Un mundo feliz

 


Hoy vamos a meternos en esta obra futurística escrita por Aldous Huxley, el compañero de facultad de Herbert Wells, autor de “La máquina del tiempo”, la fábula de los morlocks que analizamos la semana pasada. ¿Por qué es relevante? Porque, al igual que su colega, imagina un futuro muy lejano a partir del cual se abre la reflexión sobre el destino de nuestra especie. Y, además, porque en el mundo feliz que imagina Huxley no hay crímenes, o al menos él no los relata.

Wells ubica su fábula en el año 800.000 e incluye dos clases sociales: los Eloi, que viven plácida y cómodamente sobre la superficie, y los Morlocks, que viven subterráneamente y se alimentan de los Eloi. Es decir, en la visión de Wells, más allá de ubicarla mucho más lejanamente en el tiempo de lo que podríamos imaginar, hay crímenes. Hay asesinatos, hay muerte, hay sangre. Huxley, por el contrario, sitúa su fábula en el siglo VII después de Ford, lo cual sería alrededor del año 2500/2600. Es muy gracioso leer expresiones como “oh Ford!”, “su fordería”, o “por Ford!”. Resulta que, para estos seres futurísticos, el Dios supremo es Henry Ford, el creador de la cadena de producción en masa, allá por principios del siglo XX.

Por las dudas, aclaro: no estoy realizando una reseña del libro. Amén de eso, por supuesto recomiendo que lo lean. La propuesta es usar esta fábula, como usamos la de Wells, para pensar el conflicto social y, apoyados en las mentes brillantes y adelantadas de estos dos escritores, reflexionar sobre qué salida sería la más conveniente para disminuir o erradicar los crímenes pasionales. Esos crímenes que suceden a causa de emociones violentas imposibles de contener. No son los crímenes originados y causados por causas estructurales como la pobreza, la desigualdad y la injusticia social. No, esos no tengo idea de cómo combatirlos más allá de redistribuyendo la riqueza y aplicando políticas tendientes a la equidad. Claro, no soy política. Ni estudié política. Soy Licenciada en Comunicación Social, con gran vocación por la sociología. Por eso me interesan los crímenes netos. Esos crímenes que suceden cuerpo a cuerpo. Sin que medie el dinero, ni el interés, ni nada siquiera remotamente cercano a lo material.

Porque cuando una madre o un padre asesina a golpes a su bebé…ahí hay que poner la lupa. Ese tipo de crímenes no son “normales”. Nos costaría mucho encontrar un móvil, un motivo. Real, valedero, entendible. Cuando un tipo asesina sin mediar palabra a su ex en medio de la vía pública, sabiendo que en ese mismo instante se condena de por vida…ahí hay que poner la lupa. Podemos decir que fue por celos, claro. El maldito despecho. Pero no es “normal” arriesgar todo por venganza. No es normal que las consecuencias de un acto delictivo cometido frente a decenas de testigos no ejerza la presión suficiente sobre la necesidad de evitar el castigo, ese que ineludiblemente espera en una cadena perpetua, en una celda oscura, en la más profunda soledad y violencia.

Por eso, esta historia de ciencia ficción me sirve a mí, por lo menos, para pensar variantes. Se trata de un utopía, un mundo ideal. Probablemente, por eso mismo, irrealizable. Como la utopía del socialismo. O la del nazismo. Tal cual afirma Huxley, en su regreso al mundo feliz, bastante posterior, en el cual realiza una especie de autocrítica igual de interesante que el libro original, podríamos vislumbrar cómo sería el siglo VII después de Ford, siempre y cuando no nos autodestruyamos antes. Pero bueno, supongamos que sí. Que llegamos. ¿Cómo es ese mundo feliz que describe Huxley? Voy a apuntar los principales aspectos y, luego, en el siguiente post, vamos a desandar cada uno de ellos para encontrarnos con grandes sorpresas teóricas.

En primer lugar, en el mundo feliz del siglo VII después de Ford hay estabilidad social. ¿Cómo lograron nuestros descendientes imaginarios semejante cometido? En principio, controlando los nacimientos. Según refiere el autor, el principal problema que azota a la humanidad es el exceso de población y el ritmo vertiginoso de crecimiento, muy por encima de los recursos naturales existentes. Por eso, cuando tuvo que imaginar un futuro posible, pensó en la necesidad de controlar ese exceso poblacional. Básicamente, lo que conocemos actualmente como Estado, en el futuro de esta fábula, controla todo. Hay un exceso de control social, tipo Gran Hermano, con la diferencia, con respecto a la obra 1984 de Orwell, que los condicionamientos son de tipo positivos. Es decir, no hay castigos; hay premios.

¿Cómo logra el Estado que todas las personas hagan exactamente lo que se les pide y no causen conflictos? En primer lugar, como referíamos, mediante el control de los nacimientos que se lleva a cabo a partir de aplicar el principio de la producción en masa fordiano a la biología. Los seres humanos se fabrican en laboratorios, mediante inseminaciones. Este proceso industrial permite decantar dos tipos de personas: los que fueron fecundados con esperma biológicamente superior, serán condicionados y destinados a ocupar cargos de mando y control; mientras que, aquellos que, por oposición, fueron fecundados por esperma biológicamente inferior, serán destinados a rangos menores y se los condicionará para ser felices y no aspirar a nada más.

