Alimentarás a tus hijos (no al Mercado Libre de niños)
Dicutamos “el difícil caso de los niños”, en palabras de Rothbard, el mentor de
nuestro presidente Javier Milei. Una vez más me encuentro con que, cuando esta
teoría libertaria radical se topa con un obstáculo teórico casi imposible de
resolver, comienza un despliegue de argumentos forzados con calzador que los
hacen esgrimir las justificaciones más ridículas jamás expresadas. ¿Por qué los
niños son un caso difícil a los ojos de la teoría libertaria? Porque en ellos y
en todo lo que a ellos incumbe interviene un aspecto que el libertarianismo se
esfuerza por ignorar: el amor. Es decir, ellos no conciben ningún tipo de
planteo que se aleje del centro organizador de la propiedad como monumento de
alabanza y sumisión absoluta.
Entonces, veamos qué piensan los libertarios,
con Murray a la cabeza en su Ética de la Libertad, sobre el papel de los niños en una sociedad
asfixiantemente libre como la que ellos promueven construir. Pero antes, por
supuesto, vamos a remitirnos a verdadera bibliografía seria sobre el tema. En
Genealogía del racismo (1975), Foucault cita a Hobbes en un pasaje
extraordinario sobre lo que el autor denomina “el poder soberano de los padres sobre los hijos”:
“Cuando
un niño viene al mundo sus padres tienen, no sólo el poder de dejarlo morir
sino también el de hacerlo morir. El niño por muchos años obedecerá a los
padres, a la propia madre, hará lo que ella le ordena, y esto porque de ella y
sólo de ella depende su vida. La madre entonces ejercerá sobre él la propia
soberanía. Afirma Hobbes que entre el consenso del niño (consenso que ni
siquiera pasa a través de una voluntad expresa o de un contrato) a la soberanía
de la madre a fin de conservar la vida, y el consenso de los vencidos, no hay
diferencias sustanciales. La soberanía se constituye no desde arriba, es
decir por fuerza de una decisión del mas fuerte, del vencedor (o de los
padres). La soberanía se forma siempre desde abajo, a través de la voluntad de
los que tienen temor. Es siempre el mismo mecanismo el que funciona para
los derrotados, mecanismo que se encuentra en el estado de naturaleza, en la
constitución del Estado e incluso en la relación mas tierna y natural que
existe, en la que se da entre los padres y sus niños”.
Varios aspectos para destacar. En primer
lugar, queda claro desde un sistema teórico marco que los padres no poseen
propiamente la propiedad de la vida de los hijos como va a plantear la burda
teoría libertaria, sino que poseen algo aún más poderoso: poseen un poder de
vida y muerte sobre la criatura. En palabras de Foucault y Hobbes, los padres
pueden literalmente dejar morir a su hijo, a través del más descarado acto de
negligencia, o incluso peor: pueden hacerlo morir. Pueden matarlo. En el
interior de su hogar, en la soledad y oscuridad de su vivienda, en el más
resguardado anonimato, sin testigos oculares. Pueden molerlo a palos como
hicieron Abigail y Magdalena con
Lucio Dupuy, y
tantos otros padres con tantos otros hijos. Pueden dejarlo abandonado, sin
querer o queriendo, en el interior hermético de un auto para que se asfixie. Pueden hacer todo esto
y más porque tienen a su merced, en su jurisdicción privada -que es su casa, su
auto, su propiedad-, la vida de una criatura indefensa sin capacidad física ni
mental de pedir auxilio.
En tanto el niño no tiene forma de rebelarse
ni mucho menos de comprender la situación jurídico legal en la que se halla
inmerso, y por cuanto no posee los medios para subsistir sin la asistencia de
sus padres o cuidadores, el niño es un rehén. Depende su vida del amor y
compasión que puedan desplegar sus progenitores. Y este acto de sumisión Hobbes
lo compara con la propia formación del Estado nación, mediante la cual los
súbditos entregan parte de su libertad para acceder a los beneficios de la
protección estatal, protección que se materializa en términos de seguridad. ¿Qué
es lo que se asegura el que teme por su vida? Se asegura precisamente eso: su
supervivencia. Entonces, como bien expone Hobbes, la soberanía se constituye
siempre desde abajo. No por un acto de coerción violenta por parte del soberano
sino por la voluntad de los más débiles de dejarse proteger.
