Las escuelas públicas no son empresas y esa es su mejor cualidad
Sin ser
economista, voy a comentar las propuestas económicas del candidato de La
Libertad Avanza, Javier Milei, como ciudadana y desde el más sentido común. El
señor propone, muy convencido, como principales acciones para sacar a Argentina
de la crisis:
·
Dolarizar la economía
·
Cerrar el Banco Central
·
Una drástica (lo dijo en esos términos) reducción del
gasto público
·
Eliminación de subsidios
·
Sistema de vouchers en educación
Dijo y dice
muchísimas más cosas pero me centro en estas cuestiones porque me parece que
son el eje de su forma de pensar la gestión económica. Con respecto a dolarizar
la economía, si tomamos en cuenta los únicos dos casos de experiencias
latinoamericanas (El Salvador y Ecuador), nos encontramos con que son países
que llevan dolarizados más de 20 años. En ese lapso –que no es menor-,
solucionaron la inflación y estabilizaron los precios pero los sueldos son
bajos en dólares y no se volvieron potencias mundiales como vaticina Milei que
sucederá con Argentina. Es decir, la dolarización es una táctica, no una
estrategia. No resuelve los problemas de fondo de una economía en crisis.
Además, si tomamos en cuenta lo que dicen los expertos, sobre que “ningún país desarrollado existe sin un banco
central”, podemos cuestionar si se trata de propuestas fundadas o de
simples delirios.
Por otro
lado, yo me pregunto quién le habrá dicho a Milei que al FMI le conviene que
Argentina salga de la crisis. La actual situación de pauperización constante es
justamente la que les permite guiar nuestro destino como nuestros eternos
prestamistas. En ese sentido, creo que Milei es un poco ingenuo; él realmente
cree que el FMI está interesado en apoyarlo para que Argentina sea una potencia
económica, pero lo que no escucho en su discurso, en ningún momento, es la
referencia al sistema de apoyos. Es decir, nadie gobierna un país solo. Excepto
un monarca absolutista. Nada de lo que propone en materia económica puede
lograrse sin consensos (siempre teniendo como contexto intocable el sistema
democrático); no sólo del voto popular sino también, y fundamentalmente, de
socios estratégicos de todos los sectores: industria, comercio, bancos,
empresarios, sindicatos, partidos políticos, etc. En definitiva, observo que
las propuestas de Milei terminan resultando ingenuas en tanto las presenta con
gran nivel de detalle desde la teoría pero no puede explicar prácticamente cómo
las llevaría a cabo sin atropellar al sistema republicano de gobierno.
Con
respecto a la educación, Milei propone financiar la demanda y no la oferta.
Esto implica poner a las instituciones educativas a competir por alumnos para
garantizar sus ingresos. Entonces, las instituciones que sean poco competitivas
en términos de mercado cerrarán sus puertas. Hay mucho para objetar en relación
a este tema, evidentemente. En primer lugar, le diría a Milei que la lógica de
la educación, cuando está a cargo del Estado, no es mercantil. Tiene una
función social insoslayable: educar a la población. En segundo lugar, parten de
la premisa de que una educación con más recursos económicos es de mejor
calidad. Y yo ahí le diría al señor Milei que la educación no tiene nada que
ver con la plata. Pero claro, él estudió Economía y yo estudié Ciencias
Sociales. Él debe considerar que yo soy una inútil y una boba por interesarme
en una asignatura que no produce beneficios económicos ni rentabilidad
inmediata, y yo considero que él es una hoja de cálculo caminando.
Independientemente de lo que cada uno elija estudiar, la calidad de la
educación que se recibe no se mide en billetes. La Universidad de Buenos Aires
es una de las mejores del mundo. Y es pública. También es gratis para
cualquiera que desee inscribirse. Pasé los mejores diez años de mi vida dentro
de esa institución, jamás me pidieron un peso y me brindaron conocimientos de
altísima calidad pero, sobre todo, me enseñaron a pensar por mí misma; para hoy
poder, por ejemplo, estar contestando y sosteniendo con argumentos cada idea
que presento. No hay forma material de retribuir semejante aporte a mi cultura
individual. Entonces, la premisa de que
una institución educativa mejor financiada brindará mejor calidad educativa es otra falacia que exponen los auto denominados libertarios.
