Dominación carismática y demagogia: las claves del éxito de Milei
La semana
pasada hablamos de otro candidato muy famoso en la historia mundial que se
presentó frente a su pueblo, frente a sus votantes, como alguien nuevo que
venía hacer resurgir a Alemania de las cenizas de la Primera Guerra Mundial.
Había, como señalamos, en la Alemania de esa época un clima de época
caracterizado por ciertas representaciones que dominaban el imaginario social.
Las recapitulo y las presento en este espacio porque, como sostuve, creo que Javier Milei, a diferencia de lo que quiere
mostrar y de lo que sus votantes quieren creer, no trae a la arena política
nada nuevo ni novedoso, sino ideas viejísimas, anticuadas y retrógradas que
han demostrado ampliamente su fracaso. Y sigo hablando de este tema además
porque la violencia social es el tema que me convoca a escribir cada semana y
lo que veo en un posible futuro gobierno de los auto llamados libertarios es
pura violencia sistemática por parte del aparato de gobierno. Sigo también creyendo
que todos los que vislumbramos con antelación este fatal desenlace tenemos la
obligación de hablar. De seguir hablando hasta el 22 de octubre, hasta que
entre el último voto a las urnas, de agotar todos los recursos y todas las
fuerzas porque luego será tarde, pero al menos lo habremos intentado todo.
Las ideas
reinantes en la Alemania pre nazi fueron muy bien sintetizadas por Ian Kershaw
en un libro que les recomiendo: “Perfiles de poder. Hitler”. Lo elegí porque no
narra simplemente los hechos que todos conocemos y que están documentados sino
que se dedica exclusivamente a analizar
cómo Hitler fue posible. Y encuentra convincentes respuestas que provienen
de diversos ámbitos, todos los cuales colaboraron para que semejante masacre,
avalada y permitida por el pueblo alemán, pudiera suceder.
Les pido un
esfuerzo: lean el siguiente párrafo transcripto sin omisiones del libro de
Kershaw e intenten relacionarlo con nuestra situación actual.
“Hitler venía a expresar más claramente que ningún
otro la fe en un renacimiento nacional y la destrucción de los enemigos de la nación (“tiemblen zurdos
hijos de puta”). Había una profunda antipatía por una democracia marcada por la crisis (aniversario de los 40 años de
democracia). Había además una sensación de que era necesario un nuevo comienzo para Alemania.
Las riñas de los políticos en una democracia débil y
fragmentada fomentaron la creencia en las virtudes de un gobierno fuerte,
autoritario, de ley y orden (2 de 3 candidatos expresan la necesidad de “mano
dura”). El miedo visceral al marxismo que predominaba en las clases medias y
altas alemanas, plasmado a partir de 1917 en los horrores que se percibían en
el Estado bolchevique soviético (para nosotros sería Venezuela), ofrecía la
perspectiva de una aceptación inmediata a cualquier gobierno que fuera capaz de
acabar de una vez por todas con tales temores (el fin del kirchnerismo).
Se suponía que este gobierno devolvería la primacía al fomento de la agricultura
(volver a ser “el granero del mundo”) y daría carta blanca a los dirigentes
económicos para liberar a la industria
de los grilletes del sindicalismo (liberalismo económico)”.
No estoy
diciendo que Milei va a provocar un nuevo holocausto. Sí estoy señalando que
sus ideas económicas y de administración del Estado nación no pueden ser más
conservadoras. Es imposible no remitirme a épocas anteriores que me dediqué a
estudiar y que creí superadas.
Dicho esto,
les voy a presentar la tesis mediante la cual Ian Kershaw analizó el perfil de
poder de Hitler: la dominación
carismática, un término desarrollado por Max Weber. La semana pasada
expusimos que Hitler
comenzó su carrera política cuando descubrió que tenía dotes como agitador
político, que podía movilizar a un auditorio con ideas extremas de
odio racial que apelaban directamente a las emociones más primarias. El mismo
camino que está transitando nuestro agitador político modelo 2023. Pero, según
nos explica Weber, “la atracción que
ejerce sobre las masas un líder carismático tiene solo una relación indirecta
con los atributos reales de su personalidad y de su carácter”. En la
dominación carismática, el poder de mando puede ser ejercido por un líder tipo profeta
(Jesús), por un héroe de guerra (Simón Bolívar) o por un demagogo (Hitler,
Mussolini), capaz de probar que posee carisma, por medio de los poderes mágicos, revelaciones, heroísmo u otros dones
extraordinarios. ¿Les suena? Ya presentamos el análisis discursivo de Milei
mediante el cual habla de sí mismo en términos de profeta mesiánico que “viene a
despertar leones”. La demagogia, por su parte, es una estrategia que
se utiliza para conseguir el poder político apelando a prejuicios, emociones,
miedos y esperanzas del público (todos los elementos que ya relevamos del
discurso de Milei) para ganar el apoyo popular.
Como ven,
está todo expuesto. La materialidad del discurso nos permite evaluar
representaciones, ideas dominantes y proyecciones. Por eso los intelectuales de
nuestro país, que rara vez se involucran en temas electorales, sintieron la
necesidad de escribir una carta
abierta pidiéndole al pueblo argentino que no vote a Milei, alertando de todos los problemas que
acarrearía dicha decisión. No estamos todos equivocados ni somos “pájaros de
mal agüero”. Esto es jodido, en serio.
La
dominación carismática expresada en los términos de Weber se opone radicalmente
a la autoridad tradicional, esa que nos viene gobernando hace décadas, con
aciertos y errores pero siempre dentro
del marco de lo institucional. La democracia es nuestro principal bien y
debemos cuidarlo porque de ella depende la real libertad, no la que expresan
los seguidores de Milei relacionada únicamente a lo mercantil. La libertad es un
concepto sumamente amplio y positivo, es muy triste verlo reducido a simples
transacciones.
Kershaw
concluye que el proceso mediante el cual una figura tan improbable como Hitler
pudo llegar a ejercer un poder tan extraordinario responde a su “promesa de salvación”: solucionar la
crisis. Un grupo inicialmente reducido de devotos, que fue creciendo
exponencialmente, vio en él la respuesta a las necesidades de Alemania. Yo sé
que Milei no sólo no es la solución a nuestros problemas sino que muy
probablemente es la causa de futuros problemas. Y lo sé porque veo en todo lo que dice y en todo lo que
hace gestos que me remiten muy atrás en la historia. No podemos negar las
coincidencias ni podemos olvidar el pasado. Hay que intervenir y hay que hacer
cambios pero que esa no sea la excusa para dinamitar todo y para otorgarle el
poder a alguien que, al igual que Hitler, posee fobias ideológicas demasiado
radicales para ser consideradas normales o incluso sanas. Que es lo mismo que
decir que el señor es un paciente psiquiátrico y, en tanto tal, incapacitado
para ejercer un cargo público. Y para mí no hay dudas al respecto. Me asusta
comprobar que, a pesar de todo lo visible y evidente, haya tanta gente
dispuesta a votar confiadamente por él. Eso me dice que hicimos todo mal, y que
lo que viene será aún peor.

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