Del crimen del colectivero a Bukele: el recorrido de las nuevas derechas
El martes 4 de abril a las 5 am de la madrugada dos
encapuchados se subieron armados a un colectivo de la línea 620 en Virrey del
Pino, La Matanza, al grito de “están
robados, están robados! Entreguen todo, bolsos y celulares!”. Antes de
bajar, con lo poco que pudieron sacarle a los pasajeros que viajaban a esa hora
-laburantes, por cierto-, uno de ellos le disparó un tiro en el pecho al
conductor, Daniel Barrientos, de 55 años, quien estaba a punto de jubilarse.
Murió en el acto. Este hecho, trágico por demás pero absolutamente cotidiano de
acuerdo a los niveles de inseguridad que registra esa zona del conurbano
profundo, despertó la furia de sus colegas y compañeros de rubro, y de la
sociedad toda. Sergio Berni, el Ministro de Seguridad, se hizo presente en el
reclamo ciudadano para poner la cara, como funcionario público y representante
del gobierno, pero casi se la desfiguran. Lo atacaron entre varios en medio de
un tumulto del cual le costó salir, no sin varias piñas en su rostro que
pudieron haber sido fatales también.
Hay muchas cosas para decir sobre este caso. En primer lugar,
no se puede justificar la violencia, no importa de dónde provenga. Si yo
reclamo seguridad y menos violencia, no puedo atacar ferozmente a la única
persona que tuvo la deferencia de hacerse cargo. Porque hubiera sido mucho más
fácil para él, hacer como hizo el gobernador de la provincia, Kiciloff, y
hablar cómoda y seguramente detrás de un micrófono. Entonces, la próxima vez
que ningún político ponga la cara, no habrá lugar para reproches. Ese hecho
violento y atemorizante bastó para que, de ahora en más, las declaraciones se
hagan en forma mediatizada.
En segundo lugar, no podemos pasar por alto el tremendo grado
de impunidad que estamos permitiendo como sociedad. Apenas sucedido el crimen
del colectivero, las fuerzas de seguridad fueron a aprehender a dos sospechosos
que, según datos que la propia policía tenía, evidentemente, eran los que
habían robado el auto con el que se dieron a la fuga ese 4 de abril, y que
apareció quemado a pocas cuadras. El dichoso auto había sido robado en marzo! De
manera que sabían dónde estaba, quién lo había robado y no hicieron nada.
Complicidad e impunidad. Vergüenza.
En tercer lugar, se generó un debate absurdo y cruel para con
la familia de la víctima, sobre si el crimen de Barrientos había sido una
conspiración política de la oposición. “Nos
tiraron un muerto”, se oyó murmurar. El oficialismo plantando dudas acerca
del modus operandi, del arma que usaron los asesinos, que nada tenía de robo
casual, que estaba armado. Vale aclarar que, siendo un año electoral y teniendo
en cuenta que los políticos son capaces de todo (somos el país donde se asesinó
a un fiscal de la nación, no nos olvidemos), no se puede descartar esa
hipótesis, aunque suena más a excusa lava manos que a otra cosa. “Al chofer lo mataron por nada”, dijo una
de las testigos, y no hay mayor verdad que esa.
Unos días después del crimen que sacudió a la opinión pública (uno más que se suma a la lista), me dispuse a ver un programa de Crónica, a la
noche, con Diego Moranzoni. Estaba Fernando Burlando de invitado, el abogado
mega famoso que bailó en el programa de Tinelli y que además defendió a la
familia de Fernando Baéz Sosa contra los rugbiers. Ah! Y también es candidato a
gobernador de la provincia de Buenos Aires. Fue, sin dudas, muy interesante ver
el debate que se generó en torno a todos los temas que a mí me interesa
plantear, y de los que escribo humildemente en este blog. El videograph decía “Muerte a sangre fría”. Cuando los
invitados tuvieron que referirse a los delincuentes, intentaron definirlos, siempre
desde el descalificativo. Burlando preguntó “¿qué
son? ¿qué son? Son lacras sociales, son hijos de puta”. Y probablemente lo
sean, pero también son uno de nosotros. No nacieron por generación espontánea,
son producto de nuestra sociedad y, por eso mismo, debemos hacernos cargo de
ellos.
Luego se puso el foco en analizar la política carcelaria
actual. Me reconforta empezar a ver que estas cuestiones se empiezan a tomar
institucionalmente. Es justamente lo que planteo en este espacio, desde hace
más de un año. Entonces, Burlando, con su amplia experiencia como abogado
penalista, habló de aspectos relevantes a ser considerados como:
·
la trazabilidad del preso
·
la reinserción social
·
el estado de las cárceles
·
los necesarios cambios en algunas leyes
Todos temas con los que acuerdo plenamente. Trazabilidad del
preso implica darle un seguimiento a esa persona que quedó detenida, no sólo
para que cumpla su condena, sino también para garantizar el recorrido que
tendrá esa persona a partir de ese quiebre, de esa ruptura con la sociedad.
¿Cómo vuelve? ¿Vuelve? Son temas que tenemos que ocuparnos de resolver. No
sirve tirar a los presos en las cárceles a que se pudran. Salen, ya hemos
visto, con redoblada violencia, directo a atacarnos a nosotros. A los que
viajamos en bondi para ir a laburar, porque es a quienes tienen acceso directo.