Todo este razonamiento teórico, si lo pasamos
por la óptica de la práctica diaria, de la experiencia, se resume a algo mucho
más simple: los padres, en general, cuidan y protegen a su hijo porque lo aman.
Y digo en general porque justamente no representa el 100% de los casos pero sí
la mayoría, por ahora. El planteo de Hobbes sirve para entender desde qué lugar
los padres asesinan a sus hijos, eso que vemos tan a diario y que preocupa
tanto, especialmente a mí. No se trata, como plantea la teoría libertaria, de
que los padres disponen de sus hijos porque son su propiedad sino porque son
sus soberanos y esa relación asimétrica que durante siglos funcionó en
beneficio del menor, porque en cada hogar reinaba el interés por los propios,
hoy se ve invertida cada vez que comprobamos que el Estado y la sociedad -es
decir, completos extraños y no familiares del menor-, muestran mayor interés
por el bienestar de la criatura que sus propios padres.
Piensen en el caso Loan, por ejemplo. Desde que comenzó me dediqué a
escuchar todas las versiones, a ver el progreso de la investigación, sin la
posibilidad aún de decir nada concreto porque este caso mezcla dos cuestiones
muy delicadas. En el caso Loan interviene el poder soberano de los padres, en
los términos en los que lo venimos estudiando en este espacio, como el poder de
hacer morir o dejar morir a un propio hijo, pero también el delito de trata,
peligrosamente avalado y refrendado por nuestro actual gobierno.
Primero veamos qué dice la teoría libertaria
de Rothbard sobre “el difícil caso de los niños”, como ellos mismos lo definen:
“Un recién nacido no puede ser, en
ningún sentido, una persona que se posee a sí misma. La propiedad recae, por
tanto, sobre la madre o sobre algún pariente o allegado. Su natural propietario
o «colonizador» es su madre. La propietaria natural y legítima del niño es su
madre, y todo intento de quitárselo por la fuerza es una violación de sus
derechos de propiedad. Los derechos de propiedad paterna tienen que tener un
límite de tiempo. A partir del nacimiento, la propiedad paterna/materna no es
absoluta, sino que reviste el carácter de fideicomiso o de protectorado”.
Lamentablemente nos vemos obligados a darle
entidad a este tipo de planteos que rozan lo vulgar y el mal gusto porque la
extrema derecha, con este tipo de ideas a la cabeza, está conquistando
conciencias. Por ende tenemos que salir a contestar y contra-argumentar
planteos como estos. Ya referimos previamente esta
manifiesta discapacidad de ver todo a través de lentes económico-financieros. Este sesgo que
empaña todos los postulados libertarios les impide analizar cualquier situación
por fuera de sus escasos parámetros-ideología sacro santos. De ahí que no
puedan tomar ni analizar una familia en otros términos que no sean los mismos
que aplican para estudiar el mercado y sus leyes. Recuerden que el Manifiesto Libertario refería a los colonos como los
naturales poseedores de la tierra simplemente por haberla encontrado. A este tipo de figura es a quien
la teoría libertaria defiende a la vez que aboga por sus derechos: a los
colonizadores, a los usurpadores, a los que tuvieron la rapidez suficiente para
hacerse de un capital antes que otros. En ese sentido, ven a los padres como
los naturales colonizadores de sus hijos y, no sólo les atribuyen el derecho de
propiedad absoluta sobre una vida humana cual si fuera una mercancía, sino que
definen la relación que los une como un fideicomiso limitado por el tiempo, con
obligaciones y beneficios previamente estipulados.
