Que el corazón no se pase de moda

Ciudadano-consumidor es una expresión contemporánea de una subjetividad formateada en función de las necesidades del mercado e inclinada hacia la ruptura de los lazos de solidaridad y de participación propios del paradigma igualitarista. Una nueva liberación rompe los vínculos de los individuos con lo común para articular una nueva forma de individualismo opuesta a la responsabilidad. Ahora, el imaginario de la libertad queda reducido al gesto egoísta de satisfacer las propias necesidades y los propios e ilimitados llamados al goce. El pasaje a la antipolitica y a la ruptura de lo comunitario constituye el eje que vertebra la estrategia de dominación del ultraliberalismo. En estos días de brutal restauración neoliberal lo que se está buscando desde el poder y desde los grandes medios de comunicación a su servicio es reactualizar el espíritu antiestatalista de aquella nefasta década del noventa pero adaptándolo a lo propio de esta época. Van por todo: por las riquezas materiales y por las consciencias porque saben que para lograr lo primero necesitan conquistar las segundas. Vuelve la ideología antiestalista de la mano con el desprecio hacia los trabajadores del sector público arrojados al linchamiento mediático bajo la denuncia de ser ñoquis. Es, otra vez, el triunfo del revanchismo de los dueños del capital contra los intereses y los derechos de los asalariados. Eso, y no otra cosa, es la restauración conservadora que lleva el nombre de … (COMPLETE)”.

Ricardo Forster escribió estas líneas en el año 2016 en su libro titulado “La repetición argentina. Del kirchnerismo a la nueva derecha”. La frase anterior se completa con la palabra “macrismo” porque el autor la utilizó para describir el paso del gobierno populista de Cristina Fernández de Kirchner al de derecha liderado por Mauricio Macri. Pero bien podría, si se fijan, completarse con la palabra “La Libertad Avanza” ya que, al fin y al cabo, las características son prácticamente idénticas. No resulta repetitivo insistir con que “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”.

Quiero destacar una palabra que emplea Forster: habla de responsabilidad en oposición a un extremo individualismo. El primer liberalismo, el de Locke, planteaba el acceso de todo individuo a todas las formas de libertad: libertad de propiedad, de hablar, libertad de conciencia, libertad de expresión, libre empresa, libre asociación, etc. Ahora bien, la base que volvía sustentable esta liberación -explica Forster-, era que el individuo libre sea responsable, a riesgo de caer en una “guerra de todos contra todos” tal cual fue descripta por Hobbes en el Leviatán. Entonces, el gran esfuerzo del primer liberalismo, el original, sería establecer el equilibrio entre el individuo libre y las necesidades emanadas del espacio social compartido sencillamente porque “no se puede ser libre sin ser al mismo tiempo responsable”. Que, para mí, sería otra forma de decir lo que plantéabamos la semana pasada, que mi libertad termina donde empieza la libertad del otro.

¿Y por qué es importante reflexionar y ponderar estas cuestiones? Bueno, porque ya vimos cómo los discursos de odio que emanan del poder institucional y circulan libremente en la sociedad acaban, por ejemplo, en la golpiza de la semana pasada en Tucumán entre alumnos secundarios de escuelas privadas que pedían se cancele el presupuesto para la educación pública de estudiantes de bajo recursos o, incluso peor, en el asesinato de tres mujeres lesbianas a manos de un homofóbico en el barrio de Barracas. La violencia escala y circula porque no encuentra frenos institucionales. El propio presidente Javier Milei acaba de publicar una foto en forma de chiste refiriendo a un abrazo entre dos políticos (Santoro y Pullaro) y comparándolo con una relación homosexual. El crimen de estas tres mujeres es un crimen de odio racial, claro que sí, y es también, fundamentalmente, un crimen de época. Una época oscura, fascista, que no tardará en alcanzar los titulares, primero de medios extranjeros, mientras los locales continúan silenciando y acompañando el proyecto político económico de los grupos de poder. Todavía no se alcanzaron todos los objetivos materiales, todavía no se pueden volver a alzar las banderas de la democracia. ¿Cuántas más personas morirán en esta cruzada? No lo sabemos.

