No es una simple cronología

El miércoles 21 de mayo de 2025, Laura Leguizamón, una mujer de 51 años, asesinó a sangre fría, durante la madrugada y en su departamento de Villa Crespo, a su esposo y dos hijos adolescentes. El arma homicida fue un cuchillo de cocina, el mismo que utilizó para apuñarlarse a sí misma en el corazón y suicidarse, luego de concretados los tres crímenes. Este hecho se volvió noticia y fue cubierto en forma intensiva por diversos medios de comunicación durante al menos 24 horas. También se convirtió en trending topic en Twitter durante varias horas del jueves 22 de mayo, apenas divulgada la historia en los medios.

El viernes 30 de mayo, una semana después, una mujer de 47 años y su hijo de 6 fueron hallados muertos en su domicilio de Florencio Varela. En un principio se barajó la hipótesis de que hubiera sido el esposo el autor de los crímenes pero, luego de una breve investigación, se determinó que la autora material de ambos homicidios había sido la madre. Micaela Lator le disparó a su hijo en la cabeza, creyendo que lo había matado, aunque luego se conoció que el pequeño agonizó por horas y terminó muriendo después que ella. Micaela, una evidente inexperta y primeriza a la hora de matar, se disparó luego a sí misma, primero en la cabeza, pero la bala apenas la rozó, por eso tuvo que efectuar un segundo disparo en el pecho.

Laura Leguizamón dejó una carta manuscrita, manchada de sangre, con frases inconexas que hablaban de un peligro que ella temía para su familia (relacionado a problemas económicos y un supuesto desalojo) y que la habría llevado a tomar la drástica de decisión de acabar con la vida de todos. Micaela Lator también dejó una carta, dirigida a su esposo, en la que relataba los motivos de su decisión relacionados con problemas de pareja y dificultades concernientes al diagnóstico de autismo de su hijo.

¿Por qué pongo en conexión estos dos hechos? Por el mismo motivo por el que conecté los asesinatos inmediatamente posteriores a Lucio Dupuy, con la misma mecánica, motivos y características; o la seguidilla de bebés “olvidados” en los autos de 2018. Porque no creo en las casualidades y porque advierto cierto patrón que me gustaría investigar en profundidad en la maestría en criminología que estoy a punto de iniciar. Al respecto, pienso en, al menos, tres hipótesis: en primer lugar, los casos concretados y difundidos masivamente en los medios de comunicación funcionan como pivote de habilitación para futuros casos que se despliegan en un lapso muy corto de tiempo (días) con casi idénticas características; en segundo lugar, los medios de comunicación, atentos a los principios de agenda setting, deciden volver noticiable hechos que marcan una continuidad narrativa respecto del primer caso; y, por último, una conjunción de ambas hipótesis: efectivamente, los hechos reales y mediatizados que habilitan un nuevo verosímil en materia de crímenes intra hogar funcionan como trampolín para que otros sujetos, permeables y propensos al efecto contagio, decidan el paso a la acción, combinado con un interés de los medios por continuar con una agenda mediática de alta repercusión y visibilidad (que por supuesto se relaciona directamente con ganancias comerciales).

Va una aclaración importante: los crímenes suceden por fuera de la esfera mediática. El crimen que da inicio a una seguidilla de crímenes similares -en este caso, el de Laura Leguizamón-, es un hecho real y concreto con causas probablemente tanto individuales como sociales. Me interesa indagar, sobre todo, no en lo circunstancial de este tipo de crímenes (vale decir, en las cuestiones netamente individuales que funcionan como excusas o pretextos para el crimen), sino más bien en las causas de tipo estructural que determinan, de afuera hacia adentro, el crecimiento en la incidencia de lo que denomino crímenes intra hogar. Ese es un camino que quiero e intento recorrer, siguiendo los pasos que marcó Durkheim respecto al fenómeno criminal de su época: el aumento de los suicidios de tipo egoístas. Pero, por otro lado, y en conexión por supuesto con esta vía de investigación, me interesa muchísimo entender el rol que cumplen los medios de comunicación en tanto habilitadores, por lo menos en principio, de relatos de una saga.

Me explico un poco mejor. Yo me pregunto lo siguiente: ¿el caso de Micaela Lator hubiera sido noticia si no lo hubiera sido antes, con escasa antelación, el de Laura Leguizamón? ¿Micaela Lator vio el caso de Laura en las noticias? Si lo vio, ¿se identificó con él? No la tengo para preguntarle si la exposición a los pormenores del crimen intra hogar de Laura funcionó en ella como inspiración o habilitación para el crimen que ya venía pensando e imaginando sin atreverse a concretar porque, lamentablemente, igual que Laura, se suicidó luego de matar a su hijo. Pero creo que vale la pregunta. ¿Por qué después de un caso de alta exposición mediática con alguien matando dentro de un hogar a un familiar directo vemos suceder, en formato cascada, una seguidilla de noticias con casos que parecieran copiar o replicar al primero de la serie? Sigo y me pregunto: ¿estos hechos de violencia suceden todo el tiempo, indiscriminadamente, y sólo se vuelven noticiables en función de un momento específico de la agenda mediática habilitado por un caso previo que captó el interés de la audiencia? O, en contraposición, ¿es ese primer caso, mediatizado y viralizado, el que funciona, no sólo como puntapié para una saga mediática sino incluso como condición de posibilidad para la concreción de los crímenes que le suceden?