“Aplicando
nuestra teoría a las relaciones entre padres e hijos, lo hasta ahora dicho
significa que un padre o una madre no tienen derecho a agredir a sus hijos,
pero también que no deberían tener la obligación legal de alimentarlos,
vestirlos y educarlos, ya que tales exigencias serían coactivas y privarían a
los padres de sus derechos. A los padres les asistiría el derecho legal a no
tener que alimentar al niño, esto es, a dejarle morir. Se plantea un
problema distinto cuando se pregunta si los padres tienen la obligación moral
—más que el deber legalmente exigible— de conservar la vida del niño”.
Aquí vemos cómo Murray Rothbar refiere a la
teoría de Hobbes, quizás sin saberlo, cuando dice que los padres pueden dejar
morir a sus hijos. La diferencia crucial es que la teoría libertaria plantea
hacer de esta cuestión una cuestión legal. Es decir, legalizarlo. Y acierta
completamente cuando dice que, si evaluamos este tema desde la moral, el
panorama cambia por completo. Y es que justamente de eso se trata: somos seres
humanos, sociales y culturales con siglos de historia. No necesitamos que la
ley nos avale para convertirnos en monstruos. Tampoco necesitamos un código
escrito que defina lo que se espera de nosotros como padres. Durante siglos
nada de esto fue necesario y las familias se conformaron en base al amor y al
cuidado mutuo. Siempre hubo excepciones y siempre las habrá. Lo diferente de
nuestros tiempos, lo que enciende las alarmas a mi modo de ver, es la creciente
inversión de fuerzas: del mayor interés por el bienestar de los menores por
parte de la familia al mayor interés por el bienestar de los menores por parte
de la sociedad. En ese traspaso algo cambió.
¿Nunca se preguntaron por qué nos duele tanto
un niño asesinado a golpes por sus propios padres? Yo creo que tiene que ver
con que nos espeja, nos refleja un lado de nuestro ser actual que no queremos
ver. ¿Por qué el pueblo de Corrientes, los medios y la sociedad en general
muestra mayor interés por la aparición con vida de Loan que su propia familia?
Aquí se complica un poco más porque su propia familia, ejerciendo su supuesto
derecho de propiedad, vendió su vida para fines inciertos pero presumiblemente macabros.
Según la teoría libertaria que el presidente
y su partido, La Libertad Avanza, promueven abiertamente “si un padre puede tener la
propiedad de su hijo, puede transferirla a terceros. Puede dar al niño en
adopción, o puede vender sus derechos sobre él en virtud de un contrato
voluntario. En una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente Mercado
Libre de niños”.
¿Se imaginan lo que sería? Así como entrás a
Mercado Libre para comprar un par de zapatillas o unos auriculares podrías
hacer shopping de niños. Vuelvo a repetir lo mismo: el problema no es Milei, ni
Rothbard, ni el Gordo Dan, ni ninguno de ellos. El problema es la gente que lee
y escucha estar barbaridades e igual apoya, como si no se permitiera razonar lo
que se está planteando. Como bien señala Hobbes, la soberanía se construye de
abajo hacia arriba, a partir de cuerpos que temen y odian, y que entregan su
voluntad a cambio de seguridad, como veremos en el siguiente posteo.
Para cerrar este tema, hay que ser categórico.
¿Qué es esto de andar discutiendo si los padres tienen o no la obligación de
alimentar a sus hijos? Por supuesto que la tienen. Es una obligación, como bien
señala Rothbard, moral. No hace falta que se tipifique en el código penal. No
caigamos en eso. No discutamos sandeces. Si dos adultos concibieron a
conciencia o no una vida humana es su responsabilidad garantizar la vida. Eso
es lo que nos hace humanos, eso es lo que nos define como especie. Hay varias y
válidas formas de hacerlo, lo que no puede ser nunca una opción es dejar morir
de hambre a una criatura humana. Ningún animal, por salvaje que sea, haría algo
así. ¿O acaso llegó la hora de plantearnos qué nos está pasando que dejamos de
amar a nuestra propia descendencia?

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