“Soy una persona horriblemente mala”
Otra enfermera asesina. Esta vez en Inglaterra. Hace poco tratamos el caso del denominado “genocidio de bebés en Córdoba”, pero este caso nuevo aporta algo que no estuvo presente en la noticia nacional: la confesión de parte. La enfermera cordobesa acusada de inyectar potasio a los bebés recién nacidos niega los cargos y recurre a la justicia para defenderse. Lucy Letby, por el contrario, nos deja un ángulo de análisis pocas veces visto. Puedo relacionarlo, tranquilamente, con la confesión de Josef Fritzl, el loco de Austria, ¿se acuerdan? El que mantuvo presa a su propia hija en el sótano de su casa durante años y tuvo siete hijos con ella.
Él dijo, en
su juicio: “sabía que lo que estaba
haciendo no estaba bien, que debía estar loco por hacer una cosa como ésa”.
Si bien Josef reconoció lo aberrante de todos sus crímenes contra su propia
hija, se quedó corto con el mea culpa. Hoy tenemos una joven enfermera que da
varios pasos más al frente.
Uno ve la cara de Lucy, de 32 años, y hasta parece dulce. Sonrisa
amplia, rostro iluminado. Sin embargo, asesinó a siete bebés recién nacidos en
un período de un año, mientras trabajaba en la unidad neonatal de hospital
Countess of Chester.
Aparentemente, les inyectaba aire en el estómago o directo en
la sangre, lo que les provocaba dificultades respiratorias prácticamente en
forma inmediata.
¿Por qué es
relevante este caso? Por su impactante confesión. Ella misma escribió de puño y
letra lo siguiente:
“No merezco vivir. Los
maté a propósito porque no soy lo suficientemente buena para cuidarlos. Soy una
persona horriblemente mala. Soy malvada, yo hice esto”.
Si no fuera porque, así como el fiscal encontró estas notas
incriminatorias en su departamento, también halló notas que dicen exactamente
lo contrario –que es inocente-, el caso cerraría por completo. Vale decir que
es altamente probable que los psiquiatras encuentren un desorden de tipo mental
en la acusada pero, más allá de eso, y haciendo la salvedad de que a las
personas insanas las dejamos fuera de análisis, es muy interesante volver sobre
lo que ella dijo públicamente.
¿Por qué? Porque hay que tener muchos ovarios para reconocer
lo que ella reconoció. Como digo siempre, y lo vuelvo a aclarar: no defiendo
asesinos, ni los justifico. Simplemente que, para poder analizar estos hechos
que suceden en la vida real, tenemos que aproximarnos dejando el prejuicio y
las emociones de lado. De otro modo, sólo podremos juzgar éticamente, y toda la
parte del análisis sociológico queda simplemente anulado. ¿Qué es lo primero
que sentimos? Rechazo, indignación, asco, tristeza, enojo. Todo eso, ¿no?
Bueno, pasemos esa parte y vayamos un paso más allá. En primer lugar, vamos a
decir que, si bien la confesión no fue dicha en palabras frente a otra persona,
o en el mismo juicio –lo cual tendría un valor mucho mayor-, el hecho de
escribir en un papel lo que ella escribió es un primer paso importante.
Me explico: la enfermera de cara dulce y sonriente
efectivamente asesinó de forma cruel y a sangre fría, con premeditación, a los
bebés. Hasta ahí, un asesinato más de los tantos aberrantes que vemos y oímos a
diario. Lo que suma este caso, en particular, es el mea culpa de la asesina.
Pero no es cualquier confesión. Es un texto concreto, sencillo y directo en el
cual la homicida (se) reconoce su propio monstruo interno.
No dice simplemente “yo maté a los bebés”. Dice, y cito “soy
una persona horriblemente mala”. Es una forma casi infantil de reconocer un
error tan grosero, pero no todos los días vemos asesinos confesos, con ese
nivel de sinceridad brutal. Lo que tiene de relevante esa mini confesión es
que, en mi opinión, es algo que se dijo a ella misma, en la soledad y oscuridad
de su departamento, cuando nadie la veía ni escuchaba. Ese texto lo escribió
para su propia conciencia. Fue su forma de poner en palabras (escritas) lo
tenebroso que habitaba dentro suyo. Esa parte salvaje que no pudo controlar.
Este tema me remite directamente a uno de los primeros posts que publiqué en este blog (“Naturaleza versus cultura”) donde decía esto: “estoy segura de que afirmar que la naturaleza humana es originariamente agresiva no es algo que ninguno de nosotros quiera escuchar, mucho menos asumir”. Tal parece que Lucy Letby pudo dar un tímido paso en ese sentido. No es un heroína, claro está. Para mí, es un caso de estudio, y una comprobación más de la teoría que intento construir con las poquitas herramientas que tengo: mi reflexión, mi profunda observación y mi incesante asombro y preocupación.

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