Un arte y un ritual colectivos
“En
el sentimiento del amor reside la salud”, afirma Erich Fromm. El
psiquiatra y filósofo alemán, hablando desde una perspectiva humanista, plantea
los problemas de nuestra sociedad contemporánea en términos binarios algo
sencillos pero que no por eso pierden poder explicativo. Hay que reconocerle
que su crítica al padre de la psicología tiene algo de sustento que podemos
comprobar fácilmente con datos de la realidad del futuro que vaticinó Freud y
que nos toca habitar. Las férreas represiones sexuales de una sociedad
paternalista, antigua y arcaica cedieron para dar lugar a múltiples
reivindicaciones y legitimaciones de la libertad individual sin corresponderse
con un descenso de las frustraciones que, según Freud, impulsarían los
instintos salvajes y pretéritos del ser humano que no resiste la vida
encorsetada llena de restricciones que le impone la cultura. Ya estamos ahí y
estamos viendo que evidentemente no eran la causa de las neurosis masivas sino
probablemente la represa que contenía la violencia.
De otro modo, ¿cómo explicaríamos el aumento de
crímenes sin razón? Crímenes intra hogar como yo los llamo, esos que suceden al
interior de una propiedad privada entre personas que supuestamente están unidas
por lazos de amor y, sin embargo, acaban embarradas en su propia sangre. Desde
luego, todos los problemas que atañen a la sociedad son complejos y
multideterminados. El aumento desproporcionado y abrupto de la población
mundial en contraste con el agotamiento de los recursos naturales; la marcha
sin freno de un sistema económico que no hace sino ampliar la brecha entre los
que tienen y los que nada poseen; la escasez de trabajo real (y la
imposibilidad de emplear a todas las personas activas) como piedra angular de
la crisis económica mundial; el fin del sistema previsional incapaz de brindar
la seguridad social que antaño supo proteger a todos aquellos que quedaban
fuera del sistema por motivos varios (jubilados, discapacitados, etc); las
guerras ideológico-religiosas y sus ramificaciones; el quiebre de la confianza
en los gobiernos de tipo democrático-republicanos y el peligro de una puerta
que se abre hacia alternativas inciertas y probablemente menos civilizadas. Todas
estas cuestiones influyen por supuesto y determinan el comportamiento social. Pero
creo que, así como Durkheim pudo
aislar en su época el individualismo como causa de una corriente social que
conducía hacia el aumento del suicidio de tipo egoísta en aquellos individuos
proclives por distintos motivos a romper lazos con lo social y a tomar la
decisión de suicidarse; tendríamos que poder aislar, en nuestro presente, los
motivos que están llevando a cada vez más personas a asesinar a sangre fría a
sus seres queridos.
Según
Fromm, “la persona mentalmente sana es la
persona productiva y no enajenada”. Recordemos el concepto de
enajenación que trabaja Fromm para describir el carácter de la sociedad
contemporánea occidental en términos de su desconexión con dimensiones
concretas, reales y humanas que vimos en este post.
“La persona enajenada no tiene contacto consigo misma,
lo mismo que no lo tiene con ninguna otra persona”, dice
Fromm. Aquí se pone en juego directamente a la identidad, a la conciencia del
yo y, por ende, del otro. La descripción que hace Fromm de la sociedad
actual es, a mi entender, un honesto diagnóstico médico de la patología general
que padece el conjunto social. Es decir, él supo aislar y describir los
síntomas que, como punta del iceberg, le hacen pensar en un cuadro concreto.
