Sobre mí
Ante todo, me presento.
Mi nombre es Lorena. Estudié la carrera de Comunicación
Social con Orientación en Periodismo en la Universidad de Buenos Aires.
Me gradué allá por el 2013, pero nunca presenté la tesis
porque estaba pasando por un momento personal muy triste y no tenía la energía
necesaria para hacer un trabajo brillante.
Porque no puedo hacer menos que eso. No porque sea
pretenciosa, sino porque cuando algo me apasiona tanto, no puedo tomármelo con
calma.
No importa si nadie lee esto, o si mi tesis saca un mísero
6. Lo hago para mí.
Siempre dije una frase un tanto controvertida. A ver si la
puedo explicar.
“No prostituyas tu pasión”
¿Qué querrá decir no? Bueno, lo que encierra esa frase para
mí es que a menudo se dice que uno tiene que trabajar de lo que le gusta.
Pero el trabajo, por definición, implica una remuneración,
un pago. Entonces, ¿por qué pedirle a algo que ya te está pagando con el más
sublime goce, que además te de dinero?
No tiene sentido para mí. Además que siempre que interviene
el mercantilismo, la cosa se pudre.
Entonces tenés que soportar ciertas cosas, o hacer
determinados cambios a tu pasión, para que se adapte al mundo del trabajo.
Pongamos un ejemplo. El más claro posible: un artista. Para
quien disfruta el arte, imagínense la dicha que sería poder obtener ingresos de
sus obras de arte.
¿Pero qué pasa si su galerista o curador le pide que
modifique un poco su visión para que sea más comercial y llegue a más posibles
compradores? Triste, ¿no?
Esas son las concesiones que ninguno de nosotros tendría que
hacer en desmedro de su pasión. ¿Por qué? Porque no hay que vivir de lo que a
uno le gusta. Hay que tener un trabajo cualquiera, que provea el ingreso
necesario y, por sobre todas las cosas, que deje un tiempo disponible para el
ocio creativo y para vivir tu pasión sin presiones, sin condiciones.
Veamos otro ejemplo. Una bailarina de cualquier ritmo, da
igual clásico que salsa. Ella quiere ser bailarina profesional, participar en
campeonatos, exposiciones, dar clases. ¡Que lujo! Pero es de bajos recursos, y
todos los meses tiene que pagar las cuentas y no llega. El baile le da muchas
satisfacciones, pero no alcanza para cubrir sus necesidades básicas.
¿Qué tiene que hacer esta muchacha? ¿Renunciar a su sueño?
¡Claro que no! Tiene que conseguir un trabajo cualquiera con buena paga y
bailar en sus ratos libres. Sólo por placer. Éxtasis puro.
No le pidamos a nuestras pasiones que nos paguen con dinero.
Nos pagan con mucho más que eso. Con alegría, con orgullo, con satisfacción, con
emoción. Tratemos de cuantificar todo eso. Imposible.
El dinero dejémoselo a las actividades aburridas, como
atender un teléfono, manejar un medio de transporte, limpiar, solucionar
reclamos. Para todo eso, ¡sí que nos tienen que pagar! Porque nadie querría
hacerlo por gusto propio.
Vivamos nuestros hobbies, nuestras pasiones, de la forma más
libre posible. Si te gusta escribir, hacelo. Hoy en día hay mil formas de que
la gente te lea sin llegar a una editorial. Si algún día ganás dinero con eso,
bienvenido sea. Y lo celebrarás. Pero el hecho de estar haciendo lo que te
gusta, aunque sea un ratito cada día, o cada semana, sin otro propósito más que
pasártelo bien, no tiene precio.
Pueden probarlo y me cuentan qué tal les fue. A veces no nos
damos cuenta que tenemos instaurados conceptos tan rígidos, que no se nos
ocurre cuestionarlos. ¿Y si están equivocados? ¿Cómo saberlo si no lo
analizamos?
En este blog van a encontrar más preguntas que respuestas,
eso se los aseguro. Una de las cosas más valiosas que aprendí en la facultad es
justamente a cuestionar, no por jodones ni inconformistas, sino porque al
indagar podemos ir más allá de lo que hubiéramos creído posible o incluso
necesario.
