No es una simple cronología II
Laura - Micaela - Gisel - Alejandro - María . En pocas horas se siguen sumando eslabones a esta cadena de muerte intra hogar. Padres contra hijos. La excusa de la salud mental ya no alcanza para explicar esta epidemia de ataques salvajes contra menores indefensos que mueren presas de sus propios progenitores.
5 de agosto, título de Clarín: “ Horror en Lomas de Zamora: un hombre con problemas psiquiátricos asfixió a su hijo de 8 años”.
7 de agosto, título de Clarín: “Conmoción en Río Cuarto: una mujer bajo tratamiento psiquiátrico mató a cuchillazos a su hijo de 14 años”.
Estos dos hechos, separados apenas por 48 horas, se enmarcan en la seguidilla de muertes violentas de hijos a manos de sus padres con la que arranqué este artículo. La primera de esta serie fue Laura, el 21 de mayo. Le siguió a Micaela una semana después, el 30 de mayo. Un mes después, el 30 de julio, Gisel Moreyra. Hoy, una semana después, tenemos dos casos nuevos, en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires y en Río Cuarto, provincia de Córdoba. Laura Leguizamón era de Caballito, Capital Federal; Micaela Lator, de Florencia Varela, provincia de Buenos Aires; y Gisel Moreyra de González Catán, conurbano bonaerense también. Los hechos se replican en todo el país, son federales y nacionales, como también lo son los medios que los ponen en primera plana .
¿Saben cómo asesinó Alejandro de Lomas a su hijo de 8 años? Igual que Gisel de González Catán: asfixiándolo con una almohada. ¿Saben cómo asesinó María a su hijo de 14 años en Córdoba? Igual que Laura de Caba a los suyos: a cuchillazos.
Analicemos un poco las coberturas mediáticas. Ambos títulos refuerzan la idea de la enfermedad mental como posible causa detrás de ambos crímenes. Con respecto a Alejandro, Clarín recabó el testimonio de una vecina que decía lo siguiente: "Conozco a la familia desde hace años. Se lo veía medio tocado, pero jamás uno puede pensar que haga una locura así". Clarín cierra el comentario diciendo que la señora, prueba suficiente y fehaciente de la insanía mental del imputado, evidencia “que el hombre tenía problemas psiquiátricos”. Cerrado el caso. Solo alguien gravemente enfermo podría hacer algo así. Vuelvo a preguntar, como lo vengo haciendo desde 2022: ¿estamos frente a una epidemia de salud mental que hace que los padres asesinen a sangre fría a sus propios hijos, en la intimidad de sus hogares y actuando sobre seguro? Lo dudo mucho. Creo que tenemos que indagar mucho más profundamente sobre estos casos que son, sin dudas, fenómenos sociales contemporáneos altamente interpelantes.
“Las pericias psiquiátricas que le hagan a Ruffo serán clave para determinar si el hombre comprende la criminalidad de sus actos”, continúa el artículo de Clarín sobre Alejandro de Lomas. ¿Eso es lo único que importa? ¿Sabe si es culpable/imputable o no? ¿Ahí termina nuestra intervención como sociedad? ¿Acaso nadie puede ver que estos casos se conectan de un modo que tenemos que investigar y ahondar? Alejandro llevó a su esposa a tomar la combi para ir a su trabajo, volvió a su casa, asesinó a su hijo e intentó suicidarse con un cuchillo aunque no lo logró. No terminó igual que Laura-Micaela-Gisel porque le falló el método, o el coraje. Recordemos que Gisel de La Matanza también había probado lo del cuchillo y, como no le funcionó, improvisó una soga con ropas y se colgó del living de su casa. Luego de asesinar a su bebe de un año con una almohada sobre su cara, claro. Igual que lo hizo Alejandro (¿siguiendo su ejemplo, del cual se entró por los medios?), aunque solo cometió el crimen y quedó a mitad de camino del suicidio.
Vayamos a Córdoba. Acá la cancha se embarra un poco más. La mujer, quién sí estaba diagnosticada con una enfermedad mental y bajo tratamiento psiquiátrico activo, declaró “ haber dormido luego de tomar su medicación y, al despertar, se encontró con un charco de sangre y el cuerpo de su hijo al lado”. Recuerden que Laura Leguizamón, de Caballito, eligió la noche también para llevar a cabo su triple crimen, comenzando por su esposo, quien dormía al lado suyo, luego sus dos hijos adolescentes y, finalmente, terminando su masacre con un cuchillo auto clavado en su corazón. Previo a eso, logré dejar unos garabatos incoherentes donde intentaba explicar lo que le pasaba. Estos dos nuevos casos, con padres que sobrevivieron al asesinato de sus hijos, no dejaron cartas suicidas, a diferencia de los tres suicidas anteriores. Me pregunto, ¿qué le están poniendo a las pastillas psiquiátricas? ¿Son alucinógenos, acaso? ¿Cómo es posible que, si le creemos a María de Río Cuarto, luego de tomar su medicación y dormirse, amaneció con el cuerpo de su hijo masacrado a su lado y sin recuerdo alguno?