Del manifiesto libertario me faltaron exponer algunas cuestiones que tienen que ver con la economía y que se relacionan directamente con lo previamente dicho. Como dije la semana pasada, todo el escrito, tedioso y extenso, es un esfuerzo descomunal por brindar argumentos que se fuerzan con calzador para justificar los supuestos beneficios de una sociedad puramente libertaria. En ese afán, el resultado final es un discurso apologista del individualismo extremo que plantea una sociedad utópica en la cual no habría un poder central organizador sino que las personas se regularían a sí mismas así como se regula el mercado: por oferta y demanda. Demás está decir que el modelo que reinvidican, el de la antigua Irlanda celta, que permitía reuniones de asamblea donde se decidían todas las políticas públicas, no sería realizable por un detallito: la densidad demográfica actual. Por ende, no es difícil imaginar que el único resultado de tal propuesta sería una absoluta anarquía.

Por otro lado, el modelo irlandés aspiracional de los libertarios, carente de Estado, estaba conformado por “hombres libres dueños de tierras”, junto con los profesionales y los artesanos, todos los cuales integraban el tuath, la unidad política básica a cargo de todas las decisiones. Es decir, una sociedad aristocrática en la cual los oligarcas disponían de una amplia libertad en oposición a los clásicos desposeídos privados de todo derecho. Esta es la parte que omiten decir cuando plantean volver a estos esquemas societales antiguos. “El libertario es un individualista pero no un igualitarista”, afirma Murray en el Manifiesto Libertario. Traducción: somos todos libres pero no somos todos iguales. Esta consigna esconde una intención de retorno a un sistema esclavista ya que la única manera de garantizar la libertad irrestricta es mediante la prohibición de la libertad de unos en beneficio de otros.

El manifiesto libertario declara también que “el Libertarianismo es la alternativa radical que dice que el poder del Estado no funciona y es inmoral”. Pero entonces habría que preguntarse, ¿no es inmoral que, en una negociación desbalanceada, siempre saque provecho aquel con mayor poder de negociación? Porque ese escenario igualmente inmoral es el que habilita la libertad de mercado en la negociación salarial, por ejemplo. “Las leyes de salario mínimo generan desempleo porque un salario mínimo prohíbe, por fuerza de ley, que una persona sea contratada por el salario que el empleador esta dispuesto a pagar”, afirman. En una clara tergiversación, omiten reconocer que el salario mínimo prohíbe, básicamente, la explotación humana.

“Si hay algo a lo cual un libertario debe oponerse completa y firmemente es a la servidumbre involuntaria –el trabajo forzado–, un acto que niega el derecho más elemental de propiedad, el derecho sobre uno mismo. La libertad y la esclavitud siempre han sido reconocidas como polos opuestos. El libertario, por lo tanto, está absolutamente en contra de la esclavitud”. Yo no veo más que hipocresía en esta afirmación. Si efectivamente estuvieran en contra de la esclavitud no endiosarían un sistema superado y abolido en el cual algunos hombres libres hacían uso y abuso de personas sin ningún tipo de libertad ni derecho reconocido. Además, ¿cómo se entiende, en este contexto, que un diputado de la Libertad Avanza (Bertie Benegas Lynch) dijera abiertamente que ““libertad es que, si no querés mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitás en el taller, puedas hacerlo”? ¿No es, acaso, el trabajo infantil la forma más evidente de trabajo esclavo? ¿Los menores no tienen derecho a la libertad? En este esquema de pensamiento parecería ser que los niños fuesen propiedad de los padres quienes podrían, libremente, disponer de ellos como mano de obra gratuita para sus emprendimientos económicos.

En ese sentido, y siguiendo con el razonamiento acerca de la esclavitud, ¿como se podría definir una situación en la cual un trabajador vende lo único que tiene -su capacidad de trabajo-, a un empresario con la libertad de pagarle lo que quiera y de despedirlo cuando quiera? ¿No es acaso un tipo de relación que roza la esclavitud? Decir que uno está en contra de la esclavitud pero a la vez promover leyes que la propicien es, nuevamente, contradictorio.

