El hogar familiar: la usina de la oscuridad humana.
Esta semana les comparto una entrevista realizada a una escritora venezolana que dice cosas muy elocuentes, que comparto y que forman parte del núcleo mismo de la idea detrás de este blog.
La
autora se llama Kathy Serrano y la obra sobre la cual discurre la entrevista,
“El dolor de la sangre”. Se trata de una historia de ficción basada en su
propia experiencia de violencia intra familiar ejercida contra ella por parte
de su hermano mayor.
La
idea no es hacer una crítica del libro, el cual no leí, sino reparar en algo
que ella dice que es exactamente lo mismo que yo intento poner en discusión. No
por nada, el título del artículo, bien apuntado por una periodista que sabe de
ganchos, es “Dicen que la familia es la
base de la sociedad, pero la casa es el lugar donde nacen la mayoría de los
monstruos del mundo”.
Lo
primero que hay que decir es lo mismo que dijimos la semana pasada sobre la
serie de Jeffrey Dahmer. Cuánto nos limita la palabra “monstruo”. Ya es casi
omnisciente. Está presente siempre y cada vez que queremos describir lo
salvaje, lo violento, lo oscuro. Es una etiqueta que censura la posibilidad de
ir más allá del rechazo. Que obtura la visión y la capacidad de ejercer un
pensamiento más lavado y nítido.
Si
bien es ampliamente descriptiva y acertada, considero que, si queremos estudiar
y, sobre todo, ejercer algún tipo de presión sobre las monstruosidades,
tendríamos que acercarnos a ellas liberados de prejuicio. Con la misma
tranquilidad y frialdad con la que se aborda cualquier otro objeto de estudio.
Tenemos que dejar de mirar a nuestros monstruos desde el miedo y la
desaprobación y empezar a aceptar que son “uno de nosotros”. Que nacieron y se
produjeron a partir de una sociedad enferma que los envuelve y los enmarca. No
son extra terrestres, ni locos, ni dementes, ni exiliados. Crecieron y se
formaron en el seno de una familia, cualquiera sea su forma y tipología,
insertos en nuestro entramado social. Son nuestra responsabilidad.
Entonces,
podemos y debemos preguntarnos: ¿por qué estamos tan violentos? ¿Qué causa(s)
estructural está promoviendo este
desborde de violencia? Y, especialmente, ¿qué podemos hacer para intentar
frenar este avance tan destructivo para nosotros mismos?
También
es muy importante tener siempre presente, por delante, como señala la
entrevistada que citamos en este post, que detrás de todas esas historias de
violencia en los hogares, hay niños. Los seres más indefensos y sin capacidad
de inmunidad para enfrentar situaciones límite que, en el peor de los casos, se
llevan sus propias vidas, y, en el menos peor de los casos, les dejan huellas
imborrables y muy difíciles de superar.
Por
último, rescato que se ponga sobre la mesa la necesidad de discutir estos
temas. No son tabú. Ya no podemos seguir mirando de lado. Por cada segundo que
no nos hacemos cargo, alguien desprotegido muere en manos de un familiar
directo que no pudo contener la violencia hacia su persona. Que no pudo o no
quiso evitar matarlo a golpes, a cuchillazos, a balazos.
Kathy
Serrano dice lo siguiente: “Me interesaba
hablar de ese espacio cerrado que es la casa, que es la familia. Desde que
tengo uso de razón se dice que es la base de la sociedad, el lugar donde
deberías estar segura, donde no debería suceder absolutamente nada que pudiera
dañarte ni psicológica ni físicamente, pero creo que ese es el lugar donde
nacen la gran mayoría de monstruos a nivel mundial”.
A
mí también me interesa hablar de eso, y mucho. Me obsesiona, de hecho. ¿Por
qué? Porque creo ver allí el germen de un problema muy grande, que sería
prudente poder frenar a tiempo, o al menos hacer algo para intervenir, que no
nos tome por sorpresa. Tenemos la capacidad de anticiparnos. Estamos viendo las
cifras, la recurrencia, los modos cada vez más violentos y cada vez menos
humanos de acabar con vidas ajenas. Vidas que, y acá está la clave, no son
extrañas para nosotros. Son personas que matan a personas que se supone que
estiman, que están relacionados en parentesco. No es el psicópata que mata a un
perfecto extraño para satisfacer su deseo perverso. No! Esto es otra cosa. Es
el padre o la madre que matan a su propio hijo, en la intimidad y el silencio
de su propio hogar familiar. Sin que NADIE pueda intervenir a tiempo. Ni la
policía, ni el Estado, ni la política. Ni siquiera otros familiares. ¿Por qué?
Porque los hogares familiares son espacios privados donde se supone que
conviven personas que se aman, o se suponía. Lo cierto es que hoy muchos
hogares son las usinas de la oscuridad humana. Allí donde suceden cosas que no
deberían suceder. Donde el horror toma lugar y se pone cómodo.
Por
eso hay que hablar de este tema. Desde las propias experiencias personales,
como hace Kathy Serrano, pero también desde el saber. La ciencia –sobre todo,
las ciencias sociales-, tiene que poder poner su atención en un fenómeno sin
precedentes, en franco aumento y con consecuencias reales y dañinas para todo
el funcionamiento social. Porque si no, ¿para qué sirve la ciencia? ¿Para
generar papers interesantísimos que no le cambian la vida a nadie? Concibo la
actividad científica de investigación, fundamentalmente, como intervención.
Todo lo que sabemos, todas nuestras capacidades, desde distintas disciplinas,
tienen que estar al servicio de la comunidad. Así como un médico intenta
desarrollar la cura para una enfermedad de tipo biológica, nosotros, los
científicos sociales, tenemos que buscar el remedio para curar la crisis de
violencia intrafamiliar que sacude a nuestras sociedades.

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