¿Y eso para qué? Bueno, para encontrar mejores respuestas. O
quizás nuevas soluciones a viejos problemas.
El título de este blog apunta a eso. Les hablé de pasión, de
mi pasión, y a lo largo del blog voy a hablar mucho de pasiones y de instinto,
pero desde otro lugar. Un lugar bastante macabro y oscuro. Puede que provoque
rechazo en algunos, desinterés en otros, pero si tengo que ser sincera conmigo
misma, de todos los temas en el universo que puedo abordar, no hay ninguno que
me despierte semejante interés y pasión como éste.
Decía recién “encontrar nuevas soluciones a viejos problemas”.
No soy política, ni intento serlo. Tengo clarísimo que a problemas complejos,
sólo pueden responder soluciones complejas. Hasta ahí estamos todos de acuerdo
seguramente. De lo que quiero hablar es del preocupante aumento de crímenes
realmente macabros que no ocurren por situación de inseguridad.
¿Cuáles vendrían a ser? Aquellos en los cuales el criminal
no tiene por objetivo robar u obtener algún rédito económico producto de ese
hecho, sino que el crimen (que mayormente termina en asesinato) se produce como
un fin en sí mismo.
Hablamos de lo que durante mucho tiempo, y creo que aún hoy, se cataloga como “crímenes pasionales”. No está nada mal el título, pero creo que podemos ir un poco más allá. Los tan nombrados femicidios entran en nuestro universo de análisis, por ejemplo.
Ahora no se entiende nada, porque recién estoy presentando
la idea, más bien presentándome a mí. Pero el solo hecho de pensar que voy a
desandar este camino que ocupa mi mente hace años, y que a través de la
escritura y de la sistematización voy a poder esquematizar preguntas que puedan
llegar a ser valiosas para empezar a pensar este tema, ya con eso me doy por
satisfecha, y pagada!
Pienso en móviles
para cometer los crímenes más atroces y ahora viene la parte más importante:
“sin importar las consecuencias”.
De ahí el título del blog. Lo voy a explicar con mucho más
detalle en los siguientes posts, pero la idea central es que, a mi modo de ver,
la cárcel, como sistema de castigo, me corrijo “como único sistema de castigo
vigente”, ya no es eficiente.
¿Qué quiere decir eso? Más allá de condenar los crímenes ya
ocurridos, el sistema de castigo debería actuar disuadiendo futuros crímenes.
Por el terror de ir a la cárcel, que ya no es tal, y lo fundamentaré, deberían
suceder menos crímenes pero lo que estamos viendo cada día, es todo lo opuesto.
Un crecimiento abrupto y sostenido de crímenes intrafamiliares: ya no es el
ladrón contra su víctima por un auto, un celular, plata, comida, etc.
Es decir, esos crímenes que englobamos dentro de lo que
llamamos “inseguridad”, por supuesto siguen y seguirán existiendo porque son
producto de la sociedad actual y de todos sus problemas y fugas.
Pero a mí me interesa centrarme, y de hecho debo confesar
que estoy fascinada, con todo respeto a las víctimas y sus familias, en los
crímenes donde no se pone en juego el capital. Son crímenes por fuera del
sistema capitalista, por decirlo de alguna manera. Ahí no importa el dinero, el
auto, el status. Juegan otros factores.
Voy a aclarar lo de mi fascinación: no soy morbosa, no soy
irresponsable, no busco incitar a la violencia ni al crimen. Nada de eso por
supuesto, aunque imagino que si alguien lee este blog, puedo llegar a recibir
críticas por alguno de esos lados. Por eso me anticipo: yo creo que la única
manera de ir un paso más allá en este tema es dejar de lado las emociones que
nos generan estos crímenes.
Por supuesto que hablar o leer sobre una violación a un
menor, sobre un apuñalamiento a sangre fría, sobre un asesinato a golpes o
patadas, genera todo tipo de sensaciones empezando por el rechazo y la condena.
Yo siento lo mismo. Pero si quiero analizar por qué pasa lo que pasa, necesito
correr eso de lado, y analizar los hechos lo más fríamente posible.