Más allá de las diferencias entre todos los casos, hay un denominador común: los menores mueren en el interior de sus hogares, a manos de sus propios padres. Son crímenes intra hogar. Imprevisibles. Incomprensibles. ¿Inevitables? Por el momento sí. Hasta tanto no empecemos a darnos cuenta de que tenemos que incluir este tipo de crímenes en las políticas de prevención del delito que tanto se ocupan de los pibes chorros que atentan contra la sagrada propiedad privada y poco se ocupan de las criaturas que están muriendo a sangre fría dentro de sus propias casas. "El menor fue hallado muerto en el interior de su vivienda", dice Clarín. Y es por lo menos el quinto en un lapso de dos meses y medio.
“Se está intentando averiguar cuál
habría sido el contexto en el que se dio la muerte del joven, cuál sería la
dinámica familiar y si estaban estas dos personas solas. También, si habría
alguna cuestión asociada a la salud mental que pudiera haber operado como
disparador o como motor, aseguró el fiscal”. Sin dudas la salud mental juega un rol clave en este asunto. Es imposible
quitarla de la escena. Lo que intento decir es que, en mi opinión, estos
crímenes intra hogar, con las características con las que se están dando, no
pueden explicarse únicamente dentro del marco teórico de la ciencia médica.
Tiene que haber determinantes sociales, ambientales, contextuales que estén
operando igual de fuerte en estos padres que se convierten en asesinos de las
personas que más aman. Que se convierten, además, en algunos casos, en suicidas
post filicidas. Me niego a comprar la hipótesis de que estamos rodeados de
locos que un día agarran un cuchillo, o una almohada, y acaban con la vida
propia y ajena. Acá está pasando algo mucho más grave y mucho más denso y ya
no se trata de casos aislados, como analizaba los años previos. Fíjense nomás
la rapidez con la que crece la estadística, la expansión territorial, la poca
distancia que toman unos crímenes con respecto a sus antecedentes, que siempre
y no casualmente son mediáticos, la influencia de los medios en instalar nuevos
verosímiles en materia de crímenes intra hogar. Nuevas recetas, ya
probadas, reales y pasadas a discurso. Nuevos posibles. Ya no es inverosímil
que un padre o una madre asesine a sangre fría a sus hijos en su casa. Ya no es
inverosímil que, luego de ello, se suicide o intente hacerlo. Lo estamos viendo
en cadena nacional. Y, en mi hipótesis, lo vieron Micaela-Gisel-Alejandro-María
y todos los que sigan.
Hay una perlita más. Miren qué curioso lo que trae la nota de Río Cuarto, luego de describir el filicidio de María: “ Es el segundo crimen violento en la ciudad cordobesa en las últimas 24 horas: por la tarde, un hombre había asesinado a un vecino tras una discusión”. Parece que esa misma tarde, en la misma ciudad y antes de que María amanezca bañada en la sangre de su hijo, un hombre, cansado de discutir con su vecino vaya a saber uno por qué, agarró un arma y lo mató de un disparo en la cabeza. ¿Se acuerdan de este caso ? Septiembre de 2022, también en Córdoba. En una discusión callejera entre dos automovilistas, uno de ellos, agarró el cuchillo de camping que tenía en el auto y se lo clavó en el corazón al otro, quien murió al instante. Ahí analizamos cómo los crímenes intra hogar que se dan puertas adentro de las casas familiares, con similar dinámica pueden darse también en la vía pública, con el vecino molesto, como este señor que pegó el balazo esta semana, o en el contexto de una discusión callejera. Recordemos que Fernando Báez Sosa murió explotado a patadas en el piso, en la puerta de un boliche, por haber derramado un vaso. Lo que quiero decir es que, sin enfocarnos en los detalles específicos de cada crimen, lo que estos homicidios nos están comunicando es la total falta de límites, de algunos sujetos, a la hora de contener una emoción tan fuerte, capaz de llevarlos a matar al cuerpo más próximo, el que los enfureció por algo o, simplemente, al cuerpito que tienen a mano, el de su propio hijo que se ofrece para la masacre y la descarga . Estos sujetos no son, según mi hipótesis, simples sujetos. La ciencia médica dirá que son locos, los medios dirán que son monstruos. Yo digo, con Durkheim, que son sujetos más permeables a la influencia de corrientes -ya no suicidógenas, como detectó él en su época-, sino crimoninológicas que están haciendo estragos y que continuarán arrojando cadáveres que duelen y continuarán doliendo. Y los medios tienen un rol central en este desarrollo crimonológico: no los determinan directamente pero sí influyen en la construcción social de nuevos verosímiles , al pasar a discurso (texto, imagen, video) recetas para el crimen casero, amateur, con los todos los ingredientes necesarios para ser replicados y, por eso mismo, al habilitarlos como nuevos posibles.

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