Así que lamento decirles que no es sólo un problema de los políticos o del
gobierno. Es una cuestión social que nos involucra y nos interpela a todos. De
hecho, yo como habitante del conurbano profundo soy una de las más interesadas
porque vienen por mí y por mis hijos.
Vuelvo a poner sobre la mesa información que tenemos
disponible, que tiene que ver con la historia de
los sistemas de castigo y con cómo la prisión pasó de ser uno de los medios
de castigo menos frecuente a ser, en la actualidad, el único. Hay muchas
cuestiones de fondo que, por supuesto, involucran poder e intereses económicos.
Por otro lado, vuelvo a recordar que contamos con un manual ya escrito por los
reformadores del siglo XVIII con las siete
máximas de la buena condición penitenciaria, tal cual ellos lo habían ideado
en un inicio, y que nunca se cumplió. Sólo hay que aplicar estos principios, y
poner mucha guita y empeño para sacar un proyecto de estas dimensiones
adelante.
Casualmente, los dos nuevos candidatos políticos para estas
próximas elecciones –Burlando y Manes-, hablan de la necesidad de “voluntad política para cambiar la realidad”.
Y es justamente lo que hace falta: decisión, ganas, esfuerzo. Los viejos
dinosaurios del kirchnerismo y del pro están demasiado oxidados y demasiado
viciados, independientemente de que fallaron en sus mandatos. Desde mi punto de
vista, y siempre teniendo el sentido común como guía, no se puede volver a
votar a alguien que ya demostró ampliamente su incapacidad para gobernar. “Prefiero viejo conocido que nuevo por
conocer”, podrán pensar algunos. Pero se equivocan. Porque darle la
oportunidad a alguien que venga fresco, de afuera, casi inexperto, te garantiza
renovados intentos y no más de lo mismo que ya sabemos no funciona. Habrá que
desear fuerte que, una vez en el poder, no se oxiden ni se corrompan como los
anteriores, pero siempre hay que apostar a lo mejor, nunca conformarse. Mi papá,
un férreo peronista de Perón, dice que ningún partido político va a desplazar
al peronismo. Pero, sin embargo, ya lo hicieron. Varias veces. El kirchnerismo
logró crear un nuevo espacio político, escindiéndose del peronismo y conformando
una identidad propia, única, con motivos específicos que interpelan a grandes
sectores de la población. El pro fue un partido político creado hace menos de
veinte años y que aprovechó un momento de hastío luego de 3 mandatos
kirchneristas para ganar una elección y bailar al ritmo de los globos
amarillos.
Y ahí vamos llegando al final de este posteo, donde les uno
todas las ideas. En el mencionado programa de Crónica, Burlando habló del modelo
Bukele, el presidente de El Salvador que encarceló a 66.000 personas en la prisión
más grande de América, que mandó a construir. Me costó entender si los
atropellos a la justicia y a los derechos humanos los refería con aprobación o
con desaprobación porque su cara, tan tensa del botox, no diferencia emociones.
Tiene como la sonrisa dibujada, entonces lo decía casi en tono jocoso, pero
también podría ser ironía, no lo sé. La cuestión es que, en medio de un debate
por la inseguridad en nuestro país, a raíz del crimen del colectivero, se
introduce, para nada ingenuamente, la referencia a un extremo del control
social, como lo que está sucediendo en El Salvador. Si en esa silla hubiera
estado Patricia Bullrich, no hubiera dicho algo muy distinto. Hubiera hablado
de mano dura y se le hubiera saltado la cadena. ¿A qué voy con esto? A que, así
como el siglo XX inició con un gobierno conservador y liberal, seguido por la
consolidación del modelo populista con Perón a la cabeza (gobiernos de facto
mediante), para desembocar en el lastimoso neoliberalismo, vamos llegando,
nuevamente, a un inicio de siglo en el cual las derechas se consolidan y
avanzan. No sólo en Argentina, sino en el mundo. Son períodos históricos, como
mareas. Lo que está pasando en El Salvador es un proyecto piloto, financiado
por sombras muy interesadas en restablecer el orden sin importar las
consecuencias. La semana que viene les voy a contar todo lo que investigué de
Bukele y compañía, les prometo que no tiene desperdicio. Pero hoy, para cerrar
esta reflexión, me quedo con una cita de Cayetana Alvarez Toledo, dirigente del
Partido Popular español y representante de la derecha de ese país, citada en
esta brillante
nota de Revista Anfibia sobre Bukele, quien dijo que “los seres humanos somos animales morales”.
Excelente síntesis. Somos animales salvajes por todo lo que venimos refiriendo
a lo largo de este blog, pero tenemos un sobre-equipaje: la moral. Esa que nos
impone la cultura en la que habitamos. Yo decía, en uno de los primeros
posteos: “Naturaleza
versus cultura”, pero bien podría reemplazar el versus por el conector.
Somos las dos caras de la misma moneda. Somos seres complejos, con una
naturaleza agresiva constitutiva de nuestro adn de especie y una cultura
inventada para salvaguardarnos de nuestros propios instintos.

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