Este señor soy yo
En la conferencia de prensa previa al partido de los Warriors contra los Mavericks, Steve Kerr, entrenador de la NBA, sorprendió a todos: “No voy a hablar de baloncesto hoy. Ninguna pregunta de baloncesto importa”, dijo. Por la típica tradición de duelo nacional, se suponía que él invite a todos a un minuto de silencio para reflexionar sobre las víctimas de la masacre en una escuela de Texas. Pero dijo NO. “Estoy harto de ofrecer condolencias a las familias devastadas”. Y para cerrar, preguntó a su audiencia: “¿cuándo vamos a hacer algo?”
La reacción de este señor es
absolutamente esperable y deseable. Es lo mismo que planteo yo desde este
humilde blog. Con la única salvedad de que él se refiere concretamente al
control de armas por parte del gobierno estadounidense, haciendo referencia a
que es la única causa y forma de controlar la situación, y yo postulo que el
problema es mucho más grande y complejo que vender o no armas.
Los senadores republicanos
que están, desde siempre, a favor del comercio libre de armas en Estados Unidos
argumentan que “el problema no son las
armas sino la salud mental, eso es lo que ha cambiado”. Totalmente de
acuerdo. Entonces, señores, con más
razón no se puede ofrecer de forma indiscriminada elementos que puedan
facilitar la destrucción masiva de personas inocentes. Ese sería el primer
punto evidente. Vayamos un poco más allá. No se trata de que antes la gente
estaba menos loca y por eso había menos asesinatos. Lo que sucedía hasta hace
poco tiempo atrás era que las barreras de lo prohibido estaban más gruesas, más
fuertemente delineadas. Hoy, y como efecto de contagio, vemos sucederse hechos
de desborde de violencia mortífera en personas que no necesariamente tienen una
patología psiquiátrica. ¿A qué se debe esto? Múltiples factores, todos a ser
analizados. De eso se trata. De dejar de mirar para un costado pretendiendo que
esto pasará, cuando cada día se multiplican las masacres y las muertes
violentas.
Miremos un poco las
estadísticas. Como siempre, Estados Unidos es el país pionero, el que marca la
tendencia. En lo bueno y en lo malo. Si queremos saber qué rumbo lleva la
humanidad, miremos al norte. En lo que va del año, es decir cinco meses, ya se
registraron más de 200 tiroteos masivos. Tan sólo diez días antes de la masacre
de Texas, el 14 de mayo, un joven de
también 18 años, como Salvador Ramos, asesinó a 10 personas en un supermercado
en Búfalo. ¿Ven a qué me refiero cuando hablo de contagio? Las notas
periodísticas, relatando el horror, con lujo de detalles, regodeándose en el
morbo y la muerte trágica de niños y ancianos, sin querer, y probablemente sin
saberlo, abonan el siguiente episodio. Le dan luz verde al próximo tirador. Es
muy delicada la situación.
¿Qué veo yo? Que no hay
freno inhibitorio. Muy por el contrario, lo peligroso de esta situación que
estamos viviendo a nivel mundial, es que las barreras que separan la vida en
comunidad de la vida salvaje, que nos protegieron durante milenios, se están
borroneando. La vida en sociedad implica normas, leyes, cultura. En un estado
de anarquía, y no me refiero a la política sino a un área mucho más vasta, la
única ley que prevalece es la del más fuerte. O el que tiene armas. O el que
está dispuesto a matar.
Otra cuestión. Estos jóvenes
asesinos no temen el castigo. ¿Saben por qué? Porque se lo saltean. Son como
los kamikazes. Saben que el placer de llevar a cabo su masacre trae aparejada
la redención. Mueren en el acto. Encima tienen esa suerte. Los matan, no
sobreviven. No tienen que ir a la cárcel, ni sufrir torturas de por vida. Matan
y se van. Sacrifican su vida, que evidentemente no les da ningún beneficio
mantener, a cambio de minutos de éxtasis puro.
Volviendo al debate político
en Estados Unidos, algunos piden un chequeo de antecedentes penales y el
historial médico de salud mental como condición para acceder a la compra de
armas. Lamento decirles que eso no va a frenar nada. 1) Salvador Ramos, el
joven que acaba de matar a 18 niños de 10 años en su escuela, no tenía
antecedentes penales ni registro de problemas de salud mental. Era un chico
igual que cualquiera, con los problemas típicos de cualquier joven de esa edad,
y con la única diferencia de que albergaba secretamente en su mente el deseo de
matar. No hay forma de descubrir estas intenciones previo a que se manifiesten.
2) ¿Sabían que se puede matar con cuchillos, palos, jarrones, con el propio
cuerpo por medio de golpes, empujones? El control de armas sería un paso
decisivo pero no acaba con la problemática.
Un actor muy popular de
Hollywood, oriundo del estado de Texas -Matthew Mcconaughey-, declaró, luego de
la masacre: “Esto es una epidemia”.
Por suerte van asomando, de a poco, las ideas fundamentales para encarar este
problema. Es exactamente así, se trata de una epidemia, tal como sostengo en
este blog. Así como el coronavirus asesinó a millones de personas en todo el
mundo, de la misma manera, este cambio en el comportamiento humano también va a
arrasar con la vida de millones de personas. ¿Cuál podría ser la vacuna, el
antídoto, para frenar esta epidemia? Eso es exactamente lo que tenemos que
empezar a plantear, y a investigar. Pero el primer paso ya se está dando, y es
reconocer la esencia del problema que tenemos enfrente.
Mcconaughey agregó a su
definición que se trata de una “epidemia
que podemos controlar”, y ahí es donde difiero. No por lo pronto, al menos.
Estamos lejos de poder controlar estos desbordes. Lamento decir que creo que
van a morir muchísimas más personas antes de que podamos siquiera vislumbrar un
posible abordaje. Por eso, cuanto antes empecemos a asumir con toda la seriedad
este problema, mejor para todos nosotros. Porque como dije en el anterior post,
nadie está a salvo.

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