La ciencia médica psiquiátrica balbucea frente a las nuevas “madres asesinas”
Hoy, dos meses después de esos dos casos, tenemos uno nuevo, reciente, que supera en peculiaridad a los anteriores. Tengo que sí o sí volver a referirme a este posteo en el cual hablamos de lo verosímil aplicado al crimen , y a estos otros donde esbozamos un intento de explicación del efecto contagio ( aquí y aquí ). A partir de ahí, y para no repetirme, sigan conmigo analizando este tercer caso que suma nuevos datos.
En primer lugar, tenemos un crimen intra hogar que introduce un elemento nuevo que enciende todas mis alarmas. Por primera vez, desde que analiza casos de crímenes intra hogar (marzo de 2022), aparece el elemento económico. La carta que Gisel Cynthia Moreyra redactó y dejó para ser encontrada dice explícitamente: “ No soporto vivir más, tengo muchas deudas ”. Se trataba de una madre soltera, con tres criaturas a carga, sin trabajo y, al parecer, sin ningún tipo de apoyo o ayuda. ¿Qué pasa con este elemento que aparece? Un poco derriba mi tesis sobre que el sistema capitalista y todo lo material histórico no tendría injerencia en este tipo de crímenes. Me reservo igualmente la duda ya que, si tomamos en cuenta los dos antecedentes recientes de Laura y Micaela, que probablemente -es una hipótesis mía-, Gisel vio o se enteró de alguna manera, la causa para llevar a cabo el crimen intra hogar (lo que se denomina el móvil para el crimen) puede variar (Laura dijo algo de un posible desalojo y Micaela refirió el autismo de su hijo), pero seguirían siendo, en palabras de Durkheim “ excusas para el crimen ” (en su caso, para el suicidio). Quiero decir que, en la medida en que enmarquemos estos sucesos como fenómenos sociales, con causas, por eso mismo, sociales, las circunstancias inmediatas que intentan explicar el crimen serían pretextos ya que, siempre intentando explicar desde Durkheim, “ la víctima es un eco del estado moral de la sociedad ”.
¿Quién sería la víctima? La bebé asesinada es sin duda la víctima del crimen de Gisel pero, en el análisis que se pretende aquí, la víctima del estado moral de la sociedad, quien no puede sino responder a la influencia de corrientes criminológicas aún en investigación, sería Gisel, la madre asesina. Al igual que Laura y Micaela. De todos modos, habrá que seguir prestando atención a la aparición o no del factor económico y discernir si funciona como excusa para el crimen o, por el contrario, opera como determinante directo, lo cual movería el marco teórico que se pretende aquí hacia tierras más materialistas históricas.
El otro elemento por demás curioso de este caso reciente tiene que ver con la carta que dejó Gisel. Lamentablemente no la encuentro publicada, yo la vi en la cobertura televisiva. Se las voy a relatar lo más detalladamente posible: Gisel, al igual que cualquier otro suicida, pide disculpas a sus seres queridos al mismo tiempo que les dice, por última vez, cuántos los ama. Hasta ahí todo normal. Lo disruptivo es el nivel de detalle con el que se despide de cada grupo de personas de su entorno, haciendo una especie de lista con viñetas, con un mensaje específico para cada uno de ellos (sobrinas, amigas, etc). Y suma, además, especificaciones precisas con respecto a la guarda de sus dos hijas mayores, a quienes decidió no asesinar y dejar al cuidado de sus familiares. La caligrafía es prolija, la carta tiene lógica, sentido, coherencia, hasta orden. Los periodistas de Crónica no pueden evitar comparar este caso, y esta carta en particular, con el caso de Laura Leguizamón y su carta incoherente. Efectivamente, si tomamos la secuencia Laura-Micaela-Gisel, encontraremos que las madres asesinas se inspiran, evidentemente, en el caso anterior (me encantaría poder probar esto de alguna manera), se sienten habilitadas para tomar sus mismos pasos (verosímil aplicado al crimen), pero además, evolucionan en cierta forma respecto a la planificación y la escritura de las cartas que dejan tras su deliberado acto criminal.
Y ahora vayamos a la parte central de este artículo. Por todo lo expuesto anteriormente, resulta evidente que Gisel planificó y llevó a cabo el asesinato de su hija y su posterior suicidio siendo plenamente consciente de sus actos; al mismo tiempo que embargada en sentimientos de desesperación y desesperanza probablemente, tal como se desprende de la lectura de su carta suicida. Ahora bien, vayan por favor al minuto 3.21 del video de youtube de Crónica . Allí escucharán a la especialista médica que se convocó para tratar de explicar el caso de Gisel, balbucear frente a una pregunta que, en calidad de experta, ya no puede responder con total autoridad. ¿Por qué? Porque, como sostengo desde el principio de mi análisis, ya no se trata de casos típicos de insanía mental. Tenemos una mujer que redactó la carta más racional, con el pulso más firme y prolijo, explicando previo a asesinar a su bebé de un año y a colgarse del living de su casa, por qué había decidido y elegido tomar ese camino. Entonces: sale medicina, entra sociología.