Ya sabemos que está mal, que lo que hizo ese asesino está
mal. Estamos todos de acuerdo. A mí me interesa saber por qué lo hizo, y aún
mucho más allá, qué es lo que falló para que esa persona no tuviera en cuenta
las consecuencias que sabía, por supuesto, que tendría que enfrentar luego del
mismo.
Y voy ahondar también en especulaciones sobre lo que sintió
en la previa y mientras cometía el crimen. Dije bien, especulaciones. Porque no
puedo meterme en la mente de nadie, y mucho menos en una mente tan perversa.
Pero quiero intentar recrear, a base de conjeturas, cómo se desarrolla ese
móvil que da lugar a ese crimen, en la mente de una persona que “puede ser
cualquiera de nosotros”.
Así es. Con esa hipótesis me muevo. Los casos de criminales
declarados insanos, con enfermedades manifiestas, no me interesan. Ya están
resueltos. La causa es esa enfermedad mental que no pudo manejar, y que lo
manejó a él. Pero no me digan que todos los crímenes que vemos a diario son
perpetrados por personas insanas. No están todos locos.
Hay gente común, como vos y como yo, con problemas como
todos, que termina matando a su esposa, esposo, hijo, nieto, amiga, etc. No
pueden ser todos casos de insania mental. Acá hay otra cosa.
Y volviendo al tema de la cárcel, decía que un sistema de
castigo “debería” poder actuar como un freno en algunos casos. Es decir,
meterle miedo al futuro criminal para evitar así, por lo menos, algunos cuantos
crímenes. Pero todos estamos viendo qué eso, no sólo no sucede, sino que con
cárceles cada día más superpobladas y puertas giratorias, todo el sistema es un
chiste.
Voy a exponer también, de la mano de Foucault, cómo
funcionaba en la antigüedad el suplicio. Esas masacres en la plaza pública
donde le cortaban la mano al ladrón o degollaban al violador. ¿Para proponer
volver a ese sistema o plantear la pena de muerte? No, claro que no. Pero para
puntualizar y demostrar cómo ese sistema, aunque extremo, era eficaz. Es decir,
la gente que veía, y tenía que ver, porque era obligatorio, cómo el criminal
recibía su castigo, se llenaba de miedo, de terror, por las posibles
consecuencias de sus actos.
En ese sentido, el sistema de castigo del suplicio era
eficaz. Lograba atenuar la cantidad de crímenes futuros, además de castigar los
ya cometidos. Hoy, en nuestra actualidad, el sistema de castigo monopólico con
el que contamos, no sólo no castiga porque la justicia hace agua por todos
lados, sino que “no le mete miedo a nadie”.
Y eso pasa, entre otras cosas, porque el supuesto terror de
ir a la cárcel, de perder la libertad, no asusta a personas que ya perdieron
mucho más que eso, como su dignidad y ganas de vivir, sino además porque detrás
de sus muros no pasan cosas mucho más temibles y oscuras de lo que muchas de
estas personas viven en su día a día.
Así de triste y así de preocupante es nuestra situación
social. En mi humilde opinión, hay que repensar y reevaluar todo el sistema
penal y de justicia, pero sobre todo, hacer un profundo análisis de lo que pasa
con nosotros como seres sociales.
Cuando dije que estos crímenes macabros que vemos todos los
días pueden ser llevados a cabo por cualquiera de nosotros, más de uno pensará
“yo jamás haría algo así”. Yo pienso lo mismo. Pero no hablo de intención, sino
de posibilidad. Potencialmente, cualquier ser humano puede terminar haciendo
algo que nunca hubiera imaginado.
No pretendo defender a los victimarios. Muy lejos de eso
estoy. Pero sí intento ponerme en su lugar. Qué pensó, qué sintió. ¿Para
justificarlo? No, para entenderlo y, con ello, poder empezar a pensar si existe
forma de prevenir este tipo de hechos lamentables.
Ese debería ser el objetivo de todos como sociedad, pero
principalmente de quienes nos gobiernan. Me encantaría escuchar a políticos o
funcionarios públicos con los recursos necesarios, intentar abordar esta
problemática social que ya parece casi una epidemia sin freno.
De esto va este blog.
Bienvenidos.
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