Siguiendo con cuestiones de propiedad, el manifiesto libertario expone asimismo una visión cuestionable sobre nuestro planeta Tierra: “la naturaleza ha reconocido a su amo, y el hombre siente que está cómodo en la naturaleza. Ella fue apropiada por él para su uso; le pertenece a él, es su propiedad. Debemos, pues, volver al ser humano, creador de toda riqueza mediante el trabajo”. Desde el punto de vista libertario, entonces, el planeta nos pertenece en tanto mercancía. También se cuestiona el gerenciamiento de ríos y parques nacionales a cargo del Estado porque, al no generar rentabilidad ni poder disponerse su venta, no encuentran ningún incentivo para su preservación, motivo por el cual deberían pasar a manos privadas. Yo me pregunto, con una mano en el corazón, ¿esta gente tiene corazón o se lo extirparon? Piensen en el Paque Nacional Nahuel Huapi, en las Cataratas, en el Parque Los Alerces, en el Perito Moreno, entre tantos otros, ¿no alcanza su belleza magistral para decidir cuidarlos y preservarlos por siempre? ¿Por qué un parque nacional tiene que dar riquezas materiales? ¿De dónde viene esa discapacidad de ver todo a través de lentes financieros?

En línea con esta cuestión, los libertarios no se privan tampoco de denunciar una supuesta conspiración de Greenpeace y otras asociaciones ecologistas con respecto al calentamiento global, el cual consideran “una excusa” de la izquierda que busca la interrupción del capitalismo y su traspaso a un sistema socialista. Contradicciones, hipocresía, paranoia. Debemos cuestionarnos: ¿las inundaciones recientes en Brasil habrán sido una puesta en escena de los zurdos? Los terremotos, maremotos, tsunamis, temblores, vientos huracanados, inundaciones masivas, temperaturas extremas, ¿serán todos eventos ficticios montados por el planeta Tierra para favorecer el cambio del tipo de sistema económico? Una vez más, seamos serios.

Hay una última cuestión que me gustaría exponer, en relación a la propuesta económica del libertarianismo, y que tiene que ver con la actual política de ajuste que está implementando Milei siguiendo a rajatabla los postulados de la Escuela Austríaca, destacados en el manifiesto libertario de Murray. “El abolicionista (del Estado) es así porque desea eliminar el mal y la injusticia tan rápidamente como sea posible. Al elegir este objetivo, no queda espacio para el cálculo frío y la consideración de las conveniencias, para el análisis del costo beneficio”. Acá lo que están diciendo es que, al llevar a cabo la destrucción del sistema estatal con el objetivo de reducir el déficit fiscal, no puede repararse en las víctimas de dicho proceso. Los desempleados, los hambrientos, los enfermos, todos los que perezcan a causa de esta política de ajuste son tipificados como “el costo necesario”. De la misma manera, la teoría económica de la devenida en famosa Escuela Austríaca considera a la depresión económica como “saludable”, aunque luego se dedique a explicar que ese tiempo de reacomodamiento y liquidación de inversiones erróneas redunda en un beneficio para el capital con efectos concretos y negativos sobre el mercado de los consumidores. Entonces, ¿saludable para quién? Siempre para el sector destinatario de este tipo de políticas ultraliberales: los capitalistas.

Por último, me interesa reflexionar sobre la condición de posibilidad de un gobierno de tipo libertario en Argentina, un país con una gran tradición peronista, aparentemente en vías de extinción. La semana pasada destaqué la tasa de crecimiento exponencial que viene teniendo el libertarianismo, no en cantidad de votos pero sí en cuanto a su aceleración. Esta fuerza de impacto inicial no puede deberse a la novedad de sus propuestas ya que, como se expuso ampliamente, dichas propuestas son antíquísimas con un leve lavado de cara; por consiguiente, tendríamos que pensar que quizás la forma de presentar las ideas es lo que representa una verdadera novedad. Me refiero al histrionismo, la provocación, la agitación, la violencia desenfrenada y sin pudor, el ataque directo a los grupos opositores, la falta de diplomacia, la verborragia sin filtro, todo exaltado mediante las redes sociales y sus efectos digitales.