Ahora
bien, ¿qué propone Fromm para mitigar los efectos de esta corriente enajenadora
que estaría dejando a los individuos en un estado de total indefensión y
sumidos en la más abúlica
apatía? El autor habla de socialismo comunitario, un término que
seguramente no le pertenece y que no es nuevo pero que vale la pena seguir ponderando
y considerando. Frente a la situación de enajenación generalizada provocada por
la mercantilización de absolutamente todas las relaciones sociales, este modelo
plantearía que “ningún hombre sea un medio para los fines
de otro, sino que sea siempre y sin excepción un fin en sí mismo. Por consiguiente,
la estructura de una sociedad mentalmente sana es aquella en la que nadie es
usado, ni se usa a sí mismo”. Muy lindo todo, pero ¿cómo
logramos esto sin convertirlo en una utopía más? Sin caer en los callejones sin
salida a los que nos llevó el comunismo. Responde Fromm: “el capital no emplearía trabajo sino que el trabajo emplearía
capital”. Parece lo mismo pero no lo es. Se invierte la
relación de fuerzas. En lugar de tener poseedores de capital y dueños de
decisiones que afectan la vida de todo el conjunto, tendríamos una sociedad
cooperativa en la cual ambos extremos son co-dependientes y se necesitan y
colaboran mutuamente en pos de un resultado productivo y económico común. Por supuesto
que este esquema contaría con el total rechazo de aquellos que no querrían
abandonar sus posiciones de privilegio para compartir la toma de decisiones con
quienes consideran sus subordinados, por decirlo diplomáticamente. Supongo que
solo en una situación límite podrían evaluarse y considerarse condiciones tan
atípicas para el funcionamiento capitalista.
Fromm
agrega a este replanteo de las relaciones laborales una serie de aspectos a
reformar para acompañar dicho cambio de paradigma:
·
Conservar el método industrial
pero descentralizar el trabajo y el Estado para darles proporciones humanas
·
En la esfera económica,
necesitamos la codirección de todos los que trabajan en una empresa
·
Deben igualarse los ingresos en la
medida necesaria para dar a todo el mundo la base material de una vida digna
·
En la esfera política, la vuelta a
las asambleas locales cuyas decisiones se integren en una nueva cámara baja
·
Y un sistema nuevo de arte popular
y de ritual secular
Como
verán, no sería necesario abandonar el capitalismo para salir de la crisis (no
se pierdan este manifiesto
de mis años estudiantiles). Pero sí es imperativo implementar cambios
estructurales, de forma y de fondo, a fin de no sucumbir frente a la epidemia
de hambre y pobreza que nos azota. En nuestro país acaba de conocerse un nuevo
dato estadístico: el
52,9% de las personas es pobre. Más de la mitad de los habitantes no
alcanza a cubrir la canasta básica y el 18,1% directamente es indigente. La pobreza
no es producto del gobierno de Milei, iniciado en diciembre de 2023 pero sí le
corresponde un aumento del 30% de la pobreza y del 50% de la indigencia en sus
nueve meses de gestión, de manera que no sólo no logró el objetivo auto
planteado de mejorar la ya trágica situación heredada sino que la profundizó.
Yo me pregunto hasta cuándo les rendirá la excusa de echarle la culpa al
gobierno anterior. Hasta cuándo la gente seguirá comprando el discurso
mentiroso, cínico y manipulador de quien no sólo no se hace cargo de lo que
hace sino que intenta disfrazarlo de otra cosa.
Fromm
dice “deben igualarse los ingresos en la
medida necesaria para dar a todo el mundo la base material de una vida digna”
porque, de otro modo, ¿de qué sirve cenar e irse a dormir calentito por las
noches si al otro día te levantás para ir a trabajar y te encontrás con gente
revolviendo la basura buscando algo para comer? ¿A quién le gusta vivir así, en
medio de la pobreza y de la desesperación? Es muy ingenuo creer que esos
seres humanos van a sentarse a esperar la muerte. Algunos lo harán, pero la
mayoría luchará para sobrevivir porque es su instinto. Entonces tu auto 0 km,
tu casa recién pintada, tu heladera llena y tu hijo en la escuela privada se
convierten en blancos de la desidia humana. Si no decidís cambiar y cooperar
por mera solidaridad y empatía hacelo al menor por inteligencia y conveniencia.