Como se
puede apreciar, Milei presenta una
visión mercantilista absolutista. Esto significa que todo lo ve y lo
analiza en términos económicos y en base a la rentabilidad. Desestima -cálculo
yo que en forma adrede-, que hay cuestiones que no participan directamente del
ámbito de la economía, como los servicios sociales por ejemplo. ¿En serio hay
que explicar que la principal función de la escuela pública no es ser rentable?
¿Qué la atención primaria en hospitales públicos salva vidas? Ese tipo de
instituciones no tienen fines onerosos y nunca lo tendrán. No son empresas.
Me llama
poderosamente la atención que Milei propone, sin ruborizarse, “buscar mecanismos de mercado para resolver
el problema de la compra-venta de órganos”. Voy a traducir, por si hay
algún despistado que todavía no cayó en la cuenta de la magnitud de plantear
algo semejante. En un escenario como el propuesto por Milei, una persona en situación de desesperación
podría vender un órgano de su cuerpo a cambio de dinero. Eso es, lisa y
llanamente, abuso de poder. No puede ni siquiera contemplarse.
Vamos
llegando a la parte más crítica de su esquema económico. En declaraciones
públicas, Milei dijo que “la justicia
social es una aberración”. Directamente la calificó de “robo”. Hay que reconocerle que sabe
provocar y que no le teme a la polémica. Sintetizo a continuación brevemente
qué es la justicia social y qué representa en el día a día para cada uno de
nosotros. El concepto nace a mediados del siglo XX en el mundo para referirse a
la necesidad de lograr un reparto equitativo de los bienes sociales. Invoca un
modelo solidario donde los que más tienen colaboran indirectamente con el
desarrollo de los que menos tienen. En nuestro país, se origina con el gobierno
de Perón que instituyó, entre otras cosas, las leyes laborales que siguen
vigentes hasta el día de hoy y de las que se benefician todos los empleados:
jornada reducida, vacaciones pagas, aguinaldo, etc. También involucra el
sistema previsional que establece que las personas laboralmente activas
contribuyen con parte de su remuneración para la mantención de las personas
inactivas (jubilados, pensionados, discapacitados, etc). Entonces, se trata de una cuestión de perspectiva.
Ver este sistema con rencor pensando que ese dinero que los contribuyentes
aportamos al Estado para que el Estado lo redistribuya configura un robo sólo
contribuye a romper los lazos de solidaridad y a pensar en un modelo
individualista en el cual el único bienestar que importa es el propio.
Todos
podemos coincidir, sin embargo, en algo: en la necesidad de reducir el gasto
público que creció desorbitadamente los últimos veinte años. Pero reducir el
gasto público no es lo mismo que recortar drásticamente al Estado con una
motosierra. Por ejemplo, los subsidios que todos los contribuyentes recibimos
de manos del Estado, y que hacen que paguemos tarifas accesibles de servicios
básicos como luz, gas y agua, entran dentro de esa partida que se pretende
eliminar. ¿Cómo es posible que voten por alguien que les está diciendo
abiertamente en la cara que les va a quitar beneficios con los que cuentan y
que en muchos casos son indispensables?
