Civilización y barbarie

La semana pasada retomamos el tema del contrato social para hablar de una época crucial que significó el paso de un estado de naturaleza a un estado civil. Y el que habló mucho de estos temas fue Domingo Faustino Sarmiento, pero hay una diferencia importante. El texto “Facundo” marca una contraposición entre dos bandos: de un lado, la civilización, representada en su máxima expresión por la cultura europea; del otro, la barbarie, con los caudillos federales y unitarios como sus principales protagonistas. Recordemos que Sarmiento era un docente, un ilustrado. Él creía en el poder de la palabra, no así en las armas. También era un elitista, sin llegar a extremos nazifascistas. Con respecto a la diferencia que mencioné, me refiero a que este pensamiento se distingue de la idea que intento humildemente plantear en este blog de forma genérica. Es decir, la barbarie de la que hablaba Sarmiento es una barbarie política. Las diferenciaciones que él establece entre unos y otros están signadas y atravesadas por cuestiones de política nacional.

Había dos bandos: unitarios y federales. Con ideas y propuestas distintas de cómo organizar la cuestión geopolítica de la reciente nación. ¿Cómo se disputaban esas ideas? En el campo de batalla. En guerras civiles, con mucha sangre derramada. Leamos el desprecio y la desaprobación con la que Sarmiento se refería a sus compatriotas:

Facundo Quiroga es la figura más americana que la revolución presenta. Facundo Quiroga enlaza y eslabona todos los elementos de desorden que hasta antes de su aparición estaban agitándose aisladamente en cada provincia. He creído explicar la revolución argentina con la biografía de Juan Facundo Quiroga, porque creo que él explica suficientemente una de las tendencias, una de las dos fases diversas que luchan en el seno de aquella sociedad singular”.

Para él, América era sinónimo de atraso, de degradación. Había que elevar la cultura adoptando las tradiciones y formas europeas. Ahí el desprecio. Luego habla de desorden y de provincias. Ese desorden es un desorden político, típico de un pueblo colonizado e independizado que debe constituir una identidad propia. No se trata de copiar fórmulas exitosas, sino de forjar un semblante único, representativo y original. Sarmiento quería copiar a Europa, ahorrarse el trabajo de la búsqueda. Y los caudillos peleaban por ideales llevando la violencia como consigna y como único recurso. Esta es la historia, o un pequeño fragmento, de la historia de nuestro país.

Pero a mí interesa traer este texto acá por otra cuestión. Nótese que Sarmiento refiere que hay, en la Argentina del siglo XIX, dos tendencias en pugna. Y más adelante dice que Facundo es la “expresión fiel de una manera de ser de un pueblo, de sus instintos”. En este blog hablamos mucho de instinto, pero siempre desde la perspectiva psicológica, porque es ahí donde nacen los instintos. Pero también Rousseau nos habla de instinto cuando explica que el tránsito de un estado de naturaleza a un estado civil se debe a la sustitución del instinto por la razón. Las luces. De manera que Sarmiento ve en Facundo Quiroga la representación de un instinto salvaje que debe ser reemplazado por la ilustración y el progreso. “De eso se trata: de ser o no ser salvaje”, decía el maestro.

El problema es que no podemos dejar de ser salvajes porque, como decíamos la semana pasada, citando a Rolón, que a su vez cita a Freud, la agresividad es constitutiva del ser humano. No va a desaparecer nunca. Lo que tenemos que aprender, a lo largo de nuestro desarrollo social, es a “domesticar ese impulso”. O ese instinto, que es lo mismo. Freud nos explica que la historia evolutiva del individuo, es decir, el paso del hombre primitivo a la vida en sociedad como producto de su desarrollo cultural, muestra cómo esta agresión primaria es introyectada, interiorizada, vuelta hacia el yo propio. Así, mediante la instancia psíquica del superyó alojada en nuestra propia mente, la cultura ¿logra? limitar el peligroso gusto agresivo del individuo, mediante la conciencia moral. Ésta última surge como consecuencia de la renuncia voluntaria de lo pulsional.

Todo esto ya lo vimos y lo repetiremos todas las veces que sea necesario. Pero atención porque hay algo más para extraer de la obra Facundo: “el gaucho malo”. Sarmiento realiza una suerte de tipificación de cuatro tipos de personalidades de la época, que son el rastreador, el baqueano, el gaucho malo y el cantor. Miren cómo describe al gaucho malo:

·         Es un outlaw (fuera de las leyes);

·         Su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio y casi con respeto;

·         Es un personaje misterioso, mora en la pampa;

·         Hombre divorciado con la sociedad, proscripto por las leyes, salvaje de color blanco;

·         No es un bandido, el ataque a la vida no entra en su idea;

·         Roba, es cierto, pero esta es su profesión, su tráfico, su ciencia. Roba caballos.

Decir que hay un gaucho malo implica, por definición, decir también que hay gauchos buenos. Nuevamente la dicotomía. Sarmiento identificaba a Facundo Quiroga como el prototipo del gaucho malo. De hecho, fue un gaucho malo que se convirtió en caudillo. Por eso lo odiaba tanto. Cuando él pensaba en código binario “civilización o barbarie”, de un lado estaba él, el docente ilustrado, el que hablaba ingles; y del otro lado estaba el gaucho malo. El fuera de ley, el que se robaba los caballos. Lo que quiero decir, con este análisis, es que la barbarie y el salvajismo que representó Sarmiento, y que opuso a la idea de progreso, es una barbarie políticamente incorrecta. Pero de salvajismo, poco y nada. El gaucho malo no mata, no es un bandido, en palabras del propio Sarmiento. “El ataque a la vida no entra en su idea”. No se le ocurriría matar por matar. Tiene, después de todo, ciertos códigos morales.

La barbarie postmoderna es una barbarie remasterizada. Incluye todos los componentes que le faltaron a las anteriores. Es una barbarie cruel, despiadada, sumamente violenta y agresiva y, fundamentalmente, impune. Es una madre que mata a golpes a su propio hijo en la intimidad y oscuridad de su hogar familiar. Es el crimen anti natural. Es también un grupo de jóvenes que remata a patadas a otro frente a la vista impávida de testigos y cámaras. Es la falta total de códigos, de respeto a la vida. Es un salvajismo sin precedentes desde  que dimos el paso, como civilización, de renunciar voluntariamente a nuestros impulsos pulsionales para vivir en sociedad y comunidad. Es un volver hacia atrás, a condiciones de naturaleza en estado puro, a leyes de selección natural donde el que vence, siempre, es el más fuerte (corporalmente hablando).

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