Minority Report


¿La vieron? Es una película del año 2002 dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por el todo terreno Tom Cruise. Esta película está llena, plagada, de metáforas. Y todas muy interesantes para analizar el tema que nos convoca en este blog.

Precisamente la película se llama, en español, “Sentencia Previa”. Esto significa que, en una recreación futurista, los asesinos pueden ser detenidos por la policía antes de cometer su crimen. Vieron que yo hablo todo el tiempo de la necesidad de prevención de los crímenes intra-hogar. Bueno, imagínense que una solución como ésta sería un sueño. Pero claro, es fruto de un relato de ciencia ficción, escrito por Philiph Dick y, como tal, irreal. Al menos por ahora.

¿De qué se trata la película? Para los que no la vieron (tranquilos, no vamos a spoilear el final, es lo menos importante para este análisis): sintéticamente, John Anderton (Tom Cruise) es un detective que ha sufrido una terrible pérdida. Su hijo desapareció y no han podido dar con él luego de seis años de intensa búsqueda. De forma maníaca, para tapar su dolor, se pone al frente de un proyecto laboral que tiene como objetivo reducir el crimen. Es el año 2054 y el sistema de pre-crimen, basado en la premonición de futuros crímenes, se presenta como perfecto y sin fallas. “El crimen ha sido erradicado en Washington, D.C. El futuro se puede predecir y los culpables son condenados antes de que cometan su delito”.

Ahora voy a ir a punto por punto señalando todo lo que podemos rescatar de este film. Como siempre, para ayudarnos a pensar. El sistema de pre-crimen funciona gracias a que tres seres psíquicos tienen visiones de los asesinatos que van a producirse y revelan la escena del crimen. De este modo, brindan información muy valiosa para que los policías puedan llegar al lugar de los hechos y PREVENIR, es decir, evitar que suceda, un homicidio.

Es curioso ver cómo siempre hay un estereotipo funcionando, por más original que sea la película. El crimen que, al inicio de la película, el detective Anderton logra prevenir es el de un esposo despechado que, al llegar a su casa fuera del horario habitual, encuentra a su esposa teniendo relaciones sexuales con su amante. Lo llaman, obviamente, un crimen pasional. Es el ejemplo típico. ¿Y el único? Como ya comenté en previos posts, creo que hay que dejar de ver a la categoría de crímenes pasionales como únicamente movilizados por los celos. Un crimen pasional, también, es una madre que estrangula a su bebé porque no para de llorar. O un padre que golpea a su hijo hasta a la muerte. Ahí también hay “pasiones” desenvolviéndose. Mucho más perversas, por supuesto. Pero pasiones al fin.

Sigamos. Hay más guiños para ser identificados. Los “pre-cogs” (de pre-cognitivo, o pre-consciente, hola Freud) son tres adolescentes captados por el gobierno por sus capacidades especiales. En un momento, se revela que, antes de trabajar en pre-crimen, eran “hijos de drogadictos”. Les dejo las conclusiones a ustedes sobre lo que se intentaría dar a entender de los efectos de los estupefacientes. Pero lo más fascinante es cómo se muestra el funcionamiento de este “sistema”: estos seres especiales sueñan los crímenes. Acá hay claras referencias a la teoría psicológica de Freud. Recuerden que los sueños pertenecen al ámbito de lo inconsciente, aquello que está reprimido y que llega a la consciencia, a través de los sueños, de forma codificada. Es decir, es un código, a ser descifrado. De ahí el nombre de pre-cogs.

¿Por qué es interesante esta suerte de imaginación del futuro? Que, dicho sea de paso, está ambientada en 2054, o sea dentro de apenas 32 años. Porque, al igual que en películas como Volver al Futuro (oh casualidad! Spielberg nuevamente), un autor muy despabilado y soñador se deja llevar por intuiciones de cómo sería ese futuro. Y resulta luego, que algunas de esas ensoñaciones, no distan de tener la posibilidad de volverse reales. ¿Se podría implementar el sistema de pre-crimen? Claro que no, por lo menos no en nuestro país. Implica una tecnología descomunal, el pisoteo de derechos humanos de los denominados pre-cogs y, fundamentalmente, atenta contra la democracia como sistema político. ¿Por qué? Porque todo nuestro sistema penal moderno está basado -recuerden que repasamos la historia-, en la presunción de inocencia. Esto quiere decir que toda persona es inocente, hasta que se demuestre lo contrario. Y, además, no nos olvidemos un detallito. Se juzgan crímenes cometidos, no crímenes por cometerse. No habría basamento legal para juzgar y condenar a alguien por un pensamiento o una intención, hoy en día, absolutamente imposible de probar.

