La escuela es un lugar que contiene. ¿Que contiene qué?
Los
docentes están alertas. Por sus salarios, por supuesto, por la aberración del
sistema de vouchers pero también por la deliberada intención de confundir
respecto de la misión social insoslayable que lleva a cabo la escuela pública
desde su fundación por parte del
mismísimo Sarmiento. Como expuse previamente, las
escuelas no son empresas y su principal objetivo no es rendir ganancias
sino educar a la población. Esta evidencia parece no ser comprendida por la
gente de La Libertad Avanza, con Milei a la cabeza; o bien, su propósito es
cambiar las propias bases sobre las que se asienta el concepto de educación
pública y gratuita desde hace 200 años. La idea de cambios, en general, no es
negativa. Al contrario. Resulta claro que Argentina necesita cambiar para salir
del estancamiento y del progresivo declive social y económico. Pero hay que ser
muy cuidadosos respecto de que no se abuse de la necesidad de cambios
generalizados para distorsionar aspectos que remiten a logros arduamente
conseguidos y mantenidos con gran esfuerzo durante años, tales como la
democracia y la educación pública. En ese espíritu movilizador de cambios no
debe incluirse la premisa de reformar cuestiones que ya fueron reformadas con
éxito. Por ejemplo, el retorno de la democracia en 1983 no puede ponerse en
entredicho al igual que el número de víctimas reclamadas por sus propios
familiares desde asociaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Reescribir
la historia? ¿En favor de quién?
La escuela
pública y gratuita constituye un logro democratizador a partir del cual miles
de generaciones lograron ascender en la escala social a base del mérito y del
esfuerzo propio. ¿Por qué acabar con eso? ¿Con qué fin? Como
ya se explicó, financiar la demanda educativa en lugar de la oferta representa
un proceso tendiente a hacer desaparecer, por falta de fondos, aquellas
instituciones con escasa matrícula. Eso implica que escuelas rurales o urbanas
que no cuenten con una inscripción acorde a los números que garantizarían su
sostenimiento económico, perecerían. Como la escuela a la que asisten mis
hijos, por ejemplo. Un jardín y escuela primaria estatal en el barrio de Lanús
a la que concurren pocos chicos, apenas la mitad del cupo estipulado. Resulta que
esta pequeña escuela es eximia, al igual que las docentes que la componen. Desde
la directora, pasando por las maestras, preceptoras, secretarias, portera y
hasta la cocinera y la kiosquera. Todas mujeres nobles que educan y enseñan con
amor y verdadera vocación.
En la
última reunión de padres, la maestra de mi hija dijo algo que me quedó
resonando: “la escuela es un lugar que
contiene”. Primera cuestión: la escuela es un lugar físico que ocupa un
espacio en el cual las personas se encuentran personalmente. Estos edificios
viejos, antiguos, varios de ellos desvencijados, son los lugares donde los
chicos conectan no solo con sus educadores sino también con sus pares. Son espacios
donde se enseña la socialización primaria, esa misma que permitirá a los
futuros adultos comportarse de acuerdo a las normas sociales establecidas. Si todas
estas cuestiones siguen sin resultar imprescindibles, podemos agregar lo
siguiente: cuando se habla de la contención de las escuelas no se remite
únicamente a su dimensión física, sino también, y fundamentalmente, a su
dimensión emocional. ¿A qué me refiero? ¿O a qué creo que se refería la docente
de mi hija? A que la escuela es la
institución social que contiene a las familias. ¿Cómo las contiene? Cuando en
las familias hay un abusador, un golpeador, problemas económicos severos,
problemas pedagógicos o conductuales concretos del niño o niña, o problemas
menos graves como dificultades asociadas a situaciones específicas, la escuela,
a través de sus representantes –los docentes y directivos-, es la primera
institución que recibe y da cuenta de estas problemáticas. También es la
institución que, en muchos casos (en los que se puede), interviene
proactivamente en pos de buscar una solución. Claro que solo son noticias los
casos en los que, como falla del sistema, se obtienen los peores resultados
(como el caso
Lucio). Pero no se informa regularmente sobre todas las micro situaciones
que fluyen de los hogares hacia los colegios y que logran “contenerse” y
tramitarse exitosamente.
Es cuanto
menos humillante tener que explicitar todos los motivos por los cuales la
escuela pública y gratuita es un baluarte que debe preservarse. ¿Cómo es que no
les resulta obvio? Si con libre acceso a educación pública de calidad tenemos
los resultados que tenemos, ¿qué creen que pasará cuando la gran mayoría de
esos menores que hoy escasamente asisten a clase dejen de hacerlo porque el
nuevo sistema confabule para excluirlos aún más?
La familia,
por diversos motivos -como anticipé en algún viejo
post-, está fallando en su función normalizadora; aquella que permite
preparar ciudadanos adeptos a las normas sociales básicas de convivencia. La escuela
es el otro gran estandarte que aún con sus falencias contiene dicha precaria
situación social. Sin familia y sin escuelas públicas, ¿qué será de los miles
de millones de nuevos integrantes que se sumarán a nuestra población con nulos
conocimientos sobre cómo comportarse civilizadamente?
Si todo lo
anterior no resulta motivo suficiente para disuadir el voto a Milei, piensen lo
siguiente: el mayor opositor del kirchnerismo, acérrimo y confeso –el periodita
Baby Etchecopar-, instó a su audiencia recientemente a votar por el
kirchnerismo. Lo dijo en estos términos: “a
esta altura, ya no les pido que voten a Bullrich, voten por Massa”. Dijo,
seguramente por conocimiento de causa, que Milei y sus seguidores están
desquiciados y que no tienen estructura para gobernar por lo cual harán un
desastre. También contó hace poco que lo perseguían a él y a sus familiares
para montarle una operación de descrédito para frenar su campaña a favor de
Juntos por el Cambio. Esto es grave. Que alguien que desprecia y denosta públicamente
al kirchnerismo hace años pida que no voten a Milei (en consonancia con la carta
abierta de los intelectuales) y prefiera un nuevo gobierno de corruptos
juzgados y enjuiciados debe encender una alarma. No estamos todos paranoicos ni
exageramos. Simplemente leemos en clave social factibles desenlaces de las
políticas que amenaza con impulsar el candidato libertario. Y si, también como
preevemos, resulta ganador de las elecciones generales, todos sus votantes serán
los responsables directos de cada política cruel y asesina que como resultado
de su implementación dañe directamente el futuro de millones de personas.
Me preparo
para lo peor sabiendo que al menos no me encuentro del lado de la ingenuidad de
creer en los eufemismos
ferviente y engañosamente expresados y que, incansablemente y dentro de mi
reducido alcance, intento alertar sobre cuestiones que están en la superficie
del discurso libertario y que mis conocimientos previos me permiten
identificar.
Y me
permito agregar lo siguiente: la escuela es un lugar que contiene las pasiones.
El proceso educador engloba muchas cuestiones. En la escuela no se aprende
únicamente matemáticas y ciencias. Se aprende a convivir con el otro. A respetarlo.
A conducirse de acuerdo a reglas tácitas y explícitas. No por nada las escuelas
surgieron en los albores de la revolución industrial. Su propósito inicial
tenía que ver con uniformar y preparar a las futuras generaciones de
trabajadores asalariados. Personas que supieran comportarse en una fábrica,
bajo la presión aplastante de una cadena de montaje. El trabajo estructuró a
las sociedades. El sistema era capitalista. Con el declive de las instituciones
familiares y la reforma del sistema escolar, ¿quiénes serán los agentes
sociales encargados de contener las pasiones individuales? Me refiero a las
destructivas, sobre todo.

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