Freud decía, en Totem y Tabú, que el ejemplo es siempre contagioso. Y Durkheim nos agrega la cuestión de la dimensión física del contagio. En una epidemia de suicidios de su época encontró que, una vez quitada una soga que colgaba del pasillo de un hospital, cesaron los suicidios. ¿Acaso Micaela Lator no replicó el mismo ejemplo de Laura, matando a su hijo y luego suicidándose? ¿Dejando una carta explicando y pidiendo perdón? ¿Planificando el momento exacto para que nada ni nadie pudiera impedir lo que estaba a punto de hacer? ¿Qué nos impide pensar que Micaela, probablemente viendo el caso de Laura Leguizamon en la tele, no se sintió impulsada a imitarla? “Cuando el ejemplo de un hombre que ha transgredido una prohibición induce a otro hombre a cometer la misma falta es porque la desobediencia de la prohibición se ha propagado como un mal contagioso”, dice Freud. ¿Y si la dimensión de contacto en una sociedad hipermediatizada pasa por, justamente, los medios de comunicación? ¿Qué pasa si pensamos en los medios funcionando como ese gancho colgando del techo, mostrando un método, una historia, un hecho real que puede funcionar como ejemplo para otros sucesores? Como bien dice Durkheim, “no puede haber imitación si no existe un modelo que imitar, pues es claro que no se puede imitar lo que no se ve”.

¿Cómo nos enteramos de los crímenes, suicidios, delitos? Si no fuimos testigos presenciales, oculares, la forma de tomar contacto con estos hechos está mediatizada, a través de redes sociales o medios de comunicación. Las pantallas nos muestran formas de, recetas detalladas de cómo dar muerte a alguien al interior de un hogar, con utensilios caseros, como puede ser un cuchillo de cocina, una mancuerna, o simplemente mediante golpes y patadas. Son el ejemplo con el cual tomamos contacto, el modelo a imitar.

Otra cuestión relevante a prestar atención, muy característica también de ésta, nuestra época, es lo que yo considero la evasión de la pena. “Cuando un individuo ha conseguido satisfacer un deseo reprimido, todos los demás miembros de la colectividad deben de experimentar la tentación de hacer otro tanto; para reprimir esta tentación es necesario castigar la audacia de aquel cuya satisfacción se envidia”, nuevamente Freud. Este blog se llama “la cárcel ya no da miedo”, lo expliqué detalladamente durante todos los primeros posteos: el sistema de castigo monopólico actual (la privación de la libertad), en contraste con los múltiples métodos de épocas anteriores, no está cumpliendo la función principal que de él se espera que es la prevención del crimen. Así, no sólo el castigo no se corresponde con la medida del delito ni se le opone ejerciendo ningún tipo de fuerza (por múltiples cuestiones que tienen que ver con las fallas de la justicia, la corrupción, etc), sino que, en determinados casos, como el de estas dos homicidas, se interpone el suicidio como redentor y evasor de la pena. Es decir, matar y luego matar-se funciona como la fórmula perfecta para llevar a cabo un plan homicida, evitando la tediosa y torturante fase posterior de castigo e inquisición social. Insisto con que hay que prestar mucha atención a la propagación de este tipo de casos porque se están poniendo sobre la mesa métodos efectivos, en términos prácticos, sólo para valientes o angustiosamente desesperados.

Otra cuestión a destacar es el empleo de la categoría filicidio. Este término existe hace bastante por supuesto pero su reciente empleo en noticias mediáticas nos tiene que hablar de hechos que empiezan a convertirse en fenómenos sociales más generalizados. Ya no se trata de un caso aislado, cada tanto, sino de una tendencia, tal como vengo adelantando en este blog desde el 2022.

Por último, vean la foto que acompaña esta entrada. En ese barrio de casas bajas de Florencia Varela una madre perdió el control de sus impulsos. Se dejó llevar por una corriente social que no sabemos bien de qué va todavía pero que está haciendo estragos. Tal como otra mamá, apenas días antes, había acuchillado a sus hijos a sangre fría mientras dormían, esta mamá, según mi hipótesis, vio el caso de Laura Leguizamón en los medios y decidió seguir sus mismos pasos. Su trágica historia resultó permeable a este ejemplo que le venía desde la pantalla, que le mostraba a otra mujer, como ella, igual de maternal, que soltó cadenas. Ese barrio, esa casa, es como cualquier otra.

Estoy leyendo, tarde, Las venas abiertas de América Latina de Galeano. Hacia el inicio, cuando el autor relata la masacre de los conquistadores en el siglo XV contra los pueblos originarios de nuestro continente, cuenta que hay registros de múltiples filicidios seguidos de suicidios de madres y padres desesperados por la suerte que correrían tanto ellos como sus hijos al convertirse en esclavos de los recién llegados. Había una amenaza concreta, real, atemorizante, que empujaba a las madres, sobre todo, a asesinar a sangre fría a sus hijos para luego quitarse la vida. Lo cito porque este dato fáctico me habla de un tiempo anterior en el cual el aumento de los crímenes intra familiares respondía a una causa específica, identificable, no estoy segura de si para sus coetáneos, pero sí ciertamente para los historiadores que recompusieron la trama. Entonces, ¿el aumento de crímenes intra familiares de la actualidad, con sus características específicas ya identificadas humildemente en este blog, a qué responde? ¿Con qué cambio social en pleno desarrollo está dialogando?

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