Lo mejor de todo, como siempre, es el final. La trama se vuelve atrapante cuando el sistema predice un crimen que el propio protagonista va a cometer. Pasando de largo todos los detalles de cómo hace para escaparse, las peleas, los efectos de ciencia ficción, etc; llegamos a la parte crucial: cuando John Anderton está frente a frente con el sujeto que los pre-cogs vaticinaron que él asesinaría. Muy para su sorpresa, ese anónimo resultó ser el asesino de su hijo. En el momento exacto, a la hora prevista, en la que él apretaría el gatillo, cumpliendo con su ¿destino?, decide no hacerlo. Atención: DECIDE. Y esa es la clave, brillantemente representada en esta película. Quiere decir que, más allá de condicionamientos, tendencias, contexto, entorno, predisposiciones, destino, y todo lo que quieran sumar, la decisión de convertirse en asesino o no, es individual. Y es en ese preciso momento en el que, frente a su víctima, elige hacerla morir, o dejarla vivir.

Ya estaba decidido a hacerlo, que iba a disparar. Pero no lo hace. Al desistir en ese último instante, se abre a lo imprevisible. Sin proponérselo, abre una brecha en el tiempo, y recibe entonces un comentario por parte de su víctima. Una revelación que no podía preverse. Porque no son palabras que podían haber sido dichas antes, sino que acontecen allí: son invención de esa pausa”. Dice un resumen del film. ¿Saben qué le dijo su supuesta víctima luego de que no lo matara? Que él no había matado a su hijo, que era una trampa, y que a él le habían prometido una retribución para su familia a cambio de dejarse matar. Y, luego de eso, con la mano y el arma del protagonista, se suicida.

Final trágico, final dramático, bien a lo Hollywood. Y está muy bien. Después de todo, es entretenimiento. Pero es más que eso. Porque, aún en el final, siguen los guiños y los disparadores. “En esa pausa, el sujeto decidió, sin saberlo, poner fin a una serie de repeticiones. Va en busca de su mujer y por primera vez pueden hablar del hijo perdido. Pueden llorar juntos y decirse lo mucho que lo extrañan. Pueden evocar e imaginar un niño más allá del trauma. El sujeto decidió ir en busca de un destino diferente”.

¿Qué podemos sacar en limpio de todo esto? Primero, voy a retomar el tema de lo imprevisible de la raza humana. La semana pasada hablábamos de esto también. De cómo sería ideal tener un esquema teórico como el de Cesare Lombroso para identificar “criminales natos”, o este sistema hollywoodense de pre-crimen, para anticiparse a futuros crímenes y dejarlos en la mera intención. Pero, ¿saben qué? No se puede. No es por ahí. El ser humano tiene lo que se llama “libre albedrío”, y está muy bien. Y tiene, además, una mente muy poderosa. Hay que aprender a usarla. Hay que re-educar.

En síntesis, y retomando el análisis de Minority Report, sería genial contar con un sistema de avanzada súper tecnológico para prevenir el crimen pero, como vimos, sería anti-constitucional. Por otro lado, reparen en que en todo momento hablamos de: decisión, elección. Es decir, nadie mata por destino, ni por obligación (hablando estrictamente de los crímenes intra-hogar). Ese momento, que en la película se retrata con Tom Cruise frente a su posible víctima, con una pausa que le permite pensar, comprender, decidir, es lo que yo refiero como ese instante en el que, desoyendo las pulsiones que nos indican acabar con el estímulo insoportable para nuestro sistema, decidimos dejar actuar a la represión como sujetos evolucionados que somos. Ese sistema psíquico superior descubierto y descripto por el maestro Freud es el que nos separa de lo salvaje. Es gracias a ese sistema del que todos los seres humanos, sin distinción, estamos dotados, que podemos elegir.

Dice Freud, en “Más allá del principio de placer”: “mediante la represión y los procesos secundarios de investidura podemos ligar la excitación de las pulsiones y mantener estable nuestro sistema psíquico, aferrándonos al principio de realidad”. Eso es exactamente lo que hizo el protagonista de Minority Report. Eso es lo que seguramente muchas personas habrán hecho en algún momento de sus vidas y, gracias a esa decisión, a ese instante de lucidez, lograron, no sólo evitar la cárcel y el castigo, que sería lo de menos, sino evitar el horror de convertirse en el asesino de alguien más.

Y eso es también lo que muchas personas, a mi juicio, no están logrando. Prevenir, ya no el crimen, sino ese desborde de todo su sistema psíquico, producto de lo cual el homicidio acontece como mera extensión. La barrera de la represión, que tiene que actuar frenando los impulsos violentos, se levanta, y deja fluir todo aquello contenido. Y esos finales son también de película, de película de terror.

Por eso, si queremos trabajar en la prevención de los crímenes pasionales –de todos ellos-, tenemos que enfocarnos en los sujetos y en sus sistemas psíquicos. Porque no habrá sistema teórico ni tecnológico que pueda meterse en la cabeza de alguien para auto-convencerlo de no hacerlo. La decisión, como vimos, es absolutamente individual. 


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