Continuemos analizando el contenido de la entrevista a la médica psiquiátrica (no importa su nombre, actúa en representación de su especialidad médica). Lo primero que apunta la doctora, casi como un reflejo mecánico, es “la necesidad de determinar cual era el cuadro de base”. ¿Por qué Gisel tendría que tener, necesariamente, un cuadro de base psiquiátrica para poder cometer el acto que cometió? Volvemos al estigma que discutimos respecto del caso de Laura Leguizamón. La periodista le contesta que ni los vecinos ni los familiares refirieron que Gisel tuviera o cursara una enfermedad psiquiátrica, a lo cual la especialista se queda, en principio, sin poder esgrimir una respuesta satisfactoria e insiste en la necesidad de averiguar cómo transitó su último embarazo, cuáles eran sus antecedentes, etc. A mi modo de ver, la ciencia médica psiquiátrica ya no encuentra palabras ni explicaciones verosímiles para encuadrar los recientes y copiosos casos de “madres asesinas”.
De hecho, la periodista, muy afilada en su rol de entrevistadora, le consulta a la doctora si la carta que dejó Gisel, a todas las luces racional, no estaría hablando de una premeditación, a lo cual la especialista no tiene más remedio que confirmar que dicha carta está evidenciando una premeditación en contraste con un acto impulsivo, psicótico, de brote, que ella misma intentó posicionar como posible causa al principio de la nota. Lo que la carta nos está diciendo, efectivamente, es que Gisel eligió en total libertad su muerte y la de su hija. Ella tomó la decisión, fatal, de recurrir a la muerte probablemente por creer que era la única salida posible, o la mejor, o simplemente porque no pudo más, como ella misma se encargó de describir con sus propias palabras. En fin, lo que vemos es demasiada racionalidad para un brote psicótico o un acto impulsivo.
Si ustedes se fijan en los casos analizados en este blog de 2022 a 2024 verán que los crímenes intra hogar se caracterizaban por la ausencia de premeditación (de hecho, esa era para mí una de las características fundamentales de este tipo de crímenes). Eran actos de pura impulsividad, violencia sin freno, ausencia de racionalidad, todo era emoción y afectación. Con los últimos casos de este año, la premeditación empieza a aparecer, evidenciada en estas cartas que nos hablan de decisiones tomadas previamente a los hechos. Las determinaciones se ponen en papel, se plasman en palabras escritas. Más coherente o menos coherentemente, las madres asesinas están relatando para el exterior, para esa sociedad siempre dispuesta a juzgarlas, el porqué de su accionar. Es como si, incluso luego de muertas, se preocuparan por el qué dirán, por encajar en el rol preestablecido de madre amorosa y abnegada. Pero, más allá de eso, que me parece casi anecdótico, la aparición de la premeditación, al mismo tiempo que ingresa el elemento económico como determinante, me está hablando de un cambio en los crímenes intra hogar que habrá que seguir observando.
Quiero puntualizar un par de cuestiones más respecto de este caso. En primer lugar, el rol de los medios. Los mismos continúan, por defecto y decantación, convocando especialistas de salud mental para discutir estos casos cuando ya resulta evidente que no pueden explicar los contextos de ocurrencia de estos nuevos “padres asesinos”. Lo vengo diciendo desde que empecé este blog: no estamos frente a una epidemia de psicosis, insanía mental o locura manifiesta. En lugar de convocar a la psiquiatría, las ciencias sociales deberían empezar a dar un paso al frente para poder brindar marcos explicativos más acordes a estos nuevos casos en franco crecimiento exponencial, que ya no se explican íntegramente en cuestiones de salud mental sino que tienen causas estructuralmente sociales y, por eso mismo, colectivas.