Rothbard afirma en su manifiesto que “para que se produzca el cambio social radical, un cambio hacia un sistema social diferente, debe darse lo que se conoce como situación crítica; debe haber un colapso en el sistema existente que exija una búsqueda generalizada de soluciones alternativas”. Esta situación estuvo dada por la crisis de representación política originada por la caída del kirchnerismo -el signo político dominante de los últimos veinte años-, expuesto ante el electorado como una gran red de corrupción y lavado de dinero. Luego, hay tres cuestiones que pueden ayudarnos a entender cómo llegó La Libertad Avanza al poder:

1.       ¿A quiénes le hablaron?

2.       ¿Con qué motivos los convocaron?

3.       ¿Qué les prometieron?

A la primera pregunta podemos responder recurriendo al propio manifiesto libertario. Rothbard identifica como sujetos permeables a las ideas libertarias a aquellos “jóvenes estudiantes a quienes aún no preocupan los cuidados y la visión generalmente estrecha de los adultos que deben ganarse la vida”. Éstos, dice, “proporcionan un campo fértil para la conversión libertaria”. Son los sujetos no insertos aún directamente en la lucha de clases sin, por ello mismo, consciencia de clase. Despectivamente se los llama “libervirgos” y son probablemente gran parte de los estudiantes que votaron a Milei, en contra de sus propios intereses. En segundo lugar, Rothbard se refiere al estadounidense medio que exhibe un “descontento agravado y crónico con respecto al aumento de los impuestos, la inflación, la congestión urbana, la delincuencia y los escándalos del asistencialismo”. A este grupo, que se identificaría con nuestra propia clase media, se lo convocó, junto con los estudiantes vírgenes de consciencia social, a partir de señalar a la casta política como la responsable de todos esos males y, finalmente, se les prometió la eliminación de dichos perjuicios mediante la eliminación del Estado, todo lo cual traería aparejado, en un futuro más lejano que próximo, la solución a todos esos problemas.

Estamos hablando de una ideología política extrema, rara, polémica, que reinvindica sin sonrojarse ni avergonzarse cuestiones como lo que ellos denominan “crímenes sin víctimas” (la pornografía y la prostitución), el analfabetismo (a partir de postular la no obligatoriedad de la educación pública), el trabajo infantil como ya vimos e incluso la guerra de guerrillas por considerarla un intento legítimo de defensa de individuos libres. En fin, todo muy tirado de los pelos. Es como si no quisieran hurgar un poco la superficie y entender que la pornografía y la prostitución, por ejemplo, se sostienen por lo general sobre la ilegalidad de delitos de trata de personas y pedofilia. Es como si quisieran ser ingenuos o directamente impunes. Como tituló revista Anfibia, “¿este es tu ídolo Milei?” (por Murray).

Para cerrar, el título de este artículo remite a una canción de Joaquín Sabina, “Noches de Bodas”, en la cual el cantautor recita una serie de deseos personales en forma de la poesía más hermosa y sintética a la vez. Siempre admiré y voy a admirar la capacidad de los artistas de resumir en líneas, notas o trazos miles de conceptos teóricos y abstractos. Sabina dice, para arrancar, “que todas las noches sean noches de boda y que todas las lunas sean lunas de miel”. Bello, ¿no? Pero luego también dice “que las mentiras parezcan mentira, que los que matan se mueran de miedo, que ser valiente no salga tan caro y que ser cobarde no valga la pena”. Yo agregaría, para los tiempos que corren: que tener corazón y ser solidario vuelva a dar orgullo y que ser miserable vuelva a dar verguenza. No dejes que te convenzan con el “no te metás”. No otra vez. “¿A vos te va bien?”, contestá que sí pero que nadie puede ser feliz en medio de la desgracia, porque como dice el gran Pepe Mugica, “nadie se salva solo”. La salida es colectiva. Con todos adentro. Hitler ya intentó eliminar a los que se consideraba erróneamente culpables de las miserias de Alemania. Hoy, los herederos de ese Holocausto (los judíos sionistas), como consecuencia y corolario de esa matanza, se convirtieron en genocidas de otro pueblo, el Palestino. El abusado se convierte en abusador. Por eso, el camino es largo pero vale la pena. Citando al maestro Sabina, nuevamente, “que el diccionario detenga las balas”. Es con educación. Es por ahí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las madres no

Laura se fue, se desconectó del lazo social que la unía a la vida

Yo vi inmigrantes encadenados