Ya sé, un espanto. Pero no descarten aún las proyecciones. Y recuerden que es una historia imaginaria, por lo menos por varios siglos más. Hablé de condicionamiento. Les cuento cómo se condicionan estos seres humanos del futuro: mediante técnicas de manipulación genética (trabajo científico de laboratorio), mediante la hipnopedia (grabaciones repetidas durante la etapa de sueño ligero) y, por supuesto, mediante técnicas de tipo conductista a lo Pavlov (¿recuerdan los experimentos con perritos?).

Ahora bien, si los seres humanos se producen en laboratorios, ¿qué sucede con la reproducción vivípara tradicional mediante la cual actualmente nos reproducimos? Está prohibida, así como está abolida la institución de la familia. ¿O sea que en el futuro no hay sexo? Todo lo contrario, las personas de esta fábula rozan la promiscuidad. La clave está en que el Estado distribuye productos anticoncepcionales reglamentarios y los embriones que salen de la sala de control natal, con varias sesiones de condicionamiento ya incorporadas, se unen a la sociedad a ocupar el rol para el que fueron creados.

Los niños van a la escuela de ingeniería emocional. Los ancianos, no existen. Sí, así como lo leen. Mediante el control químico de las secreciones y del metabolismo, es posible vivir hasta los 60 años en estado de plena juventud, luego de lo cual, sólo existe un camino: la muerte. A propósito, los muertos no se lloran, ni se duelan. Por el contrario, la muerte es vivida como un proceso fisiológico más y se aprovecha el fósforo de los cadáveres. Casi que se reciclan los seres humanos. Este aspecto es clave, pero merece un capítulo aparte.

Y para que las personas vivan en plena juventud y salud durante seis décadas se cumple un principio muy importante: la total asepsia. El futuro es estéril, higiénico, tanto así que no hay enfermedades contagiosas.

En cuanto a la vida social, existe un entretenimiento muy básico a partir de unos sensoramas que son como películas tipo cine con efectos especiales, y el sexo obvio. Sin límites. Todos con todos.

Y me dejé lo más importante para el final, aquello que seguramente hará que entiendan un poco más esta fábula futurística: así como distribuye gratuitamente anticonceptivos, el Estado también distribuye indiscriminadamente soma. ¿Recuerdan que decíamos más arriba que el condicionamiento se ejercía a partir de premios? Bueno, el soma es el premio. “Medio gramo para una tarde de asueto, un gramo para un fin de semana”.

El soma es una droga de tipo alucinógena que tiene todos los efectos de los ansiolíticos y el alcohol juntos, pero sin sus efectos no deseados. Sería como agarrarte el pedo de tu vida, alucinar como si te hubieras puesto una pastilla de LCD, pero despertarte de ese viaje fresco como una lechuga y sin daño cerebral. Lo más loco de todo, es que esa droga, el soma, existe. Esa parte no la inventó Huxley, la tomó de la realidad.

El soma es un narcótico divino de la antigua India que no por nada fue bautizado como “la droga de la felicidad”. Las personas son felices en este mundo feliz imaginario porque realizan el trabajo que les es encomendado y, cuando no están trabajando, o bien están teniendo sexo desenfrenado, sin ningún tipo de represión de sus deseos más viscerales, o bien se están pegando un viaje con soma. ¿En qué momento podría surgir un conflicto social que acabe con la vida de alguien, asesinado en manos de otro? Esa posibilidad no existe porque simplemente fue erradicada. Ahora bien, el costo para esa sociedad feliz es altísimo. Básicamente, las personas son autómatas. No tienen acceso a ningún tipo de arte, ni a libros, ni tienen derecho a cuestionar nada. Claro que, para poder cuestionar algo, primero tendrían que tener esa idea desarrollada, lo cual resultaría imposible debido a las miles de horas de condicionamiento social que tienen encima.

Por supuesto, hay un montón de cuestiones para debatir. Y algunos agujeros. Y vamos a dar esos debates, pero a mi modo de ver, fábulas como ésta y la de Wells funcionan como excelentes disparadores para proyectarnos a futuro como especie. Si se cumple el prodigio, y no nos autodestruimos en un par de siglos, ¿cómo nos imaginamos en un futuro lejano? ¿Cómo vamos a llegar a eso? ¿De qué manera? ¿Qué cambios tendríamos que empezar a aplicar ahora para que el futuro sea lo menos temible posible?

A  mí me interesa concretamente pensar cómo podríamos combatir los crímenes intra hogar. Y esta historia de ciencia ficción, tan alocada, me ha dado algunos indicadores que no se me habrían ocurrido. Este blog funciona como borrador de mis pensamientos y como hoja de ruta. Espero llegar a buen puerto, algún día.

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