Doble parricidio en Vicente López: cuando lo económico entra por la puerta, la emoción sale por la ventana
Martín Del Río era el tercer hijo (y el último) de un
matrimonio de jubilados que vivían coquetamente en una mansión antigua, en una
esquina de Vicente López. Hoy, esa familia se sentía parte de la “alta
sociedad”, por sus empresas y propiedades, pero no siempre fue así. No hubo
cuna de oro. El padre, Enrique José Del Río, fundó una empresa de seguridad a
los 18 años y la convirtió en un imperio. Un laburante. Tuvo tres hijos y vivió
toda su vida al lado de su esposa, María Mercedes Alonso.
Este artículo no va a repasar todo lo que ya se dijo
y se sigue diciendo en los medios sobre este caso, aberrante por cierto. El
objetivo es demostrar por qué no entra dentro de la clasificación de “crímenes
intra-hogar” que propongo. Y además, por medio de la comparación, reforzar por
qué el crimen del cuchillo de camping que vimos la semana pasada sí califica.
Incluso aunque haya sucedido en la vía pública.
Vamos por partes. Todos los sí:
- sucedió dentro del hogar familiar
- el asesino tiene un vínculo directo con las
víctimas
- el asesino mata por primera y única vez
Pero a no confundirse porque hay un elemento que es
clave en todo este asunto: el dinero. En este doble crimen, el móvil para el
asesinato es económico. ¿Vieron cuando les decía que los crímenes que analizo
están por fuera del sistema capitalista? Bueno, justamente a esto me refiero.
El señor de Córdoba que, por una discusión de tránsito, agarró el cuchillo de
camping que tenía en el auto y se lo clavó en el corazón al otro, no planificó
nada. No mató por un objetivo económico, mató por pura rabia. Porque no se pudo
contener, como analizamos.
Este otro señor, Martín Del Río, es la antítesis
exacta. Fíjense cómo, cuando entra el
dinero (lo material, en sentido amplio), todo cambia, todo se vuelve más frío.
Hay cálculo, hay planificación, hay premeditación. Este hijo infiel estuvo
varios días pensando cómo asesinar a sus padres y, fundamentalmente, cómo
encubrir el crimen y desviar la investigación hacia la pobre mucama. Eso no es
producto de una emoción violenta. Eso es producto de la desesperación porque
los padres estaban a punto de descubrir que su propio hijo los había estafado
y, sintiéndose acorralado, mostró de qué estaba hecho.
Un pequeño paréntesis para mencionar dos cosas.
Pienso, primero, en los últimos segundos de vida del padre, viendo –con
horror-, cómo su propio hijo le voló los sesos a su madre -su esposa-, con un
tiro desde la espalda. Segundos después murió él, de la misma forma, pero el señor,
a diferencia de la señora (que quizá ni se enteró que su hijo la asesinó), se
descubrió inmerso en una escena de terror y, seguramente, del más profundo
dolor. Y segundo, pienso en la esposa de Martín, quien no sólo descubrió que su
esposo es el asesino a sangre fría de los abuelos de sus hijos sino que,
también, que tenía toda una doble vida con amante y todo. Ojo, capaz lo de la
amante ya lo sabía, pero tremendo chasco para esa señora también.
Entonces, repasemos: se cumplen varios de los
requisitos de los denominados crímenes intra-hogar, pero hay dos que no se
cumplen: 1) no se mata por un objetivo económico (robo, estafa, etc); 2) no hay
premeditación, sino acción violenta.
Como vimos, Martín Del Río planificó detalladamente
el crimen de sus padres. Los investigadores lo siguieron por las cámaras de
seguridad del Gran Hermano que es la
ciudad de Buenos Aires y encontraron que, el día del asesinato, dejó su
camioneta con su celular encendido dentro, se bajó y caminó 30 cuadras hasta la
casa de sus padres. Entró, les dijo alguna mentira (posiblemente que iban a ir
a ver el famoso departamento de la discordia); los señores se cambiaron, se
subieron al auto, y el hijo, desde el asiento trasero, los ejecutó, como un
profesional. Un tipo que, probablemente, nunca mató a nadie en su vida, ni
estaba acostumbrado a llenarse las manos
de sangre y, sin embargo, debutó con un doble parricidio.
Les tengo una buena noticia, a pesar de todo esto.
Las personas como Martín Del Río no abundan. Son seres detestables, que siempre
existieron, y siempre seguirán existiendo. Desconozco cómo se podría desactivar
la ambición que hace que ciertas personas se pierdan, hasta llegar a extremos
como éste. Pero sí les puedo decir que, los tipos de crímenes que yo analizo -que
tienen mucha incidencia últimamente-, en mi humilde opinión, sí se pueden
prevenir. Se puede trabajar mucho ahí.
Con los tipos como Martín Del Río no hay mucho margen, lamentablemente. Pero, como les
decía, no todos los días se ven casos de parricidios con este nivel de
premeditación. Sí, en cambio, vemos a diario padres que muelen a palos a sus
hijos, adolescentes que matan a patadas a otro pibe, mujeres asesinadas por sus
ex parejas despechadas, etc. Todos esos casos están inscriptos en un marco puro
y exclusivo de violencia, donde no interviene lo económico. Es pura emoción
violenta contenida, imposible de ser refrenada. Ahí sí, creo, tenemos margen
para trabajar en la prevención.

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