En segundo lugar, el método de dar muerte intra hogar. Gisel asfixió a su bebé de un año con una almohada sobre su carita. Luego, improvisó una cuerda con ropas anudadas para colgarse del techo de su casa. Tenía marcas de cortes en sus venas, por lo que se presume que habría intentado ese método previamente y no le resultó. Como verán, las formas de dar muerte a un cuerpo (propio y/o ajeno) dentro de un hogar no requieren de ningún tipo de sofisticación. La señora no tenía plata, menos iba a comprar un arma y balas. Improvisó con lo que tenía a mano. Así como hemos visto casos de cuerpos rotos con mancuernas, fierros o patadas. Lo que quiero marcar con esto es que el peligro acecha como nunca. Siempre estuvieron estos elementos al alcance de la mano, pero no se usaban para escapar de los problemas. Lo único que funcionaba como barrera para evitar la muerte era esa estructura interna, producto de la sociabilización y de la cultura, que nos ponía muros y frenos invisibles pero altamente eficaces. Algo está fallando en ese mecanismo en concreto. Por eso estos crímenes intra hogar, fenómeno del siglo XXI, no tienen tanto que ver con la salud mental sino más bien con la sociología. Ahí deben empezar a construirse las respuestas, los diagnósticos y los antídotos. Son fenómenos sociales con causas sociales.
Por último, hablemos del discurso. Vuelve a aparecer el término infanticidio que hace bastante no se usaba pero que ya no puede dejarse de lado para poder referir y catalogar estos crímenes. Crónica titula el caso como "Brutal filicidio. Madre asesina". ¿A qué se debe este avance hacia un intento de enmarcar y otorgar racionalidad a las explicaciones de estos casos? Evidentemente, a una preocupación que tiene relación directa con el crecimiento en la exponencialidad. Algo que a mí personalmente no me sorprende, ya que vengo poniendo el foco en este tipo de crímenes desde los primeros casos, por lo menos los que yo registré. Lo que me queda pendiente, y en lo que espero poder avanzar en mis estudios de posgrado, es desentrañar la relación entre cobertura mediática y crímenes. La pregunta del huevo o la gallina: ¿qué viene primero: los crímenes intra hogar funcionando como réplica de casos anteriores expuestos en los medios; o la agenda mediática que corre a buscar y exponer casos que puedan enmarcarse en una continuidad temática? Reformulo: ¿el caso de Gisel es noticia porque antes estuvo el de Micaela y el de Laura? ¿Y el caso de Micaela fue noticia porque antes estuvo el de Laura? O bien ¿Micaela vio el caso de Laura y procedió a llevar a cabo su crimen intra hogar, y luego Gisel vio el caso de Laura y el de Micaela y se decidió por el propio? Teniendo en cuenta que no tenía, a su modo de ver, más opciones, esa salida, tentadoramente puesta sobre la mesa como un nuevo verosímil, se ofreció para su copia.
A todo esto, el 18 de julio, o sea 10 días antes del caso de Gisel en González Catán, una mamá de la provincia de Mendoza dio a luz en forma prematura en su hogar y, cuando llegó la ambulancia, se encontraron con que la bebé había fallecido…pero por asfixia mecánica. Esta noticia la llevó a primera plana Infobae, probablemente haya salido en los noticieros también. Al parecer, la madre dio a luz a una bebé perfectamente sana a quien luego asfixió con una bolsa de plástico en la cabeza. Dice el cuerpo de la nota: “las autoridades buscan precisar si la mujer actuó con intención o si padeció alguna alteración de sus facultades mentales durante el episodio”. Suerte con eso.
A su vez, la misma nota rescata y pone en conexión directa, el caso de una joven mamá que, días atrás, en la provincia de Buenos Aires, había matado a su bebé recién nacida, tirándola a la basura de su propio hogar. Resulta que, cuando la abuela levantó la bolsa para sacarla a la calle, detectó que tenía un peso inusual. Claro, en ella había una bebé de 2,5 kilos llegada a término y desechada como si fuera una cáscara de banana. Así estamos país, y hacemos bien en contarlo y afrontarlo.
Por último, Crónica se pregunta, en su videograph, con letras de molde gigantes: “¿Por qué mató a su propia hija?”. Esa pregunta es la que nos tiene que desvelar a todos, no sólo a mí, que no soy nadie. ¿Por qué los padres, en este arranque de nuevo siglo, matan a sus propios hijos, en el interior de sus hogares, a resguardo de cualquier intervención? ¿Por qué algunos incluso eligen evadir la pena suicidándose? ¿Por qué otros continúan viviendo sin pena ni remordimiento? ¿Es porque no pueden mantenerlos? ¿Es porque no los aman, porque no los desearon? ¿Es porque la vida ya no tiene valor, ni la de los demás ni la propia? ¿Es por absoluta anomia? Insisto: las ciencias sociales, en todas sus disciplinas, tienen que examinar de cerca este fenómeno que nos azota y que se está cobrando tantas víctimas inocentes. Es una guerra silenciosa, insólita, de padres contra hijos.

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