Nadie puede vivir bien en medio de la desolación.
Fromm
habla también de volver a “proporciones humanas”.
Desburocratizar el Estado y las mega corporaciones y subdividir en pequeñas
unidades maniobrables por el cerebro y el cuerpo humano. Volver al cara a cara,
a la voz humana del otro lado del teléfono, reactiva, expectante. ¿Y por qué
sería esto necesario? Para dejar de estar tan enajenados, en términos de Fromm.
Para volver a darle sentido a la vida. La interacción no es opcional, es
necesaria. Fíjense que el autor propone, en materia de política, volver a las
asambleas locales. Esto implica volver a debatir cara a cara con el otro,
volver a escuchar con los oídos pero también con la vista, con todo el cuerpo. Captar
los gestos, el lenguaje corporal y no verbal. Volver a encontrarnos, volver a
coincidir.
Y esto
conecta directamente con el último punto, el más importante para mí, donde se
pone en juego lo simbólico. En el anterior posteo
se expuso la teoría de Erich Fromm y se preguntó y se respondió con el autor si
nuestros antepasados estaban mentalmente más sanos que nosotros. En relación a
la autoridad manifiesta versus la autoridad anónima que nos gobierna en la
actualidad, el antiguo yo construía su sentido de la identidad a partir de la
confrontación con esa autoridad irracional. En nuestro modelo actual, regido
por el principio de la conformidad, resulta difícil -y para algunos imposible- disentir
por miedo al rechazo. En el plano de la cultura, este sentido de la identidad
se construye y se despliega a través de rituales colectivos, los mismos que hoy
están en vías de extinción. No es casual ni inocente que se ataque a la cultura
ya que es la madre de todas las batallas. La derecha actual lo sabe y
precisamente hacia allí dirigen sus cañones. Debe ser el último bastión que nos
queda.
¿De
qué nos sirve, se pregunta Fromm, no tener casi analfabetos, tener la educación
superior más amplia que haya existido en cualquier tiempo, si no tenemos una
expresión colectiva de la totalidad de nuestras personalidades, ni un arte ni
un ritual comunes? Indudablemente, afirma el autor, “una aldea relativamente primitiva en la que todavía hay
verdaderas fiestas, expresiones artísticas comunes compartidas y en la que
nadie sabe leer, está más adelantada culturalmente y más sana mentalmente que
nuestra cultura de enseñanza pública”.
Según
Fromm, nuestro ritual moderno está empobrecido y no satisface la necesidad
humana de arte y ritual colectivos. “La transformación de una
sociedad atomística en una sociedad comunitaria depende de que se cree de
nuevo la oportunidad para las gentes de cantar juntas, de pasear, danzar y
admirar juntas, y no como individuos de una muchedumbre solitaria”. Por
eso mi grata sorpresa cuando desperté hoy y me enteré que la cantante pop Mariana
“Lali” Espósito presentó una nueva canción con
videoclip incluido en la cual parodia al tirano que nos gobierna y que la
atacó personalmente en redes sociales apenas asumido su mandato, por atreverse
a disentir con su forma de pensar. Por atreverse a decir no cuando todos
parecían decir sí. Por expresar su disconformidad frente a la autoridad. Y probablemente
también por ser mujer y feminista. Y lo hizo de la manera más efectiva que se
podía hacer: mediante la parodia. ¿Sabían que ridiculizar, minimizar y
parodiar a un oponente poderoso es la vía más rápida para desestabilizarlo?
Si resucitara Bajtín diría que el videoclip de Lali Espósito es una forma carnavalesca
de ritual moderno que permite la liberación temporal de la opresión mediante la
risa y la burla (especulaciones delirantes absolutamente mías). Perdón, es la
euforia de ver la historia en vivo y en directo. Larga vida a la reina!

Comentarios
Publicar un comentario