en quienes los impulsos hostiles y las fantasías prohibidas son puras realidades psíquicas que no se traducen en acciones reales y que bastan para provocar una reacción moral asfixiante.

De esa manera, piensa Freud, nos evitaríamos remontar el origen de nuestra civilización a un horrible crimen. Supongo que eso no lo descubriremos nunca (lo que pasó), lo que sí podemos y debemos enfocar es el futuro, lo que nos espera. ¿Hacia dónde nos encaminamos como sociedad? ¿Es el fin, o un nuevo comienzo?

Freud nos explica que, en el hombre primitivo, el pensamiento se halla fuertemente sexualizado. Y lo mismo sucede con los neuróticos, en quienes encuentra una parte muy considerable de esta actitud primitiva como elemento constitucional de su psiquis. ¿Es por eso que vemos cada día más crímenes salvajes? ¿Los neuróticos modernos son hombres primitivos narcisistas que vuelven a creer en su omnipotencia? ¿Por eso matan a golpes y patadas a una persona frente a la vista de todos, como los rugbiers con Fernando Baez Sosa?

Ahora, les pido disculpas de antemano por el vocabulario que voy a emplear y espero que este posteo no llegue a menores. Voy a dar mi propia y atrevida interpretación del “(post) moderno complejo de Edipo” (tal es la impunidad que brinda internet). En el complejo de Edipo original y único, planteado por el maestro del psicoanálisis, las dos restricciones son no coger con la madre y no matar al padre. Como vemos, la violencia parte del hijo hacia los padres. O sea, de abajo hacia arriba. Por eso en el totemismo, la consciencia de culpa del hijo engendró los dos tabúes fundamentales que, causalmente, coinciden con los deseos reprimidos del complejo de Edipo.

Ahora los invito a trasladar toda esta hermosa teoría al presente, en el cual, semana a semana, a través de este blog, me dedico a exponer casos de violencia inusitada, cruel y macabra, sobre todo, de padres contra hijos. Hijos indefensos, porque son nenes muy chiquitos, incluso bebés. Entonces hoy, tengo que pensar, en base a la evidencia y a ninguna otra cosa, que las dos restricciones tabú deberían ser 1) no coger con tu hijo y 2) no matar a tu hijo. Porque lo que estamos viendo es una violencia que, a diferencia de lo que plantea el complejo de Edipo original (en el cual las tendencias hostiles van del hijo hacia el padre), la violencia circula de arriba hacia abajo, es decir, de padres a hijos, de progenitores a engendrados.

Por eso Lucio Dupuy murió asesinado a golpes por su propia madre y su pareja, previo haber sido violado por ellas. Porque la única forma de tener relaciones sexuales con un hijo es violándolo. Porque son menores, porque nunca podría haber consentimiento, mucho menos conciencia de goce. Entonces, este tipo de crímenes, y tantos otros, aberrantes, que despiertan el horror en nosotros, es lo que nos tiene que advertir de la profunda enfermedad que atravesamos como sociedad. Son, reitero, los síntomas hablando fuerte y claro. Son la fiebre.

Para ir cerrando, sólo por esta semana, lean esto por favor (es el último párrafo de Tótem y Tabú):

“Cierto es que ni el salvaje ni el neurótico conocen aquella precisa y decidida separación que establecemos entre el pensamiento y la acción. En el neurótico, la acción se halla completamente inhibida y reemplazada totalmente por la tarea. Por el contrario, el primitivo no conoce trabas a la acción. Sus ideas se transforman inmediatamente en actos. Podemos arriesgar la proposición siguiente: en el principio era la acción”.

Reiteremos, una vez más, la premisa que sostiene toda esta lógica: que es posible encontrar en el neurótico, semejanzas con el hombre salvaje. Excepto por una cosa: mientras que en el salvaje no hay represión entre la idea y la acción (vale decir, hace lo que place), el neurótico reemplaza el igualmente deseable paso a la acción, por una tarea que desarrolla en forma obsesiva y que le suministra un placer compensatorio. Entonces, mis queridos amigos, a lo que estamos asistiendo hoy en día es a un regreso a condiciones primitivas en las cuales no había mediación entre el pensamiento y la acción, en paralelo con una disminución acelerada de las represiones, ese mecanismo psíquico de nuestra humanidad avanzada propiciado por la cultura que nosotros mismos edificamos, para protegernos de nosotros mismos. Para vivir en armonía, en sociedad. Continuará.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las madres no

Laura se fue, se desconectó del lazo social que la unía a la vida

Yo vi inmigrantes encadenados