Milei propone un Estado ausente al mejor estilo de la
mano invisible de Adam Smith, un gobierno autoritario y el fin de la justicia
social, ese mecanismo por el cual se redistribuye la riqueza de forma solidaria. Ese es,
en síntesis, el foco de su propuesta. Ahora bien, yo considero que la justicia
social no es un robo, como dijo Milei. De hecho, yo quiero pagar impuestos para
que los jubilados no trabajen. Es mi colaboración totalmente voluntaria y
desinteresada. No todo es ganancia, a veces se gana de otra manera. La
mutualización de los riesgos, tal como lo explicó Robert Castel, fue la primera
configuración exitosa del riesgo social
allá por la década de 1940 y todavía sigue vigente. Catedráticos de todo el
mundo coinciden en la necesidad de buscar un sistema que supere al actual así
como también coinciden en la necesidad de reemplazar
el modelo vigente solo cuando el siguiente esté disponible. Esto quiere
decir que no se le puede soltar la mano a millones de personas que dependen
directamente del Estado para su supervivencia. Sería criminal, como bien lo
reconoció Milei respecto de la quita de planes sociales.
En palabras
de Castel (1995), “la mutualización de
los riesgos sociales mediante la tecnología de la seguridad representa aún hoy
la solución más eficaz que se haya encontrado para combatir la inseguridad
social. Pero el financiamiento y la estructura de esta respuesta hoy están
amenazados”. Esto se debe a la gran cantidad de trabajo informal (en negro)
que no tributa y desfinancia el sistema previsional. Es común encontrar en los
sectores liberales de derecha la consigna, muy de moda, de promover un “menos Estado” pero, en realidad, como
bien marca Castel, a lo que debe
aspirarse es a tener un “mejor Estado”.
No soy política ni me dedico a la política pero quizá se podría evaluar, como
sugieren algunos expertos, instaurar una lógica de la contraprestación
relacionando el otorgamiento de una prestación pública con un esfuerzo
desplegado por parte del beneficiario. Milei acierta cuando dice que el
asistencialismo no va más, pero se equivoca, en mi opinión, cuando sugiere la
motosierra. Es verdad que el Estado no debería simplemente indemnizar o
reparar, sino que “lo ideal sería
intervenir sobre los individuos, y con ellos, para reforzar sus capacidades y
hacerlos responsables del manejo de su vida” (Castel, 1995).
Como verán,
todo depende, en última instancia, de
desde donde se mire la cuestión. Por eso son tan importantes las ideas y
saber reconocerlas a tiempo. Se manifiestan en forma de palabras, pueden
incluir gestos y teatralizaciones al estilo Tik Tok, pero nunca dejan de ser
ideas en su esencia. Y, como dije en el anterior post, Milei no
viene a proponer nada nuevo. Por el contrario, pretende devolvernos en el tiempo
100 años. Que la distancia temporal no
nos quite el raciocinio. Y que los mini videos editados de Tik Tok no les tapen
el bosque.
Atención
con estas palabras de Castel: “no se debe
enterrar al Estado nacional social demasiado rápido antes de haberlo
reemplazado. Incluso debilitado (e hipertrofiado agregaría yo), el Estado
nación sigue siendo la principal instancia donde pueden tomarse decisiones en
materia de políticas sociales. El Estado social no lo puede todo, ni mucho
menos, pero es el que más puede en este campo”. Esta advertencia de Castel
tiene que ver con el peligro de dinamitar un Estado del que, como dijimos
previamente, dependen directamente para su supervivencia millones de
compatriotas. Si a vos te va bien y no precisás del Estado, genial. A mí me
pasa igual. Pero, te pregunto, ¿qué pensás que va a pasar con todas esas
personas que se caigan del mapa? Nadie puede vivir bien en medio del caos. Y si
me tomo el espacio y el tiempo para hablar de este tema en este blog que va de
crímenes y asesinos es porque la violencia social que refiero semana a semana
seguirá existiendo potenciada por una violencia sistemática institucional por
parte de un gobierno déspota y autoritario que están considerando seriamente
votar. Todavía hay tiempo. Todos los que comunicamos de alguna forma y sabemos
reconocer el peligro de las ideas que expresa Milei tenemos el deber de hablar,
de explicar y de poner en contexto esas ideas para que el voto de octubre sea
racional y no puramente emocional.

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